CAPITULO 95 LA PROPUESTA DEL CONTRATO. Valerie Ghill

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─ Todo me parece perfecto, ─ Pronunció Ashley, con voz triste.

─ Si llegas animar a los niños con esa tristeza, creo que los deprimirás, ─ sisee.

─ Buenos días, ─ saludaron, no necesité girar mi cuerpo, para saber quién había llegado, el perfume llegó a mis fosas nasales.

─ Buenos días, ─ respondimos las tres al unísono.

─ Las diosas, caen del cielo ─  sonrió Lumbardi, observándonos a las tres.

─ Abigail, Ashley, les presento al señor Lumbardi,  ─ pronuncié dirigiendo mi visión a cada una de ellas.

Ambas estaban mudas, observándolo de pies a cabeza.

Lumbardi, sonrió acostumbrado a causar ese tipo de impresiones.

─ Solo, Franchesco. ─ Pronunció el hombre con esa voz sensual y profunda.

Abigail,  fue la primera en reaccionar levantándose de la silla,  extendiendo su mano y presentándose. Ashley, fue la siguiente.

─ Así, que tú eres la socia a la que también debo convencer, para firmar el contrato con mi empresa hotelera. ─ Mencionó Franchesco y  Abigail, sonrió.

─ Soy la cuñada y socia de Valerie, y no debes convencerme, ya que yo, estoy de acuerdo. ─ Pronunció con seguridad. Franchesco,  amplió su sonrisa con la respuesta de mi cuñada.

─ Y tú, debes ser la sobrina, que tuvo la idea de decorar mi jardín con lámparas, ─ volvió a sonreír dirigiéndose  a Ashley, la cual se sonrojó.

Mi teléfono repicó, lo tomé del escritorio. Era Samuel, informándome que no iría almorzar, fruncí el entrecejo mientras se excusaba; aseguro que era por motivo a una reunión de la clínica, pero no pude impedir que mi corazón se llenara de dudas, descubriendo que ya no confiaba en mi esposo. Las tres personas frente a mí me observaron.

─ ¿Qué les parece si discutimos el contrato mientras almorzamos? ─ Propuso Franchesco.

─ Todavía falta para la hora del almuerzo, podemos discutirlo aquí, ─ refuté.

─ Hoy no acepto tus excusas, ─ sonrío Lumbardi, caminando hasta donde estaba, tomando mi cartera, colocándola sobre mi hombro y rodeando mi espalda, para sacarme de la oficina.

Ashley, sonrió y Abigail,  se quedó observándonos.

─ Debo buscar a mi hijo, ─ contradije cuando Lumbardi,  rodeó también la cintura de Ashley.

─ ¿Sabías que a tú tía, le cuesta  aceptar una invitación? ─ Bromeó el hombre, dirigiéndose a mi sobrina.

─ Necesito otro brazo,  para otra diosa, ─ mencionó parándose  frente Abigail.

─ Buenos días, ─ se escuchó otra voz masculina, todos lo observamos, pero el hombre que recién había llegado, solo dirigió la mirada al hermoso y sensual moreno, que nos tenía rodeada entre sus brazos.  Su entrecejo se frunció y su mandíbula se apretó.

Franchesco,  también lo observó levantando una ceja. Abigail,  sonrió y yo,  hice lo mismo.

─ Hola, Noah. ¿Cómo estás? ─ Pregunté acercándome a él, y ambos besamos nuestras mejillas.

─ Te presento al señor Lumbardi, ─ pronunció Ashley,  un poco enrojecida.

Noah,  caminó hasta el hombre extendiendo su mano, ambos hombres se presentaron.

Noah,  tomó a Ashley y besó ligeramente sus labios, luego se acercó hasta Abigail y besó su mejilla.

─ Vine a buscarte para almorzar, ─ se dirigió Noah a Ashley.

─ Voy saliendo con tía, ─ se excusó Ashley.

─ Ve con tú novio, Abigail y yo,  resolvemos, ─ le aseguré a mi sobrina.

─ Tía, esta noche tengo guardia en el hospital, así que debo aprovechar todo el tiempo posible en la preparación de los eventos, ─ mencionó, sabía que era una excusa de mi sobrina.

─ Creo que lo de negarse aceptar una invitación, va de familia, ─ murmuró Franchesco,  con una sonrisa. Noah, lo observó.

─ Almorzamos y te traigo nuevamente ─ propuso Noah.

─ Mejor busquemos a Sebastián, almorzamos todos juntos y de allí ustedes dos, se van a su guardia en el hospital ─ mencioné.

─ Tía, todavía falta mucho para la guardia, ─ protestó Ashley.

─ Debemos hablar, ─ intervino Noah,  observando a mi sobrina. Abigail tomo el bolso de Ashley, dándoselo a Noah.

─ Resuelvan sus asuntos y me dejas tú vehículo, ya que me vine contigo y no traje el mío, ─ intervino Abigail, con voz de mando.

Todos salimos de la agencia. Ashley,  se fue con Noah y Abigail y yo; con Franchesco.

Le di la dirección de la unidad educativa de mi hijo, a Franchesco y lo pasamos buscando, el cual se sorprendió al verme llegar en una limusina.

Cuando Sebastián, ingresó al vehículo se dio cuenta que también estaba su tía Abigail, saludándola con un beso y un abrazo.

Presenté a mi hijo y a mi cliente y luego llegamos a un muy lujoso restaurante. Lumbardi, solicitó vino para nosotros y jugo para Sebastián.

Recordé que se me había olvidado imprimir el contrato, pero al parecer a Lumbardi, no.

Sebastián, al notar para que estábamos en el restaurant pidió su Tablet, que había quedado en la limusina. Franchesco,  la mandó a buscar con tan solo una llamada.

Abigail y el cliente, fueron los que más discutían las cláusulas del contrato. Ella, siempre se había encargado de esto.

Una hora pasó y la segunda también, habíamos degustado unos deliciosos platillos. Toqué el tema de la publicidad en los medios de comunicación, mi quijada casi llega al suelo,  cuando Franchesco, mencionó que él,  había dado la orden de la publicación.

Sebastián, ya se notaba aburrido y prácticamente me estaba suplicando con la mirada, que nos fuéramos; pero Lumbardi,  llamó su atención cuando explicó que debíamos viajar para varios países, donde estuviese un hotel Lumbardi.

─ ¿Por qué una empresa y no una cadena hotelera? ─ Preguntó Abigail.

─ Tenemos la cadena hotelera, pero hace dos años conformamos la empresa hotelera, desde allí se maneja la información de todos los hoteles Lumbardi. Era muy agobiante cuando debía seleccionar a qué reunión asistir, medir prioridades,  porque muchas veces coincidían de un lugar a otro. Desde que se conformó la empresa, cada hotel tiene una gerencia administrativa, encargada de llevar la información a la empresa y desde allí se coordina todo. Siempre puedo estar en un lugar diferente, sin quedar mal en otro, porque su fecha organizativa es en otro momento.
─ Explicó Lumbardi, y para mí su explicación tenía lógica, imagino la desorganización en las pautas de las fechas.

─ ¿Solo nos comprometeríamos para los eventos que menciona el contrato? ─ Pregunté.

─ Si solicitaran otro tipo de eventos,  primero lo dialogaríamos, no permito en mis hoteles actos ilegales, aunque no puedo negar, que nunca falta un loco en el mundo o un personaje público,  perdido en sus vicios y para eso tengo personal encargado de resolver ese tipo de contratiempos, ─ aclaró Franchesco.

─ ¿Otra duda? ─ Pregunto Lumbardi.
─ No, por mi parte ninguna, ─ expresó Abigail.

─ Yo, con respecto a los viajes, tanto nacionales, como  internacionales, ─ musité.

─ No tengo problemas en que viajes con tú hijo, si lo deseas o con el personal que necesites, ─ se me adelantó Lumbardi.

─ No es necesario que viajemos las tres, podemos turnarnos, ─ intervino Abigail, respiré profundo.

─ Podemos probar por un año y después, ampliamos el contrato por tiempo indefinido,  hasta que una de las partes decida prescindir del contrato, ─ propuso Franchesco.

─ En este momento tenemos compromisos que debemos cumplir, ─ le di a conocer al cliente, pero él, ya lo sabía.

─ Pásame por correo el listado de los compromisos y esos se respetarán, pero ni un compromiso más, fuera de las empresas Lumbardi. Es necesario que se cumpla, la exclusividad de la empresa. Son demasiados compromisos que cumplir, con cada uno de los hoteles, ─ concluyó Franchesco.

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