CAPITULO 72 LA CELEBRACIÓN, PARTE I.

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Valerie Ghill.

─ Ya debo irme, ─ murmuré huyéndole a sus labios, levantándome
─ No te resistas, no vale la pena, no se puede salvar lo que ya se ha perdido, ─ murmura retirándose del escritorio, tomo las llaves y mi bolso.
─ Nos vemos mañana, para finalizar la decoración del evento, ─ murmuro  y él asiente.
─ Estaré en la empresa unas cuantas horas, ─ informa, ambos salimos hacia el estacionamiento del centro comercial, como siempre él, me acompañó  hasta mi vehículo besando mi cuello.

En mi casa, todo seguía igual, yo solo cumplí con la misma rutina, con mi sexi lencería me dirigí al balcón de mi alcoba, no me apetecía estar al lado de mi esposo, él desde hace días se había dado cuenta del cambio de mi guarda ropa; se sorprendió cuando notó que no la utilicé para seducirlo, como sucedía cada vez que cambiaba mi guardarropa. Jugábamos, reíamos, nos comíamos el uno al otro y culminábamos en una buena sesión de sexo duro, sabroso y gratificante, lo contrario a lo que está sucediendo ahora. Aunque sus erecciones, habían mejorado últimamente, pero no llegaban a ser iguales a las erecciones despampanantes y tan duras como una roca, a las que estaba acostumbrada.

Tampoco la destreza sexual era la misma, quedando ambos insatisfechos o por lo menos yo, demasiado insatisfecha, sabiendo que el galardón se lo estaba llevando otra.

Samuel, llegó a mi vida cuando yo, tenía diecinueve años y él veintiséis, fue amor a primera vista y ni siquiera, había llegado a los veinte, cuando ya nos estábamos casando, él era psicólogo y yo estudiante universitaria, éramos dos volcanes en erupción y ahora, solo somos cenizas, de un amor que ya culminó.

Quizás mi cliente regalón, tiene razón y debo pasar ya la página de esta historia. Con ese pensamiento volví a mi cama, escuché los ronquidos de mi esposo y hasta eso me fastidió  en ese momento, porque él pasaba las noches tranquilo, mientras yo, pasaba horas con los ojos fijos al techo, pensando en un motivo, para tal situación y revolviéndome más en el dolor.

Me desperté demasiado temprano, ya había preparado todo, hoy sería un día agobiante, todavía faltaban algunos detalles de la decoración, había hablado con mi hijo, hoy estaría ausente todo el día y Maigualida, me ayudaría con Sebastián y su escuela.

Bajé a preparar el desayuno favorito de mi hijo, para recompensar mi ausencia de hoy, preparé todo comenzando la ardua tarea de despertarlo, anoche había quedado de acuerdo con Abigail y mi madre, para que ella, se quedara ayudando a mi cuñada.

Hoy yo, tenía un día pesado y debía prepararme, los dos hombres de la casa bajaron a desayunar. Samuel, ya estaba listo para irse temprano y para mí sorpresa  no desayunó, según él,  tenía hoy la agenda full de pacientes.

Subí arreglarme sin prestar mucha atención, dejé  a mi hijo en su escuela y me dirigí a la mansión, todavía faltaba para terminar de decorar, las lámparas se veían hermosas colgadas sobre los árboles, los caminos improvisados también, estaban culminando de acomodar las mesas y las sillas, los alrededores de la piscina ya estaban listos, con los muebles y hasta cojines adornándolos, idea de mi romántica sobrina.

Me ausenté de la mansión, para revisar cómo iban los chefs de cocina, todos los servicios debían llegar a las horas acordadas, volví a la mansión después de constatar que todo seguía el orden planificado.

─ Señora, Valerie.  No ha llegado todavía el bar improvisado, ─ mencionó uno de mis ayudantes, me preocupé revisando el reloj, todo evento tiene su contratiempo y este no sería la excepción.

Desde ese momento,  todo se volvió estrés, haciendo llamadas para resolver las dificultades que se iban presentando.

─ El jardín es muy grande,  necesitamos más iluminación, ─ me informaron los electricistas.

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