CAPITULO 175 ABRIENDO LOS OJOS. Parte I.

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Samuel Ghill

Observo el periódico, arrugo las páginas donde salen en primera plana la noticia del matrimonio de Valerie y Lumbardi. Hago trizas las hojas, aprieto mi mandíbula, han pasado dos años desde el divorcio y ella, se ha casado con otro. Su boda, es noticia de primera plana publicitaria, no niego cuanto me duele, aún la amo y no hay un día que no la extrañe.

Observo la mesa del frente del mueble donde estoy sentado, con una botella de whisky, una hielera y un vaso con hielo; es mi segundo día de este fin de semana en la sala de mi casa, la que compré para  Valerie y Sebastián.

Mi hijo, tengo tres meses que no lo veo, los mismos que tiene Valerie,  sin venir al condado, aunque a ella, llevo más de un año sin verla; ya ni siquiera, pisa esta  casa.

Dirijo mi mirada hacia el piso,  donde están los trozos del periódico.  Mi vaso,  es el siguiente en hacerle compañía a esos trozos de papel totalmente despedazados.

Nunca he sido un hombre violento, pero últimamente la nostalgia me domina, mis fines de semana, los paso en esta casa, cuando Sebastián está, no me siento tan nostálgico. En mi matrimonio con Valerie, nunca me llegué a sentir así. Valerie,  siempre me atendía, ella fue una excelente esposa.

Con Yuraima, siento constantemente que falta esa atención, quizás porque ella es muy joven. Paso con ella, toda la semana en el apartamento, pero los fines de semana, ella se dedica a prepararse para estudiar con sus amigos en su departamento. Ella tenía razón,  he estado en unas tres o cuatro oportunidades,  cuando sus compañeros llegan a estudiar con ella y prácticamente se olvida que yo estoy allí. Eso, sin contar que me incomodan, el departamento es muy pequeño, estudian o hacen sus trabajos académicos hasta muy tarde y muchas veces, se han quedado a dormir, así que prefiero venirme para esta casa.

Vuelvo a observar los trozos del periódico. Sebastián,  asistió a esa boda y no es que me duele que no hubiese asistido a la mía, porque en ese momento hasta lo comprendí, lo que me incomoda,  es que todavía no acepta a mi nueva esposa, mientras que al empresario que anda con su madre,  parece hasta que lo idólatra.

─ ¿Me siento celoso? Pues sí, porque siento que tanto Valerie,  como Sebastián,  me desplazaron demasiado rápido.

Me levanto del mueble,  tomo la botella y subo a mi habitación, esa que una vez fue de Valerie y mía; hace seis meses volví a esa habitación, cada vez que ingreso en ella los recuerdos me torturan.

Llevo directamente la botella a mi boca, me lanzo a la cama sin siquiera quitarme los zapatos, y mucho menos la ropa, este comportamiento no es nuevo, así por lo menos evito recordar.

Mi pijama perfectamente acomodada en nuestra cama y el jacuzzi preparado esperándome, es algo que nunca más ha sucedido. Sonrío con amargura recordando el talco y como el polvo era esparcido por mi cuerpo, junto a sus besos y sus risillas. Levanto un poco mi cabeza sorbiendo un gran trago,  el cual se derrama un poco por la comisura de mis labios.

─ Valerie, ─ pronuncio recordando nuestra primera vez, vuelvo a sonreír con amargura.

Inicio del Recuerdo:

─ "¡Buenos días, mi amor! ─ pronuncia rodeando mi cuello y besando mis labios.

─ ¡Buenos días! ─ respondo envolviéndola  por su cintura y profundizando su beso.

─ ¿Abigail? ─ Pregunta cuando ingresó completamente  al departamento.

─ Anda en uno de sus viajes con el modelaje, ─ le respondo cerrando la puerta, la tomo del brazo y me dirijo con ella a la cocina. Valerie,  sonríe acomodando su bolso en un lado de la Isla.

─ ¡Vaya! ¿De verdad estás preparando el desayuno? ─ Se ríe acercándose.

─ Ya casi lo culmino, ─ le digo retomando el trabajo que estaba haciendo con los huevos batidos y el beicon, ella conectó a la electricidad la sándwichera, luego llevó los sándwich y comenzó a tostarlos un poco.

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