CAPITULO 126 MORIR Y NACER.

8 1 0
                                    

Ashley Freetman

─ ¿Eso es para la fiesta de Samantha? ─ Preguntó el niño, al ver las imágenes.

─ No, es la decoración para otro evento, la de Samantha, será muy sencilla y... ¿Tú para cuando deseas tú cumpleaños? ─ Pregunté mirándolo.

─ No lo sé, porque si escojo un mes y ese no es, ─ pronunció, lo observé a sus ojitos. Desde que lo conocí, me ha llamado la atención, lo inteligente que es a pesar de lo pequeño, también que se expresa bien y con educación, a pesar de ser un niño de la calle que no sabía leer y escribir, aunque ahora, eso ha mejorado mucho; ya escribe y Lee con dificultades, pero lo ha aprendido hacer, ahora hemos incluido números, sumas y restas a su aprendizaje y hemos notado que es muy rápido, para memorizar.

─ Podemos escoger el último día y mes del año, así no nos preocupamos si es o no es la fecha, ─ pronuncié.

─ ¿En la Navidad? ─ Preguntó ampliando sus ojitos.

─ Siempre vi los pavos y los jamones, también las galletas y desee comerlos, ─ pronunció y me partió el alma, como siempre lo hacía cuando contaba algo.

─ Cuando mejores te prepararé un rico pavo, te haré galletas y compraremos jamón, ─  él sonrió asintiendo con mis palabras,  se giró de medio lado y me abrazó.

─ ¿Ya no te duele si te abrazo? ─ le pregunté mirándolo y él movió su cabecita negándolo.

─ ¿Qué fecha será entonces tú cumpleaños? ─ Le pregunté para ver si recordaba los meses y los días del año.

─ Treinta y uno de Diciembre, ─ respondió y yo, lo observé.

─ Tienes muy buena memoria, ─ referí analizándolo, él movió sus hombros.

─ Debíamos  aprender  muy  rápido  las direcciones, para entregar los regalos, si no lo hacíamos, no recibiríamos nuestros pitillos, ─ indicó y yo,  casi quise morir. Me lo imaginaba memorizando desesperado por una dosis, quizás por eso se debía su buen vocabulario y estaba hablando en plural.

─ ¿Le has contado a servicios sociales? ─ Pregunté y sus ojitos se llenaron de temor.

─ No, nadie puede saber o morimos, ─ refirió con miedo, lo abracé.

─ No temas, ahora tienes una familia para protegerte y nos tienes a Noah y a mí, que somos tus padres y te amamos mucho, ─ le hice saber abrazándolo, él acomodó su cabecita en mi pecho.

─ ¿Ya te sientes mejor? ─ Le pregunté.

─ Cuando tú me cuidas, me siento mejor. ─ Respondió haciéndome latir el corazón con fuerza.

─ Descansa, ─ susurré abrazándolo.

Luego de esa pequeña conversación, seguí con el teléfono conectada con mis tías, sin despegar a Caleb,  de mi pecho.

─ Te ves hermosa de mamá, ─ murmuró tía Valerie, por la vídeo llamada. Bajé mi mirada, observando la cabecita sin cabello de Caleb, sobre mi pecho y sus piernitas enredadas en mi cuerpo.

Estaba tan necesitado de protección y amor, que reconocía que el pequeño se había aferrado a mí. Sonreí con las palabras de mi tía, la puerta se abrió y Lumbardi, ingresó por ella, se asomó con una sonrisa.

─ Ahora te llamo tía, que acaba de llegar el señor Lumbardi, ─ le hice saber. Ella, frunció su entrecejo, pero no dijo nada.

Lumbardi, terminó de ingresar a la habitación con un gran peluche lleno de globos. El peluche, tenía en sus brazos una caja de chocolates y encima de esta, un frasco de perfume Francés.

Con cuidado me levanté de la camilla, él me abrazó felicitándome y entregándome el exagerado regalo. Observé que Caleb,  estaba profundamente dormido y entre susurros le conté lo que el niño me había contado, él me prestó atención, para mí Lumbardi, era la persona indicada para darme consejos,  ya que él, había conseguido la custodia temporal del niño y ya yo,  le había informado las intenciones de adopción de parte de Noah y mío.

─ No le cuentes a nadie, ni siquiera a servicios sociales, no deseamos a una banda de delincuentes merodeando a Caleb, deja todo en mis manos, ─ pronunció y yo, me estremecí con sus palabras.

─ No quiero que den con Caleb, musité ─ preocupada.

─ No lo harán, yo me encargaré de todo, pitillo morirá y Caleb nacerá, ─ pronunció con seguridad y yo,  entendí perfectamente sus palabras y reconocí que era lo mejor.

Lumbardi, duró una hora conmigo hablando, luego se retiró. Tía Abigail, llegó a felicitarme y a ver a Caleb, le pedí que se quedará un momento con el niño, para salir hacer una visita.

Yo, recorrí el pasillo, visité a Luna y luego a Jonás. Le entregué el regalo que le había comprado, él lo abrió observando uno  de sus libros favoritos de Harry Potter, acarició la carátula del libro.

─ Me dijeron que tú hermano estaba hospitalizado aquí y que tenía el mismo cáncer, que tengo yo. ─ Pronunció el niño.

─ Sí, está aquí, es más pequeño que tú, se llama Caleb, si deseas conocerlo te busco ahora más tarde, cuando despierte para llevarte a su habitación, ─ le propuse y Jonás, asintió. Parecía haber mejorado un poco su ánimo.

─ Te traje también esto, ─ murmuré levantando el envase de gelatina, él sonrió y yo, me alegré por él.

─ Te quiero mucho, ─ le recordé.

─ Yo, también. ─ Respondió abrazándome.

─ Si sigues mejorando, pronto te irás para tú casa, ─ susurré.

─ ¿Irás a visitarme? ─ Preguntó lleno de tristeza.

─ Por supuesto que iré, ─ mencioné asegundándole, él sonrió,  pero esa sonrisa no llegó a sus ojos.

Me despedí de él y de su madre, saliendo de esa habitación. Me dirigí nuevamente a la de Caleb. Tía Abigail, le estaba dando su platillo de frutas, me alegró mucho que ya estuviese comiendo.

─ Pensé que te habías ido, ─ pronunció Caleb.

─ Te dije que no me iría, estaba visitando unos niños y fui a ver como seguían Luna y  Jonás, ─ le di a conocer.

─ No quiero que te saquen,  porque no estás de guardia, ─ refirió el niño y yo, sonreí al escucharlo.

─ Nadie me sacará, porque tú ahora, perteneces a mi familia. ─ Le di a conocer.

Tía Abigail, se quedó observándolo, quizás notando que el niño ahora, se expresaba más.

─ Debo ir a buscar a la gorda y a Jean Carlos, al maternal. ─  Indicó tía Abigail.

─ Gracias por ayudarme, tía. ─ Le dije abrazándola, ella sonrió.

─ Me siento muy orgullosa de ti, pequeña. ─ Musitó y yo,  hice una mueca con mi rostro por ese pequeña, ella se carcajeó.

─  Le traje a Caleb,  más gelatina y algunas frutas que están en la nevera. ─ Me indicó y yo,  solo le volví agradecer. Se despidió del pequeño y mío, marchándose a buscar a los niños.

Recogí todo, cambié mis guantes limpiando a Caleb, unté alcohol en mis manos, cambié su tapabocas y el mío.

Me acomodé a su lado, tomé el cuento que había estado leyéndole estos tres días y comencé a leer, dejando que él también lo hiciera a su ritmo, para que fuese practicando. Noah, llegó a las veintiún horas sorprendiéndome.

─ Amor,  pensé que te quedarías esta noche en tú casa, ─ pronuncié levantándome de la camilla donde estaba con Caleb.

─ Me vine directo de la clínica para acá, ─ respondió sacándose la chaqueta de su cuerpo.

─ Pensé que pasarías un rato con Jaime, ─ le indiqué, buscando ropa hospitalaria para que se cambiara y estuviese más cómodo.

─ Su madre está con él y no deseo interrumpirlos,  nosotros lo tenemos todos los días, ─ pronunció y no era que me agradara mucho que su ex esposa, estuviese en la casa de Bill, pero pensé que él, esta noche dialogaría con ella.

─ Me daré una ducha, hoy he atendido muchos pacientes y estoy cansado, ─ musitó.

¿ERES MI TENTACION PROHIBIDA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora