CAPITULO 150 ARREPENTIDO Parte I.

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Samuel Ghill

Eran las dieciocho horas cuando  Valerie, llamó por teléfono a Sebastián,  informándole que Ivanna, había tenido una niña en horas de la mañana y estaba en el hospital;  respiré profundo, dándome cuenta que había llegado el momento de enfrentarme a la familia.

Cuando llegué al hospital y a la habitación donde tenían a Ivanna, todos me observaron como si fuese una película de suspenso.

Ashley  y Noah, fueron los únicos que se acercaron a saludarme. Ninguno me reprochó nada, pero la distancia fue notable.

Saludé a Ivanna y la felicité. Ella,  respondió un gracias, pero fue más por educación.  Hailey, tenía a la nueva miembro de la familia entre sus brazos y yo,  preferí retirarme, por la incomodidad que por primera vez sentí en esta familia, que tanto nos  habían apoyado en el pasado a mi hermana, como a mí.

Sebastián,  decidió quedarse con su madre. En el pasillo del hospital me conseguí con Lumbardi, el cual venía muy sonriente y con un gran peluche entre sus manos. Por lo visto él, se sentía ahora más de la familia que yo.

Valerie,  tenía una semana en el condado y él, también estaba nuevamente aquí. Apreté los puños y me retiré a mi casa.

La soledad me ahogaba y en horas de la tarde llegó Sebastián, pero solo. Mi hijo, me informó que su tía Abigail, lo había dejado en la entrada de la casa. Respiré profundo, porque mi hermana ni siquiera, fue capaz de bajarse del automóvil tan siquiera saludar.

─ Mañana nos vamos, mamá tiene un evento en el hotel de las Vegas, ─ me informó mi hijo.

Esperé en la sala que llegara Valerie, ella no podía estarse perdiendo por tanto tiempo. Llevaba una semana en el condado, pero no en nuestra casa, sino en la de Maximiliano, ayudando a Ivanna; al medio día cuando yo llegaba almorzar con Sebastián, ella estaba dormida en la que una vez fue nuestra habitación, descansando del trasnocho que le había dado la recién nacida en la casa de su hermano, me retiraba a mi consultorio con todas las ganas prendidas en mi cuerpo de meterme con ella en nuestra cama y en la tarde cuando llegaba nuevamente a nuestra casa, ya ella se había marchado nuevamente a la casa de su hermano; a mitad de semana no aguanté la tentación, ingresé silencioso y me acomodé a su lado y la abracé, pero...

Flashback.

─ Estoy bien mi amor, no te preocupes, ve a culminar  tus proyectos para que estés libre cuando viajemos, ─ respondió adormilada, el cansancio la vencía, y yo, sentí una patada en mi estómago, al darme cuenta lo mal que la había pasado, que nuestro hijo la acobijaba entre sus brazos, la llevé a mi pecho.

─ Te amo, ─ musité besando su cuello, deseaba arreglar todo entre nosotros, que ella me diera una segunda oportunidad.

Valerie,   se sobresaltó sentándose apresurada en la cama, tallando sus ojos con sus manos.

─ ¿Qué haces aquí? ─ Preguntó sorprendida, fijando su mirada en la mía.

─ Valerie, deseo que arreglemos esto, ─  sisee.

─ Ya no hay nada que arreglar Samuel, te di una oportunidad y fallaste nuevamente y sigues fallando, porque no la has dejado, ─ mencionó y bajé la cabeza con sus últimas palabras.

─  Si alguna vez me has amado y respetado, no vuelvas hacer esto, o me veré obligada, a pedirte que abandones la casa, ─ pronunció, mis ojos se expandieron por la sorpresa.

─ No deseo abandonar la casa, sabes bien, que no tengo donde ir ─  pronuncié arrepintiéndome por primera vez, haber vendido las propiedades de mis padres, que no eran mucho, solo una casa en Chicago y un apartamento donde vivimos apretados por años; hasta que ellos, lograron hacerse a la casa. La venta la repartimos entre Abigail y yo, por mi parte las invertí en unas acciones de la clínica, ¿Para que comprar otra propiedad si tenía esta? Me dicen aquel momento.

─ Mi único hogar, es este ─  musité observándola.

─ Lo sé, por eso no te lo pedí, pero por favor, que no se repita. Estamos separados y pronto estaremos divorciados, pero ambos debemos respetar nuestros espacios  y también respetar que este fue nuestro hogar. Aquí, no debemos traer a alguien más, ─ pronunció, entendí su punto, nunca he pensado en traer a mi ex asistente para este lugar, ni siquiera, en los momentos de soledad eso ha pasado por mi mente.

─ Nunca traería a nadie para acá, ─ pronuncié, ella me observó, leí la duda en su rostro, me dolió, porque si hay alguien que me conocía, era Valerie, al igual que yo a ella.

La observé, al parecer ella había perdido toda la confianza en mí y hasta estaba superando el dolor de mi traición.

Respiré profundo, levantándome con temor a lo que leí en sus ojos, salí de la habitación arrepentido de haber ingresado, porque no deseaba aceptar que la había perdido, era mejor vivir con la esperanza de que ella, me perdonaría nuevamente.

Fin del Flashback.

Dos horas habían pasado cuando Valerie, se dignó aparecer interrumpiendo mis pensamientos, llenos de recuerdos amargos que todavía me costaba procesar.

─ Deseo pasar más tiempo con mi hijo, ─ pronuncié cuando ella, pasó directo hacia las escaleras, como si yo no estuviese allí presente. Ella, se detuvo con mis palabras, girando su cuerpo para observar mi rostro.

─ No tengo problemas en que Sebastián, se quede contigo cuando yo esté en algunos viajes, es cuestión de que hables con él, ─ expresó, mi intención fue decirle que tampoco deseaba que ella, se perdiera tanto tiempo, pero sabía que eso empeoraría nuestra situación.

─ Hablaré con él mañana, ─ mencioné, ella asintió y siguió su camino dando por terminada nuestra charla.

Me quedé observando su andar ¿Cómo permití que esto avanzara tanto? Me pregunté lleno ahora de rabia conmigo mismo y ansiedad.

Valerie y Sebastián, se marcharon y la soledad se volvió a sentir mucho más profunda y con una corazonada, ya que nada había salido bien.

Estaba en el departamento de mi ex asistente, levanté mi brazo izquierdo observando mi reloj, eran las veintidós horas. Fruncí el entrecejo y volví a tocar el timbre, saqué mi teléfono marcando su número.

─ ¿Dónde puede estar a esta hora? ─ Me pregunté, su teléfono repicó varias veces, pero nada que respondió, la llamé varias veces y fue lo mismo.

Me devolví a la casa, al otro día temprano volví al departamento y fue lo mismo. Me retiré del edificio, llegué nuevamente a mi casa, era sábado y no tenía consultas programadas, normalmente los fines de semana eran de mi esposa y mi hijo, pero estaba solo, y cada día sentía más la pesadez de la separación. Cada día, me hacían más falta Valerie y Sebastián,  absolutamente todo lo que había en la casa me recordaba a ellos y me hacía anhelarlos cada vez más. 

Llamé por teléfono nuevamente a mi ex asistente, por fin me respondió, informándome que estaba con su hijo, el cual estaba presentando fiebre desde ayer, le dije que lo preparara para que lo lleváramos a la clínica, pero al niño, ya lo había revisado el pediatra.

Mi fin de semana fue en solitario, sintiendo como mi propia casa me ahogaba, salí y decidí ingresar a un pequeño piano bar.

Llevaba unas cuantas copas que en vez de hacerme olvidar mi soledad, me la hizo recordar más. A mi mente fueron llegando  los momentos que pasé con Valerie, estos recuerdos  se hicieron tan presentes como mi soledad.

Después de varias copas más, llegué a mi casa y en cada rincón, solo veía a Valerie, con su sonrisa y sus mimos.


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