Al día siguiente, ya era sábado y la noche anterior Jughead dejó a Betty en su casa y se despidieron como dos inocentes adolescentes; Con un beso, pero no un beso pequeño como los que se habían dado. Un beso profundo y apasionado.
Ese sábado, temprano, Jughead fué por Betty a su casa para después ir por los niños a la casa Cooper. Alice y Hall amaban pasar tiempo con esos dos pequeños.
Cuando Betty y Jughead entraron a la casa, Hall estaba jugando Fútbol con los niños en el jardín, siendo él quien estaba frente a una pequeña portería mientras los niños intentaban anotar un gol.
—¡Dale Diego, dale!— Le gritó Lili, detrás de el.
—¡Tu puedes chiquito!— Lo animó Alice.
Diego pateó el balón con todas sus fuerzas y entró en la portería, a pesar de que Hall intentó evitarlo.
—¡Ese es mi muchachito!— Gritó Hall, corriendo hacia él y tomándolo a él y también a Lili en sus brazos. —Que buenos jugadores—
—Hall...— Lo llamó Alice, acercándose. —Baja a los niños, vinieron por ellos—
—¿Que?— Preguntó Hall, dejando a ambos niños en el suelo y mirando a su esposa con desilusión. —Pero tenemos otros dos partidos pendientes—
—Será otro día papá— Respondió Betty, acercándose al jardín con una sonrisa.
Ambos niños abrieron los ojos como platos con una sonrisa y corrieron a Betty, siendo recibidos por un abrazo maternal.
—¿Y a mí nadie me extrañó?— Preguntó Jughead, acercándose. —Vengan a darme un abrazo ustedes dos—
—Perdon papi, pero las mujeres primero— Le recordó Diego, separándose de Betty y luego acercándose a su padre para abrazarlo.
Jughead sonrió y abrazó a su hijo y luego miró a Lili. —Princesa... ¿Dónde está mi abrazo?—
Lili sonrió, sonrojada y también abrazó a Jughead, el ojiazul mayor abrazando a ambos niños y llenándolos de besos.
Después de despedirse de los Cooper, Betty y Jughead subieron a la camioneta y los niños iban detrás, contentos; La habían pasado muy bien con los Cooper.
—Atención...— Habló Jughead mientras conducía. —Betty, Lili... Diego y yo las llevaremos a casa para que recojan sus cosas. Estarán el fin de semana con nosotros en la mansión—
Lili abrió bien grandes los ojos. —¿Tu casa que parece un castillo?—
—Si... Pero un castillo no puede ser un castillo sin una princesa como tú o sin una reina como tú mamá— Admitió Jughead, mirando a Betty con una sonrisa de reojo.
Betty bajó la mirada, sonrojada y Lili también lo estaba. Jughead amaba que las dos tuvieran esa cualidad tan hermosa de ponerse rojas con cualquier cumplido o palabra linda.
Llegaron a la casa de Betty y ésta y su hija bajaron de la camioneta para entrar a la casa y buscar lo que necesitarían para ese fin de semana en la mansión de Jughead.
Mientras tanto, Jughead y Diego esperaban, ambos apoyados sobre la camioneta.
—Papi...— Lo llamó Diego, mirándolo. —¿Por qué tardan tanto?—
Jughead lo miró con diversión y despeinó su negra cabellera. —Son mujeres hijo. Eso es normal en ellas—
Diego soltó una pequeña risa. —Mujeres—
—Si... Mujeres— Respondió Jughead, divertido.
Betty y Lili por fin salieron de la casa y mientras Betty la dejaba cerrada, Jughead las ayudaba con sus mochilas, metiendolas a la camioneta.
—Espero que hayan traído sus trajes de baño— Dijo Jughead mientras conducía. —Porque vamos a jugar en la piscina—
—¡Si, la piscina!— Chilló Diego, emocionado. —Es muy aburrido jugar en la piscina yo solo—
—No te preocupes Diego, jugaremos en la piscina juntos— Aseguró Lili con emoción.
Betty y Jughead cruzaron miradas por un momento con una sonrisa, felices de tener una relación tan bonita y que sus hijos se llevaran tan bien.
Finalmente llegaron y fueron recibidos felizmente por Cata, quien se alegró mucho de tener a las dos rubias ahí. Luego Jughead y su hijo se adelantaron a ir a la piscina mientras las chicas se preparaban.
Luego Betty salió del interior de la mansión con un bikini negro que apenas se veía porque estaba debajo de una bata fina de ceda blanca y también traía un lindo sombrero. Traía a Lili tomada de manos, quien llevaba un bañador rosa con mariposas de una sola pieza.
Jughead y Diego aún estaban fuera de la piscina cuando las chicas llegaron y Jughead se acercó a ellas.
—Ya que están aquí, vean lo que hago— Pidió Jughead, largándose a correr a la piscina y haciendo un clavado para después sacar su cabeza. —¿¡Vieron eso!?—
—¡Bravo!— Contestó Betty, aplaudiendo y sentandose sobre una tumbona.
—¡Aquí voy papi!— Chilló Diego, corriendo hacia la piscina y haciendo un clavado también.
—Ese es mi hijo— Contestó Jughead con una sonrisa, nadando hacia su hijo.
—Ese es mi niño— Celebró Betty, aplaudiendole y luego mirando a su hija, quien parecía querer entrar a la piscina ya. —Mi amor... ¿Quieres entrar?—
Jughead nadó hasta la orilla de la piscina y miró a Lili. —Princesa... Si quieres ven, no tengas miedo—
Lili miró la gran piscina y tragó saliva. —Es muy grande—
—Oye...— La llamó Jughead, aún en la orilla de la piscina. —No temas, confía en mi, no permitiré que te pase nada pequeña—
Lili lo miró un momento y se acercó lentamente, metiéndose con cuidado en la piscina y siendo tomada por Jughead, quien se encargó de sujetarla desde que tocó el agua.
—¿Sabes nadar?— Le preguntó Jughead a la niña, aún con ella en sus brazos, mirándola.
Lili asintió. —La piscina es muy grande y me da un poco de miedo—
—No te asustes, te vamos a proteger— Aseguró Diego, acercándose sobre un flotador de flamenco.
—Peque... Te voy a soltar lentamente, pero si me necesitas voy a estar justo aquí... ¿Bien?— Le propuso Jughead a la niña.
Lili asintió y Jughead la soltó en el agua. La pequeña empezó a nadar y luego se sujetó del flotador de flamenco de Diego.
—Eso es princesita— Celebró Jughead, nadando hacia ambos niños. —Ustedes son más buenos que yo—
Betty aún no se había metido a la piscina porque simplemente estaba disfrutando la vista que tenía; Jughead era un gran padre para su hijo y se estaba comportando como un padre hasta para su hijita.
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