Jughead estaba en su oficina, en la empresa, pero moría por terminar lo que estaba haciendo e ir con su mujer. Ya la extrañaba, ya deseaba verla, besarla.
—Jughead— Lo llamó Sweet pea, entrando a su oficina con un formulario en mano.
—Ahora no, Sweet pea— Negó Jughead, poniéndose de pie y mirándolo mal. —Voy a ver a mi mujer—
—Se que pierdes el control cuando tu mujer está cerca, pero esto es importante— Avisó Sweet pea.
—Sweet pea, tu no entiendes— Contestó Jughead, mirándolo. —Tengo... Un mal presentimiento. Si no la veo ahora voy a morirme. ¿Entiendes?—
Sweet pea levantó ambas manos en defensa. —De acuerdo, ve con ella ahora y mejor me comunico con Cheryl—
—Está bien, gracias Sweet pea— Agradeció el ojiazul, largándose a correr y saliendo de la oficina.
Jughead corrió tres pasillos hasta la oficina en la que estaba Betty e incluso entró sin siquiera tocar la puerta. Cuando lo hizo, Betty estaba dormida con su cabeza sobre el escritorio.
Dormida en su oficina sobre el escritorio. Eso no era normal, por lo que eso despertó mucha preocupación en Jughead inmediatamente.
—Nena...— La llamó Jughead, acercándose y moviéndola para despertarla, dejando numerosos besos en su cabeza. —Nena, mi amor...
—Mmm...— Se quejó Betty, sin moverse. —¿Qué... Qué pasa?—
—Bebé despierta— Dijo Jughead, besando todo su rostro cariñosamente. —¿Qué tienes mi amor?—
Betty levantó la cabeza y luchó por abrir los ojos, bostezando. —¿Acaso me dormí en la oficina?—
—Mi amor... Claro que te dormiste en la oficina mi vida. ¿Qué ocurre? ¿No dormiste anoche? ¿Te sientes mal o algo así?— Preguntó Jughead, preocupado.
Betty negó con su mejor sonrisa. —Estoy bien, solo estoy más cansada de lo usual—
Jughead la miró con una ceja alzada. —¿De verdad amor? ¿Y eso por qué?—
—No lo sé— Contestó, tratando de ponerse de pie hasta que un mareo la obligó a sujetarse del escritorio.
—Hey...— Dijo Jughead, acercándose y sujetándola, pegándola a él. —Oye... ¿Qué ocurre amor? Si no te sientes bien puedo llevarte a casa—
—No creo que valla a ser necesario Jug— Negó Betty, volviendo a sentarse.
Jughead la miró detenidamente y posó una mano en su mejilla, sintiendo su piel fría y viendo su color pálido. —Bebé... Tu no estás bien. Quiero que me digas una cosa—
—¿Qué?— Preguntó Betty, mirándolo a los ojos.
—¿Sientes náuseas además de mareos?— Preguntó.
Betty suspiró. —Jug...
—Responde mi amor. Me urge saber si podrías estar enferma o... Embarazada— Dijo Jughead.
—¿Qué?— Preguntó Betty, con un brillo en sus ojos. —¿Crees que estoy... Embarazada?—
—No lo sé, o es eso o estás enferma y te urge ir al...
En ese momento Jughead se vió interrumpido cuando Betty tuvo que correr al baño de la oficina de repente. Cuando su esposo la siguió, ella estaba pegada al retrete, vomitando y él rápidamente le sujetó el cabello y empezó a dejar suaves caricias en su espalda.
—Ya, está bien. Sácalo amor, sácalo todo, muy bien— La animó Jughead.
Cuando la ojiverde pudo terminar de vomitar, Jughead la tuvo que ayudar a salir del baño porque ese episodio la había debilitado mucho. Él la obligó a salir del edificio e ir al auto para llevarla a casa, ella no se sentía bien.
Cuando Jughead empezó a conducir, en vez de tomar la ruta hasta la mansión, tomó otra ruta y llegó hasta una farmacia.
—Vamos a salir de esa duda ya mismo— Aseguró, poniéndose una gorra negra que traía en el auto y unas gafas negras. —No te muevas de aquí, ya vuelvo—
Betty lo miró con una ceja alzada y Jughead salió del auto y en dos minutos ya estaba de regreso con dos paquetes en una bolsa negra.
—Haztelas en casa— Exigió Jughead, quitándose la gorra para encender el auto y empezar a conducir.
Betty sacó los dos paquetes de aquella bolsa negra y su corazón se aceleró cuando vió que eran dos pruebas de embarazo.
Sí, había una alta probabilidad de que estuviera embarazada y tanto ella como su esposo deseaban con todo su ser otro bebé, pero el pensar en el hecho de no tener solo dos niños que cuidar, si no tres, era algo que los podría poner nerviosos.
Al llegar a casa, Jughead estacionó el auto y junto a su esposa entró a la casa. Entonces él la miró.
—Escucha— Pidió Jughead, posando una mano en su mejilla. —Vas a hacerte las dos pruebas de embarazo y yo estaré afuera para avisarte cuando pasen los dos minutos... ¿Bien?—
Betty asintió. —Está bien—
La ojiverde subió las escaleras, fue a la habitación que compartía con su esposo y se encerró en el baño para hacerse las dos pruebas de embarazo.
Jughead estaba afuera con el cronómetro en su celular y no sabía dónde esconder esas ansias y esa emoción que sentía por saber si realmente iba a tener otro hijo.
No había nada que quisiera más que tener un bebé con Betty.
—¿Lista mi amor?— Preguntó Jughead. —¿Puedo activar el cronómetro?—
—Si— Confirmó Betty, nerviosa.
Esos dos minutos probablemente fueron los dos minutos más largos del mundo para ellos. Jughead miraba el cronómetro con desesperación y dentro de aquel baño Betty tampoco sabía cómo contener esos nervios.
—¿Ya?— Preguntó Betty, con voz nerviosa.
—Ya casi amor, ya casi— Respondió Jughead, mirando el cronómetro con atención. —Ya, sal, sal por favor que ya no aguanto, quiero ver—
No se escuchó nada por un segundo hasta que la puerta del baño se abrió, dejando ver a una Betty con lágrimas en los ojos, tendiéndole ambas pruebas de embarazo a su esposo.
Jughead las tomó y cuando vió las dos rayas que indicaban que ambas pruebas estaban positivas, una emoción calentó su pecho de tal manera que empezó a saltar como un niño pequeño.
—¡Estás embarazada! ¡Estás embarazada! ¡Tendremos un bebé, tendremos un bebé!— Gritó Jughead, abrazando a su esposa y llenándola de besos. —Me has hecho tan feliz mi amor, no sabes lo mucho que te amo, te amo te amo y te amo mi amor— La besó una y otra vez en la mejilla.
Betty rompió a llorar de la felicidad, abrazando a su esposo con fuerza. —También soy feliz, Juggie. Te amo—
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