Betty fue la primera en despertar y cuando lo hizo se dió cuenta de que ella y su esposo se habían quedado dormidos después de tener sexo como tres veces seguidas sin descanso.
Ella abrió los ojos, entre los brazos de su esposo y cuando se giró a mirarlo se encontró con su cálida y amorosa mirada.
Esos ojos que la miraban con ese amor, esa mirada que la hacía estar segura de que él la amaba, que él era el indicado.
—Buenos días mi reina— Le habló Jughead con una sonrisa.
—Buenos días Juggie— Respondió Betty con una sonrisa. —Espero que anoche no hayas acabado conmigo como en nuestra Luna de Miel—
Jughead soltó una risa, besando su frente. —No prometo nada—
—Juggie... Tengo hambre— Admitió Betty con un puchero.
—Lo sé, bebé— Contestó Jughead, acariciando su rostro. —¿Quieres que traigan el desayuno acá o bajamos?—
—Bajamos— Pidió Betty, sentandose sobre la cama con una sonrisa. —Estamos en Cancún. Quiero verlo todo—
Jughead sonrió, sentandose también sobre la cama. —Entonces vamos a bañarnos y a cambiarnos—
—Espera. Dijiste... ¿Bañarnos? ¿Bañarnos juntos?— Preguntó Betty con diversión. —Sabes muy bien lo que pasa cuando nos bañamos juntos—
—Si, esa es otra razón para bañarnos juntos. Así hacemos un mañanero, ahorramos agua y ahorramos tiempo. ¿Qué crees?— Propuso Jughead.
Betty sonrió con maldad, golpeando el hombro de su esposo. —Eres un maldito genio, Jones. El sexo en la bañera es el mejor—
—El sexo contigo es el mejor sea donde sea, como sea o a la hora que sea— Aseguró el pelinegro, besando rápidamente los labios de su esposa. —Pero dejemos de decirlo y hagámoslo—
Betty se mordió el labio y en minutos Jughead ya la tenía contra la pared del baño, penetrándola con violencia, dándole con ganas. Ella gemía sin control mientras enredaba sus piernas alrededor de la cintura de su esposo y se sujetaba con fuerza de su espalda.
Él la tenía agarrada de las caderas y cada golpe dentro de ella era más profundo que el anterior, echando pasión en la bañera mientras el agua caía sobre sus cuerpos calientes. Él se corrió dentro de ella y ella alcanzó su orgasmo en aquel baño y después de eso terminaron de bañarse para salir de la ducha.
Betty se peinaba frente al espejo del armario de la habitación, con un vestido azul cielo sencillo puesto cuando su esposo se acercó, le quitó el peine y él mismo empezó a desenredar su rubio y largo cabello.
—Desde que aprendiste a peinar veo que te gusta hacerlo— Admitió Betty con diversión.
—Se lo debo a mi niña Lili— Contestó orgulloso Jughead mientras peinaba con cuidado el cabello de su mujer. —También peino a mi bebita Samantha. Tiene el cabello como el de su papi—
Betty rodó los ojos, divertida. —Sigue echándome en cara que nuestra bebé se parece a ti, pero apúrate, tengo hambre—
—Pero eso no era lo que me decías cuando te lo estaba haciendo en la ducha— Admitió Jughead, divertido.
—¡Jug!— Lo regañó Betty, sonrojada.
Jughead soltó una risa y en pocos minutos ambos salieron de su suite de lujo y fueron hasta el restaurante del hotel para degustar el desayuno. Se sentaron en una mesa para dos, uno frente al otro. Estaban probando Molletes y Café de olla como desayuno.
—Mi sueño frustrado siempre fue probar comida mexicana— Expresó Betty mientras probaba un mollete. —Mmm... Esto está delicioso—
—Y las buenas noticias es que tenemos aún dos semanas para degustar la comida de México— Le recordó Jughead mientras se tomaba su café de olla. —Me encanta éste café. ¿Ya lo probaste amor?—
Betty negó y tomó la taza en la que estaba el café, dándole un sorbo. —Ay por favor... Es la primera vez que lo pruebo. ¡Está riquísimo!—
—Probamos los chilaquiles y después nos preparamos para ir a la playa, aunque creo que sería mejor ir a la playa más tarde. No quiero que te quemes tu preciosa piel mi vida— Sugirió Jughead.
—Mi amor, para algo existe el bloqueador solar— Le recordó Betty, divertida. —Ahora pide los chilaquiles—
Después de probar por primera vez los chilaquiles y quedar encantados con el sabor, Betty y Jughead regresaron a la suite para colocarse los trajes de baño y ponerse bloqueador solar. Entonces salieron a la playa tomados de las manos.
—Juggie, vamos a entrar al agua— Pidió Betty, quitándose el sombrero y las gafas de sol que traía.
—Deja tus cosas sobre nuestra tumbona y vamos al agua— Aceptó Jughead con una sonrisa.
Eso hizo la rubia, pero cuando Jughead la vió acercarse con ese sexy bikini color lila su mirada empezó a detallar cada curva de su precioso cuerpo, a pesar de haber tenido a su bebé hace solo unos meses atrás.
—Mis ojos están aquí arriba— Avisó Betty con diversión, acercándose a su esposo.
Jughead sonrió y la tomó de ambas manos, algo nervioso. —Betts... Hay algo que quiero decirte en honor a este primer año como esposos. Yo... Después de ser padre por primera vez solo pensaba en el trabajo y en mi hijo. Bueno... Más en el trabajo que en mi hijo pero luego llegaste tu— Sonrió, con los ojos cristalizados. —Tu, Betty. Llegaste a mi vida y a la de mi hijo y tú y esa pequeña princesa que me diste lo cambiaron todo. Lo eres todo, Betty. La mejor madre, la mejor esposa y compañera de trabajo. Mejoraste mi familia y la hiciste más grande dándome dos hijas preciosas, otros dos motivos para seguir. Te amo, Betty—
Betty sonrió con los ojos cristalizados, besando sus labios. —Juggie... Tu me demostraste que no todos los hombres son iguales. Tenía mucho miedo, pero me animaste a abrir mi corazón y darle una oportunidad al amor y ahora tengo un hijo y otra princesita. Jug... Nunca había sido tan feliz en la vida. Gracias por amarme a mi y a mi niña sin condiciones. Este es el primer aniversario de muchos, muchos más— Aseguró, limpiándose una lágrima de la felicidad.
Jughead sonrió y la besó, se besaron con cariño y mucha, mucha dulzura. La verdad era que ambos tenían el corazón roto cuando se conocieron, pero juntos superaron el pasado para reparar el corazón del otro y salir adelante, juntos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
