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—Mi hermano... Debe estar esperándome con Katherin en la biblioteca— Contestó Lili, pasándose una mano sobre la cara.

—¿Tu hermano? ¿Cuánto rato tiene esperando?— Preguntó Noah.

Lili lo miró y suspiró. —Desde que salí de ahí—

—Es mi culpa— Aseguró Noah, apenado. —Es mi culpa, yo...

—Noah— Lo interrumpió Lili, sonriéndole. —Si hay alguien aquí culpable soy yo misma por dejarme llevar—

—Al menos déjame acompañarte. Bueno... Si quieres— Sugirió nervioso el chico, rascándose la cabeza.

Lili le sonrió una vez más. —Gracias. Está bien, vamos. Pero que mi hermano no nos vea, es algo celoso—

Noah sonrió y juntos fueron hasta la biblioteca, en donde un Diego muy desesperado quería verla con urgencia.

—Esa niña... ¿Qué demonios es lo que está haciendo?— Preguntó Diego, preocupado, caminando de un lado a otro.

—Diego, tranquilo— Trató de calmarlo Katherin, acercándose y tomando su rostro entre sus manos. —No creo que le haya pasado nada—

—Es que tú no entiendes— Contestó el chico, angustiado. —Lili está enferma. Ya sabes, asma. ¿Qué pasa si le da un ataque y nadie se entera?—

—Diego, no pensemos lo peor— Pidió Katherin.

—Hola, perdón— Se disculpó Lili, acercándose. —¿De qué me perdí?—

Diego suspiró, aliviado y se acercó a ella. —Hasta que apareces. ¿Dónde estabas? Estaba preocupado—

Katherin soltó una risa. —A Diego casi le da un infarto—

—¿Qué estabas haciendo que tardaste tanto?— Preguntó el ojiazul, serio.

Lili los miró y se quedó en silencio un momento. —Yo... Yo... No encontraba mi celular— Mintió. —No encontraba mi celular y tuve que buscarlo—

—¿Segura?— Le preguntó Diego, alzando una ceja.

—Si, muy segura— Contestó Lili. —Bueno... ¿En dónde nos quedamos?—

—Toma asiento y olvida al rígido de tu hermano— Pidió Katherin, divertida.

—Escuché eso— Se quejó Diego.

—Pues qué bueno porque era para que lo escucharas— Bromeó Lili con diversión.

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Betty y Jughead tuvieron tiempo de tener sexo otras dos veces y luego bañarse para ir a buscar a sus hijos; Betty tenía un sencillo vestido floral y Jughead una camiseta azul, unos jeans y unas Vans azules también.

Se sentían bien, habían descargado un poco de la tensión sexual que se guardaban desde temprano.

—Llevemos a Milo— Pidió Betty, tomando en sus brazos al perro mayor que ya tenía algunas canas.

Jughead soltó una risa y besó los labios de su mujer y acarició al perro. —A los chicos los hará muy felices verlo. Vamos—

Los tres fueron al auto. Jughead al volante, Betty de copiloto y Milo atrás. Iban reproduciendo música en la radio a un volumen aceptable e iban en un cómodo silencio.

Estaban satisfechos y felices con la vida que habían construido. Con el trabajo, su relación, sus hijos y su familia. Todo estaba bien, al menos por ahora.

Primero llegaron al colegio de la más pequeña y la niña corrió al auto y entró, contenta y algo sudada.

—Hola mami y papi— Saludó Samantha con una sonrisa y luego miró a Milo. —¡Milo!— Lo abrazó.

Mi Otra Mitad "Bughead"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora