Harta de soportar a un marido infiel, una cuñada entrometida y a medio mundo que se puso en su contra, la condesa Miriel optó por planear un divorcio conveniente.
-Ella y el conde son unas víboras háganme caso y empaquen sus maletas- planeaba sacar...
En las profundidades de la tierra, se mantenía oculta del mundo la ciudad rebelde de Sión. El grupo estaba atónito al verse inmerso en un mar de criaturas, en su mayoría duendes, que prestaban atención a la persona vestida con ropa colorida ridícula y parada en una colina tallada de mármol.
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Dicho personaje pintoresco, era quien estaba dirigiendo a la multitud para entregar otra profecía sobre la próxima revolución contra Khim y sus legiones de engendros. El oráculo Tarrant Ratchetter, había recibido el llamado del dios Morfeo para señalar a quienes los liberarían pronto.
El grupo llegó en un momento complicado y tratando de avanzar entre los miles de creyentes hasta la carpa de Doreema, casi no escucharon de que se trataba la congregación.
-¡Nuestros dioses se han pronunciado y han vaticinado que de los cinco jinns que nos guiarán a la victoria, solo uno será quien destruya el corazón del tirano Khim usando al asesino de dioses que vino de las estrellas para liberar a nuestros hermanos cautivos!-
Los mejores trolls herreros del distrito Masamune, colocaron una espada forjada recientemente de un meteorito sobre un duvé rojo.
-¿Eso es lo que creo que es? ¡Piedras filosofales!- usando su catalejo, Arthur vió la decoración enjoyada de la vaina que guardaba a la espada
La avaricia reflotó y alejándose de sus camaradas, fue en una misión de usura.
Mientras, la muchedumbre se levantó en gritos y aplausos. Por fin una noticia que pensaron jamás oirían, se matizaba con la primera partida de Khim hacia la ciudadela en dos días. Quien no conociese la situación de los habitantes del Bastión que diariamente sufrían de brutales ataques y secuestros para ser usados como alimento del dragón, diría que aquello que decía Tarrant eran patrañas de un delirante.
Los revolucionarios se habían enfrentado a la pérdida de sus seres amados que si no acababan en los campos de concentración, serían puestos como platillo. Estaban hartos, al punto de crear una fuerza en paralelo a la de los infieles.
Sea como fuere, Khim tendría que morir tarde o temprano por quién estuviese dispuesto a sacrificarse y que mejor excusa que usar el terrible pecado de los infieles para avivar las llamas de la rebelión.
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