Marido celoso

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Las corridas en la mansión se habían vuelto muy habituales y escandalosas. Las mucamas no paraban de quejarse y tenía que escuchar sus constantes reclamos hacia mis hijas.

-Señora! Dígale a la señorita Sirin que no fue mi culpa. Casi salgo lastimada con el vaso que lanzó!-

-Sirin, eso es cierto?- simulaba desinterés a las palabras de la mucama mientras bebía mi café

-Es mentira. Es culpa de esta gata igualada. Le dije que quería el vestido sin sobrefalda y la estúpida me trajo lo contrario!- me hija actuaba como una maniática a propósito

-Pero señora!-

-Entonces mi hija no tiene la culpa. Admite que te has equivocado- su ira se estaba filtrando al exterior

Luego de una disculpa forzada, la mucama se retiró con la cara colorada como un tomate. La desgraciada merecía una peor humillación que la que recibió el día de hoy. Fue ella junto con las otras malditas, quienes le habían colocado chinches a las ropas de mis hijas para que pasaran vergüenza en la fiesta de té de los barones Krest.

También se dedicaban a robarles joyas y ropa a escondidas valiéndose del hecho de haber sido designadas como mucamas personales de mis hijas por el bastardo de Damian.

Con lo de hoy, no tardarían en tomar represalias poniendo cosas asquerosas en la comida y quejándose directamente con el señor de la casa. Lo que estás víboras no tenían idea, era que estaban bailando en mis manos y colaborando con mi divorcio sin saberlo.

Mientras más quejas se acumulen, peor para Damian pero necesitabamos echar más combustible para avivar el fuego y ahí es donde entraría mi querido Rasmi.

-Mamá, ¿cuánto más debemos aguantar?- Marjane quería irse de aquí desde que supo del plan y para evitar al acosador traído por Damian

-Shhh pronto. No olviden que las paredes tienen oídos- asintieron para seguir merendando

-Miriel, qué ocurrió ahora? Las mucamas dijeron que Sirin exageró un malentendido!- Damian llegó muy cabreado como lo esperaba

-Malentendido? Según oí, la mucama se equivocó. Si fuese un error no se hubiese disculpado, o sí?- puse mi mejor sonrisa al mirar de reojo a la perra chismosa que se ocultaba detrás de su dueño

-Arrggh ya fue suficiente por hoy. Lily, tráeme la merienda- recibiendo una mirada despectiva, la mucama tuvo que obedecer

En veinte días, Damian ya estaba al borde del colapso y a un paso de exigir que nos fuéramos. Sólo debíamos soportar un poco más.

-Sobre esa muchacha...- Quise hablar pero no me dejaron

-Olvídate de ella, yo me encargo- se sentó con nosotras y con los ojos le envié la señal a Sirin

-No quiero a esa estúpida como mi mucama. Quiero otra más competente!- el histeriqueo era algo que Damian no toleraba

-Sirin, ya lo hablamos. Lily es la mejor en su trabajo, por eso te la designe. Es muy capaz y...- su voz se suavizó bastante

-No, dije que quiero otra!!!‐ su comportamiento era cómico y molesto

-Esta bien, pero deja de gritar!-

-Si ella puede tener una nueva, yo también. Quiero otra mucama!- Marjane entró al juego

Cada vez, la conducta maleducada de mis hijas sería agobiante para su entereza y solo podía decir que sí a todo.

*Toc toc*

Otra mucama entró para anunciar la llegada de unos visitantes que se presentaron como un mercader y su asistente.
Un hombre trajeado, muy guapo que se presentó como Rotterdam, iba acompañado de un joven de unos 15 años igual de elegante llamado Sam. Dijeron traer el pedido de la condesa y que venían por el pago.

Matrimonio por Conveniencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora