Me desplomé en brazos de Rasmi debido al agotamiento. Al abrir mis ojos, desperté en un bote en medio de un pantano iluminado por criaturas voladores con forma de lámparas que revoloteaban alrededor. El flujo del agua me llevaba a quien sabe dónde y el paisaje costero era de un verdor espeso casi fantasmal.
El bote encalló y decidí bajar a explorar cuando comencé a oír la risa de una niña a lo lejos. Caminando entre las flores y hongos gigantes, llegué a un claro donde varios seres peludos llevaban cajas para ingresar a un inmenso mercado lleno de luces.
Me puse a recorrer el sitio buscando el origen de aquella risa entre tanto, curioseaba. Las criaturas que atendían los puestos, eran variopintas desde lagartos enormes, árboles humanoides, hombres bestias hasta personas diminutas del tamaño de una banana que se inclinaban al verme. Muchos me ofrecían sus productos pero al no tener con que pagar y desconociéndolos, me negaba educadamente.
Más allá de este misterioso mercado, un castillo rojo tan alto como una montaña, se erigía siendo custodiado por un muro de rosas rojas y guardias de aspecto reptil que al verme parada enfrente a los portones de oro, se apartaron para dejar salir a alguien.
-Mamá, viniste!!!‐ con un extraño vestido azul y cargando un libro, Marjie salió corriendo
-Mi bebé! Estás bien?! Muak!- la abracé tan fuerte al verla sana
-Mamá, deja de besarme frente a ellos!- estaba avergonzada y me señaló a dos personas o eso parecían
-Saludos Gran Madre Miriel, es un placer conocerla en persona- un ser de dos cabezas y uno andrógino, me saludaron
-Ellos son el Rey Rojo Perfecto Rebis y la Reina Blanca Lilu. Son mis nuevos amigos y yo soy su contratista! También me dieron estos!- girando, me enseñó su ropa y unos pendientes de esmeralda en forma de tréboles
-Estás tan hermosa y me alegro que estés a salvo. Muchas gracias por cuidarla y disculpen las molestias- temía que con su personalidad, mi hija hubiera hecho de las suyas en una casa ajena
-Al contrario, su presencia fue placentera-
Me invitaron a pasar y me guiaron hasta un jardín de rosas blancas para participar en una fiesta del té, donde tres mujeres semidesnudas nos aguardaban.
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Matrimonio por Conveniencia
De TodoHarta de soportar a un marido infiel, una cuñada entrometida y a medio mundo que se puso en su contra, la condesa Miriel optó por planear un divorcio conveniente. -Ella y el conde son unas víboras háganme caso y empaquen sus maletas- planeaba sacar...