Harta de soportar a un marido infiel, una cuñada entrometida y a medio mundo que se puso en su contra, la condesa Miriel optó por planear un divorcio conveniente.
-Ella y el conde son unas víboras háganme caso y empaquen sus maletas- planeaba sacar...
En la mansión de los barones Krest. La sirvientas terminaban de decorar el salón de fiestas para el cumpleaños de Sandra.
Como acostumbraban desde que se hicieron ricos con la mina de diamantes y compraron su título, la opulencia predominaría para mostrar su posición ante la sociedad. Al ser los 15 años de su adorada hija, no escatimarían en gastos salvo que existía un detalle que no podía dejarse pasar.
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Sandra tenía el prontuario de ser muy antipática, berrinchuda, engreída, narcisista y cruel con quienes no fueran nobles pero ese comportamiento, se potenció cuando Thobias Torrents supuestamente le arruinó la vida. Lo que sólo las lechuzas sabían, era que ambos estaban por comprometerse pero eso se disolvió cuando drogaron a Sandra y la abandonaron desnuda en una fiesta del Sharonet.
Desde ese punto, ningún muchacho se le acercaría en su sano juicio y eso solo la volvió más volátil al verse sin pretendientes. Usando el pretexto de haberse vuelto loca, vió su oportunidad de obtener todo lo que quería y así iría tras el único a quien deseaba desde niña; Franklin Hudson.
Al principio solo era un capricho el querer a alguien que no estaba interesado en ella y que tenía ojos para una persona; su prima en aquel entonces Sirenia Hudson. Pese a no ser de sangre noble, Sirin llamaba más la atención de todos los muchachos más que ella por su belleza natural pero temiendo la ira de la condesa Miriel, todos evitaban acercársele.
Invitación que enviaba a fiestas, Sandra siempre esperaba que las hermanas Hudson asistieran para hacerles perder la cara. Excepto que no contaba con que fallaría estrepitosamente cuando dejaron de ir por orden de su madre. Si ellas no iban, sus primos menos y eso ponía furiosa a Sandra que no podía ver a Frank.
Encontró que su locura llegó en buen momento y poniéndose histérica, logró que su padre la comprometiera con Frank con una dote importante de diamantes de por medio usando a Cinder Hudson. Esta muy gustosa, vendió a su hijo sin consultarle ganándose su rencor. Creyendo que realmente había triunfado en su ambición, iba a restregárselo a Sirin en la próxima fiesta cuando el escándalo de su violación se destapó en la prensa.
Para acallar los rumores y la vergüenza, el barón Krest intervino y llegando a un acuerdo con Stuart Hudson, anuló el matrimonio arreglado de su hija.
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