El niño que se perdió en el mar

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Cayendo al abismo marino, Rayden se vió rodeada de tentáculos que la empujaban dentro de una burbuja.

Despertando en brazos de macabras sirenas, vió que más que curarla, la debilidad la invadía al sentir como drenaban su sangre que fluía por la herida de su pecho en finos hilos rojos que iban a quien sabe donde

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Despertando en brazos de macabras sirenas, vió que más que curarla, la debilidad la invadía al sentir como drenaban su sangre que fluía por la herida de su pecho en finos hilos rojos que iban a quien sabe donde. Apartándose asustadas, dieron paso a aquel que solicitó su rescate y la dejó confundida; una medusa gigante.

Anfítrite, la diosa del mar, respondiendo a la promesa de Poseidón, se vió obligada a intervenir luego que las brujas herejes masacraran a varias de sus ninfas para alimentarse.

<¡Rayden Morgan, vénganos!>

-Norbit...- aquello que la orilló a las puertas de la muerte, estaba perdido

<El niño...pertenece al mar. Cumple tu palabra si deseas verlo. Tráenos el corazón de la pecadora!>

Un líquido negro espeso entró en su cuerpo y sanó a Rayden cuya habilidad de Deseo, se potenció activando parte de su sangre Thermesos. Si bien su linaje no era tan puro como sus parientes lejanos, el poder de los dioses la transformaron en una mortífera bomba de relojería dispuesta a matar.

-Así será, mi señora- arrodillada, la perversidad invadió a Rayden

Clavándose las uñas en las palmas de sus manos, la sangre que brotaba rápidamente creó arpones que sostuvo con malicia tal, que sus ojos rojos brillaban intensamente. El hambre de muerte aumentaba y poniéndose de pie, el mar se partió en dos como un gran telón que presentaba el acto final.

 El hambre de muerte aumentaba y poniéndose de pie, el mar se partió en dos como un gran telón que presentaba el acto final

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Estática en medio de la nada, fue rompiendo la estabilidad mental de los piratas que se paralizaron. En un pestañeo, el aquelarre que controlaba tanto a los esqueletos como la flota de navíos, sucumbió al ser atravesados por arpones que les extirpó el corazón.

Estacionados a los costados de su dueña, de los arpones colgaban 9 corazones.

Protegida tras un escudo, Talasa solo retrasó su inminente muerte y escupiendo sangre por el dolor de perder a sus lechuzas, omitió mostrar debilidad cayendo al suelo.

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