-Pobre lady Cinder, le tocó tener de cuñada a una mujer vulgar-
-Y qué esperabas de una campesina-
los comentarios en el salón de baile eran variopintos-Qué crees que estás haciendo? Es la fiesta de primavera y lo estás arruinando!- mi esposo, el conde Damian Hudson me tomó de la muñeca con fuerza
-Suéltame. Si tanto te molesta, mejor regreso. Niñas!- me di media vuelta para retirarme con mis hijas
Ante la mirada atenta de todos los invitados, nos fuimos de la fiesta.
-Madre, está bien que nos vayamos?- Sirin, mi hija mayor de 13 años estaba preocupada
-Deberíamos esperar a padre. Y si nos pasa algo en el camino?- Marjane la menor de 11 años, tenía miedo
Me detuve en seco y mirando para todas partes, me aseguré que no hubiese molestias para decirles lo que pensaba.
-Esa mierda infiel no es su padre, dejen de llamarlo así. Su único padre falleció hace tiempo.- les apreté los hombros para que captaran el mensaje
-Pero tu siempre nos dices que si decimos lo contrario antes de...-
-Sirin, me equivoqué. Los únicos miembros de esta familia, somos nosotras tres y nadie más. El conde es sólo un mendigo rufián que se atreve a dormir con las mucamas con su esposa en el cuarto contiguo-
Ambas niñas quedaron atónitas con la declaración.
-Todavía es temprano, vamos a comer algo en el mercado- apenas eran las 4pm y ninguna había comido aún
Estas pobres criaturas eran muy temerosas e ignorantes del mundo. Fingían comportarse como unas malcriadas para que nadie se atreviera a verles las caras de estúpidas porque se los ordené. Debía protegerlas al ser lo último que me dejó mi amado y difunto esposo.
Al quedar viuda, busqué trabajo para mantener a las niñas y lo hallé como asistente del banquero, el conde Hudson que comenzó a cortejarme con la mentira de haberse enamorado de mí. Menuda excusa usó el infeliz para endulzarme los oídos que incluso jugó el papel de buen prospecto de padre para no levantar sospechas y llevarme a la cama.
Cuando quedé embarazada, Damian se vió acorralado y tuvo que casarse conmigo pero desgraciadamente, perdí al bebé a un par de meses del parto, o más bien, hicieron que lo perdiera.
Las mucamas me odiaban tanto, que me dieron de beber un fuerte abortivo con el té y cuando me di cuenta, se lo reclamé a Damian, pero este en vez de despedirlas y enviarlas a prisión, las envió a la finca. Desde entonces y durante casi una década, soporté el vivir en esta casa rodeada de víboras donde el dueño jamás escuchaba mis quejas, consumiendo anticonceptivos y entrenando a mis hijas en el arte de la actuación para sobrevivir.
Como Damian no quería pelear, nos enviaba regalos costosos para mantenernos a raya y congraciarse. Era muy evidente que jamás me amó de verdad pero por mis hijas, me aguantaba.
El día que se desbordó mi paciencia, fue hace un año, cuando me pidió ordenar los papeles en la oficina y por curiosidad, revise los cajones del escritorio, solo para toparme con papeles de divorcio sellados y preparados al mes que contraje nupcias. Lo peor de todo, una lista con los nombres de varios nobles que podrían casarse con mis hijas.
Se habían marcado como candidatos, a dos hombres cuyos prontuarios como mujeriegos y con familias violentas era bien conocida. Los mismos sujetos que rondaban cerca de mis hijas últimamente. Una rabia terrible se apoderó de mí y buscaría vengarme de mi marido a toda costa.
En medio de mi frustración, como un regalo de dios, al patear el escritorio, un sobre sellado cayó al piso y al abrirlo, los títulos de numerosas propiedades frutihortícolas y varios terrenos para cosecha en el país vecino, salieron a la vista.
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Matrimonio por Conveniencia
De TodoHarta de soportar a un marido infiel, una cuñada entrometida y a medio mundo que se puso en su contra, la condesa Miriel optó por planear un divorcio conveniente. -Ella y el conde son unas víboras háganme caso y empaquen sus maletas- planeaba sacar...