IV. PARTE MÉXICO 1.7

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Lucía

El rugido de los motores me envuelve, pero no es eso lo que ocupa mi mente hoy. Miro a mis hijos, Carlos y Alexandra, mientras aplauden emocionados. Es la primera vez que vienen al paddock, y siento cómo las miradas de todos se posan sobre nosotros, pero hoy no me importa. Estoy aquí por ellos.

El abuelo carga a mi pequeño Carlos sobre sus hombros, y verlo sonreír mientras aplaude me derrite el corazón. Por un momento, el caos de mi vida se desvanece y solo queda esto: mi hijo aplaudiendo a su padre. Mis ojos se humedecen al verlo tan feliz, y, aunque los recuerdos dolorosos de lo que Carlos y yo compartimos siguen ahí, no puedo evitar sentir un pequeño rayo de esperanza.

Es irónico cómo la vida puede ser tan complicada, pero momentos como este... me hacen preguntarme si alguna vez encontraré la paz.

Espero pacientemente, como tantas veces lo he hecho antes. Carlos sigue con su agenda de prensa, y los abuelos se han llevado a los niños. El ruido del paddock empieza a apagarse, pero mis pensamientos no. Me recargo contra el Mercedes de Carlos, buscando un momento de calma en medio del caos.

De repente, lo veo a lo lejos. Es Oliver. Mi corazón se acelera, y sin pensarlo, me escondo detrás del coche. Como si el destino quisiera reírse de mí, lo veo abrirle la puerta a Kristen, ella sonríe al salir. Un dolor amargo se instala en mi pecho, pero lo disimulo, ya no puedo permitirme quebrar.

Miro en dirección contraria y ahí está Carlos, caminando hacia su Ferrari. Me ve y, por un instante, su mirada me atraviesa. No espero nada, pero, de repente, acelera el paso. Sin decir una palabra, me toma por sorpresa y me levanta en el aire, como si quisiera borrar con ese gesto todo lo que nos ha separado.

—Felicidades —lo miro, tratando de mantener la calma—. Por el podio.

Carlos me observa con una intensidad que no esperaba, su mirada va más allá de las palabras, como si el orgullo por lo que hizo hoy fuera mínimo en comparación con lo que pasó entre nosotros y los niños.

—Me hiciste muy feliz con los niños hoy —su voz suena suave, más personal.

—Lo sé —digo, y aunque mis palabras son simples, hay un cúmulo de emociones detrás de ellas.

—¿Nos vamos? —pregunta, acercándose.

Antes de poder responder, veo cómo sus ojos se iluminan con un brillo que hacía mucho no veía en él. Lo noto emocionado, casi como un niño con una idea nueva en mente.

—¿Una última vuelta por CDMEXICO? —propone, casi con el entusiasmo de aquellos primeros días cuando todo era más fácil entre nosotros.

Mis ojos se iluminan. Quiere estar conmigo, a solas. No sé si debería, no sé qué significa esto, pero en este momento, el deseo de dejarme llevar pesa más que cualquier duda.

—Sí —susurro mientras me acerco y lo abrazo con fuerza—. Eres el mejor, lo hiciste muy bien hoy.

Al estar tan cerca de él, siento la nostalgia, el cariño, y por un segundo, olvido las cicatrices.

Carlos abre la puerta del Mercedes con ese aire confiado que siempre ha tenido. Por el rabillo del ojo, veo a Oliver. Se ha quedado mirando, pero, honestamente, es lo último que me importa ahora. En este momento, el ruido del paddock, las miradas, incluso mi propio corazón, todo queda en silencio. Carlos me invita a entrar, y por primera vez en mucho tiempo, no dudo.

Entramos al hotel y Carlos se detiene para firmar autógrafos a algunas chicas. Ellas lo miran con admiración, pero también me miran a mí, alzando las manos para saludarme. Les devuelvo una sonrisa. No sé cómo interpretarlo, pero en este instante, no me siento fuera de lugar.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora