81.Favorablemente Negativo

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Finalmente, las puertas del elevador se abrieron con un suave sonido mecánico. La niña, sin dudar un segundo, se dirigió directamente al gobernador Ugaldy. Su voz, temblorosa y llena de desesperación, rompió el tenso silencio que se había instalado en el aire.

—¡Dígales que me dejen! ¡Mi hermano no hizo nada, ni siquiera puede usar magia! —La súplica de la niña resonó con una angustia tan profunda que pareció detener el tiempo por un instante.

Richard, al escuchar esto, sintió una punzada de confusión y traición. Ugaldy había negado conocer la situación, pero la reacción de la niña decía lo contrario.

¿Por qué le mintió Ugaldy? Se suponía que el gobernador de la embajada de las elementálias y los gríseos se preocuparía por el llanto de una niña inocente. La duda y la desconfianza comenzaron a formarse en la mente de Richard. Esperó una respuesta de Ugaldy, alguna indicación de que había malentendido la situación.

Sin embargo, Ugaldy simplemente desvió la mirada, sus ojos evitaban deliberadamente el contacto con los de la niña. En lugar de ofrecer ayuda o consuelo, permaneció impasible, dejando que el momento se desarrollara sin intervenir.

Los pasos rápidos y decididos de los agentes se oían cada vez más cerca.

—¿En serio no harás nada? —preguntó Richard, tenía su voz llena de incredulidad y su rostro estaba tenso por la situación.

—Los agentes ya vendrán, no te preocupes —respondió Ugaldy, con una calma que parecía desconectada de la desesperación de la niña.

La respuesta de Ugaldy, tan fría y desinteresada, golpeó a Richard con fuerza. No podía creer lo que estaba viendo. La niña, aún aferrándose a la esperanza, miraba con ojos suplicantes al gobernador, pero Ugaldy no mostró ningún signo de compasión.

Richard volteó a ver a Neusi, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Su mirada buscaba una respuesta, algún indicio de aprobación o desacuerdo. Neusi, con una expresión mezcla de preocupación y advertencia, negó con la cabeza, tratando de comunicarle que no hiciera nada precipitado. Sin embargo, la determinación de Richard era inquebrantable.

Había enfrentado al líder de los Tenebris, a Kaiser, a Cleir, a Bleysi, al gobernador Dante en Pyronia y a todo el departamento Émber. ¿Por qué no añadir a la lista al consejo mundial?

Con una decisión rápida y audaz, Richard miró a Ugaldy por encima del hombro. El gobernador, perplejo, quedó sin palabras, mostrando una cara estupefacta de desconcierto. En un impulso, Richard tomó a la niña del brazo y, saliendo del elevador, corrieron a toda prisa por los pasillos de las oficinas. Neusi, sorprendida, observaba la escena. Conociendo a Richard, sabía que no se trataba de algo trivial, pero aun así, se preguntaba si realmente había necesidad de actuar de manera tan drástica.

Mientras corrían, el eco de sus pasos resonaba en los pasillos, mezclándose con los gritos de los agentes que les perseguían. Los pasillos, iluminados por una luz blanca y fría, parecían interminables, con puertas a ambos lados que llevaban a diversas oficinas y departamentos. Cada paso que daban aumentaba la tensión. La niña, con el rostro aún lleno de terror, seguía el ritmo de Richard, aferrándose a la esperanza de que este desconocido pudiera ser su salvación.

Los agentes, con sus trajes negros impecables, corrían detrás de ellos, sus voces autoritarias llenaban el aire —¡Detente! ¡Estás cometiendo un grave error!—. Gritaban, intentando hacer que Richard se detuviera, pero él no iba a ceder. La convicción en sus ojos era clara.

A medida que avanzaban, Richard notó que se acercaban al final del pasillo. Tenían dos opciones: dos estrechos corredores que se bifurcaban en direcciones diferentes. Los agentes estaban cada vez más cerca, sus pisadas resonaban con una urgencia creciente. Richard, con la respiración agitada, trató de decidir rápidamente la mejor ruta de escape. La niña, aunque aterrorizada, se mantenía cerca de él, confiando plenamente en su liderazgo en ese momento crítico.

El final del pasillo se acercaba, y los agentes estaban prácticamente a sus talones. Richard podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas, alimentando su decisión y su necesidad de proteger a la niña a toda costa. Con los gritos de los agentes intensificándose, sabía que debía tomar una decisión inmediata. La sensación de estar atrapado se mezclaba con la firme determinación de encontrar una salida. Acorralados, Richard y la niña vieron la pared de cristal que los contenía. El reflejo de sus rostros, tensos y decididos, se veía en la superficie transparente. Sin titubear, Richard canalizó su magia oscura. Un destello de energía negra y violenta se concentró en su mano antes de lanzar un golpe contundente contra el cristal. El muro se rompió en mil pedazos, había fragmentos brillantes esparciéndose por el aire como estrellas fugaces.

Saltaron al vacío del monumental edificio. El aire libre los envolvió en un torbellino de viento ensordecedor, su cabello se alzó verticalmente, agitado por la velocidad de la caída. Las nubes pasaban como borrones difusos, el horizonte se mezclaba con el vértigo del descenso. Richard sintió la adrenalina y el miedo fusionándose en su interior, pero mantuvo la calma para proteger a la niña.

En un golpe brutal, impactaron contra el cofre de un auto que levitaba. La fuerza del impacto hizo temblar el vehículo, y el conductor, un hombre de mediana edad con expresión de pánico, se quedó boquiabierto. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Richard, la niña y el chofer se miraron fijamente, cada uno con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Era el momento más surrealista de sus vidas, una fracción de segundo donde todo se congeló. Sin perder el ritmo, Richard rodó del cofre del auto, retomando la caída libre. La niña, aunque asustada, confió plenamente en él, mientras descendían nuevamente.

De repente, un estruendo aún fuerte resonó a su alrededor. El cristal de Cloud, el dragón de Richard, fue roto en una explosión de esquirlas. Cloud, con sus escamas brillando bajo la luz del sol y sus ojos llenos de determinación, se lanzó hacia ellos. En un movimiento ágil y protector, el dragón los envolvió con sus alas, asegurándolos en un abrazo firme. Con un potente aleteo, Cloud estabilizó su vuelo. La caída libre se transformó en un descenso controlado.

El viento ya no era ensordecedor, sino una brisa que pasaba suavemente sobre sus rostros. Richard sintió el latido fuerte del corazón de Cloud a través de las escamas, una conexión que le recordó que no estaba solo. La niña, aún asustada, miró a Richard y luego a Cloud, sus ojos estaban llenos de gratitud y asombro. Richard le devolvió la mirada, con una mezcla de alivio y determinación reflejada en sus ojos. Estaban a salvo, al menos por ahora, gracias a Cloud.

Estaban volando entre los autos flotantes, con Cloud maniobrando hábilmente entre las corrientes de aire y los vehículos en movimiento. La ciudad se extendía a su alrededor en un deslumbrante espectáculo de luces y arquitectura futurista, pero Richard estaba enfocado en su misión de escapar. Para Cloud, volar a esa velocidad y a ese nivel de evasión no representaba ningún problema; sus alas poderosas y su instinto agudo le permitían deslizarse entre los obstáculos con gracia y precisión.

Las numerosas unidades flotantes del consejo mágico comenzaron a perseguir al dragón, sus luces parpadeantes y sirenas resonaban en el aire del atardecer. Sin embargo, seguir el ritmo de un dragón en pleno vuelo era una tarea casi imposible para los vehículos mecánicos. Richard podía ver cómo los autos flotantes se esforzaban por mantener el paso, pero Cloud era simplemente demasiado rápido y ágil. La niña, aferrada a Richard, dejó caer un velo de magia color lila sobre los tres.

Una suave luminiscencia emanó de sus manos antes de envolverse alrededor de ellos, haciendo invisible al dragón y a sus pasajeros. Richard sintió un cambio en el aire a su alrededor, una sensación de quietud y sigilo que solo la magia podía proporcionar. De repente, los vehículos del consejo mágico se detuvieron, desconcertados. Los pilotos miraban alrededor frenéticamente, buscando cualquier señal del dragón que perseguían, pero no encontraron nada más que el vacío. La invisibilidad los había salvado, y en cuestión de segundos, los habían perdido por completo. Desde el hueco del vidrio roto del edificio, la silueta de un hombre observaba la escena con detenimiento. Ugaldy tenía el rostro rojo de coraje, tenía sus puños apretados con frustración. Sin embargo, a pesar de su ira, una sonrisa satisfactoria se dibujaba en sus labios. Las acciones de Richard al final le favorecerían al gobernador.

Mientras Cloud continuaba su vuelo invisible, Richard miró a la niña con gratitud y asombro. —Gracias —dijo, su voz estaba apenas audible sobre el suave batir de las alas de Cloud. La niña asintió, con sus ojos aún llenos de temor, pero también de determinación. Habían logrado escapar, al menos por ahora.

Esencias Mágicas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora