63.Un Horizonte Negro

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La madre de Violet explicó, con voz entrecortada, que mientras su hija patrullaba la siembra, encontraron un rastro de pisadas en la nieve que venía de las montañas. Estas marcas cruzaban el campo y se detenían justo donde Violet estaba trabajando. Pero lo que más la perturbaba era lo que sucedió después: una vez que las pisadas alcanzaron a su hija, las únicas que continuaban eran las de Violet. Como si aquello que había dejado las primeras marcas hubiera desaparecido o se hubiera fusionado con ella.

—Después de esa noche, Violet no volvió a ser la misma, —dijo la madre, con los ojos apagados por el agotamiento de su búsqueda incesante de respuestas—. Las preguntas extrañas, la mirada perdida, la frialdad... Era como si mi hija ya no estuviera allí, sino otra cosa. Algo que fingía ser ella.

Lía observó las fotos de las huellas que la madre le mostró, aunque cubiertas ahora por la nieve, las imágenes revelaban pisadas profundas, inusualmente grandes, como si una criatura de considerable tamaño hubiera cruzado el campo antes de desvanecerse.

Después de hablar con la madre, se fue a pasar la noche en una posada del pueblo en el que estaba.

Lía cerró la puerta de la habitación en la posada, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre sus hombros. Sabía que estaba cerca de descubrir algo importante, pero las piezas aún no encajaban por completo. Las desapariciones, las marcas misteriosas y el comportamiento extraño de las víctimas sugerían una presencia desconocida, algo más allá de lo que había enfrentado antes.

Mientras reflexionaba, su mente se desvió hacia los Tenebris y las criaturas que había enfrentado en batallas pasadas, pero esto... esto era diferente. Aquellos seres oscuros no actuaban de esta forma. Ellos destruían, devoraban, pero no se infiltraban en la vida cotidiana de sus víctimas, no suplantaban identidades.

"¿Gladius?" pensó fugazmente, recordando al pirata oscuro que había causado estragos en su vida. Pero pronto desechó la idea. Gladius era un depredador de riquezas, no de almas. Él atacaba por codicia, no por control. Esto, lo que fuera que estuviera sucediendo en Glaciem, tenía un propósito más retorcido.

Lía se sentó al borde de la cama, mirando por la pequeña ventana de la posada hacia las montañas que se alzaban en la distancia. Algo en lo profundo de su ser le decía que las respuestas la esperaban ahí, en lo alto, donde el frío y la nieve ocultaban secretos oscuros. Si esas huellas misteriosas venían de las montañas, ¿sería posible que lo que estuviera causando las desapariciones también se refugiara ahí?

Respiró profundamente, sabiendo que la única forma de obtener respuestas era subiendo esa montaña. Pero el riesgo era grande; cada vez más, sentía que se enfrentaba a algo que no solo afectaba a los desaparecidos, sino también al equilibrio mismo entre la luz y la oscuridad.

Con la decisión tomada, se preparó mentalmente. Subir la montaña no solo sería una prueba física, actualmente estando en desventaja con su parche, sino también un enfrentamiento con lo desconocido, algo que podría desafiar todo lo que había aprendido hasta ahora.

Lía pasó una última mirada a la ventana antes de apartarse de ella, notando cómo la nieve caía silenciosamente, cubriendo el paisaje como un manto sepulcral. Las montañas se alzaban imponentes, como gigantes dormidos, ocultando en su blancura los secretos que tanto buscaba. Sentía una conexión inquietante con ese lugar, como si la oscuridad que estaba investigando tuviera raíces profundas allí, en lo alto, lejos del alcance de las personas comunes.

Caminó hacia la chimenea de la habitación, donde el fuego apenas chisporroteaba. La luz cálida contrastaba con las sombras que se acumulaban en su mente, alimentadas por las historias inquietantes que había escuchado de las familias. Las pisadas que desaparecían, las miradas vacías, los cambios en los desaparecidos... Todo apuntaba a una amenaza silenciosa, metódica, que cazaba sin dejar rastro claro.

Esencias Mágicas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora