112.El Mundo Sigue Sorprendiéndonos

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Ambos continuaron caminando, absortos en la belleza que los rodeaba. Para Ronald, era un recordatorio de cuántas cosas aún no había descubierto, y para Richard, era un vistazo al tipo de vida que podría haber tenido si hubiera decidido seguir a su padre en sus aventuras desde el principio.

Sin embargo, ahora estaban aquí, juntos, como si el destino hubiera esperado este preciso momento para reunirlos en un lugar tan sagrado y mágico. Ambos sabían dónde debían dirigirse, pero ninguna de sus almas estaba lista para apresurarse. Las torres de árboles se erguían sobre ellos como guardianes silenciosos, y las criaturas mágicas pasaban a su alrededor, continuando con su vida diaria sin prestar demasiada atención a los forasteros. A medida que avanzaban, se daban cuenta de que estaban entrando en un nuevo capítulo de sus vidas, uno donde padre e hijo finalmente se conocían, no solo como familia, sino como aventureros iguales. 

—Parece que el mundo sigue sorprendiéndonos, —dijo Ronald, con una sonrisa leve en su rostro.

Richard asintió, sin palabras. Sylpharis no era solo un lugar; era un testimonio de lo que era posible cuando el hombre y la naturaleza trabajaban en armonía, y ambos sabían que este sería un viaje que ninguno de ellos olvidaría pronto.

Mientras Ronald y Richard avanzaban hacia la biblioteca catedral de Sylpharis, el aire vibraba con magia y vida. Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz y sombra sobre el camino de piedra. La arquitectura de la ciudad era un espectáculo en sí misma; cada edificio parecía ser parte del entorno natural, con muros de troncos entrelazados y techos de hojas verdes. Los aromas a flores frescas y hierbas llenaban el aire, embriagando los sentidos de los dos aventureros.

A medida que exploraban, se toparon con un mercado al aire libre donde se vendían una variedad de delicias locales. Artículos mágicos y artefactos de todos los rincones del mundo se ofrecían en los coloridos puestos, pero lo que más atrajo la atención de Ronald fue un carrito de comida que desprendía un aroma delicioso. Allí, compraron unos rollos de fruta rellenos de una mezcla de frutos silvestres y miel, perfectos para un refrigerio rápido. También probaron unos panes de hierbas que, al ser mordidos, liberaban un sabor que combinaba notas terrosas y dulces.

—¿Esto es comida de verdad? —preguntó Ronald, sorprendido por la intensidad de los sabores—. Nunca había probado algo así.

—Al parecer es lo que comen habitualmente, —respondió Richard, disfrutando de su bocado—. Sylpharis tiene una magia especial incluso en su comida.

Al pasar por un puesto, Ronald notó que en el mercado se utilizaba un tipo de cambio diferente. Los habitantes usaban unas monedas que variaban en color dependiendo de su valor. Una moneda azul podía representar una cantidad pequeña, mientras que una dorada podía valer mucho más, lo curioso de estas monedas es que eran muy ovaladas, simulando ser semillas, confirmando el nombre de la moneda por su forma, "semillas". Los dos comprendieron al instante, sabían que tenían que cambiar sus monedas de otras elementálias por las de la ciudad.

Mientras caminaban, Ronald no pudo evitar notar algo peculiar en Richard. A medida que avanzaban, Richard tintineaba sus monedas y sacó unas cuantas, para juguetear con ellas, a lo que su papá al distinguirlas le pregunta.

—¿Tienes chispas? —preguntó Ronald, asombrado.

Richard sonrió, con un brillo de orgullo en sus ojos.

—Sí, visité Pyronia.

Ronald se detuvo en seco, mirándolo con incredulidad.

—¿En serio? ¡Eso es increíble! —exclamó, incapaz de ocultar su entusiasmo—. ¿Te enseñaron a manejar deslizadores?

Esencias Mágicas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora