116.Imperium

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Ronald, aún absorto en el impacto de las revelaciones, levantó la vista y, como si intentara aligerar el ambiente, sonrió y preguntó.

—Eldric, ¿crees que podríamos regresar algún día? Hay tantos libros aquí, tanta historia... Me encantaría poder explorar más de estos textos. Quizá, en otra ocasión, podríamos pasar más tiempo leyendo sobre estos temas tan fascinantes.

Eldric, sin girarse completamente, dejó escapar una risa suave, pero cargada de una sabiduría inquebrantable. Sus ojos, aunque cansados, brillaban con el fulgor de alguien que sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a compartir. 

—Ah, Ronald... siempre buscando respuestas en los lugares más lejanos, siempre queriendo más. Te diré esto con todo respeto: los libros y las aventuras te ofrecen conocimiento, sí... pero la verdadera sabiduría no se encuentra entre las páginas, ni en los caminos desconocidos. Está en las personas a las que decides amar y cuidar. Tal vez... es tiempo de que te dediques a una aventura mucho más importante. Aquella que implica estar presente para tu hijo.

Las palabras de Eldric golpearon a Ronald como una verdad que siempre había estado ahí, pero que él había evitado enfrentar. Su sonrisa se desvaneció lentamente, reemplazada por una expresión de reflexión. Sabía que había huido, que había escogido la libertad de la aventura por encima de la responsabilidad hacia su hijo. Y aunque su intención nunca había sido mala, era imposible no sentir el peso de sus decisiones al ser confrontado con ello de manera tan sutil pero profunda.

—Eldric... —comenzó a decir Ronald, pero el anciano lo interrumpió amablemente con un gesto.

—No me debes respuestas, Ronald. Solo a ti mismo... y a él. Las palabras quedaron flotando en el aire.

Richard miraba en silencio, entendiendo, quizás más de lo que parecía, lo que Eldric estaba sugiriendo. Sabía lo importante que era para Ronald reconciliarse con su hijo, y aunque las aventuras siempre lo habían llamado, había algo en aquellas palabras que hacía eco en su propio corazón.

Sin decir más, Eldric asintió levemente, giró y se fue, deslizándose por las sombras de la vasta biblioteca. Ronald y Richard intercambiaron una mirada, ambos abrumados por lo que acababan de experimentar.

Con sus pensamientos enredados, los dos se pusieron de pie, recogieron sus cosas y comenzaron a dirigirse hacia la salida. El pasillo que conectaba la sección restringida de la biblioteca con la salida parecía más oscuro, más largo de lo que recordaban. El silencio era tan denso que solo se oían sus propios pasos resonando.

Llegaron a las afueras de Sylpharis, agradeciendo a Vitaly por la invitación, ésta con un poco de ignorancia se despide y les desea suerte en sus días, para regresar a la ciudad.

Mientras volaban por los cielos, con el viento acariciando sus rostros y el rugido de sus dragones resonando en sus oídos, Ronald y Richard comenzaron a procesar las palabras de Eldric. Aunque estaban a miles de metros sobre el suelo, la conversación que tuvieron en la biblioteca aún pesaba en el aire entre ellos, como las nubes oscuras que empezaban a formarse en el horizonte.

Ronald miró a su hijo, quien montaba a su lado en Cloud, su mirada estaba llena de confusión y curiosidad, era una foto del panorama completamente nostálgica ya que recordaba cuando Cloud apenas era un bebé dragón y su hijo un bebé recién nacido y verlos ahora como estaban le revolvía el estómago.

—Richard, —comenzó Ronald, sintiendo el peso de sus decisiones—. Tengo que hablar contigo sobre lo que dijo Eldric, sobre el tiempo que deberíamos pasar juntos.

Richard lo miró con una mezcla de expectativa y recelo.

—¿Qué quieres decir, papá?

—Lo que hice... lo que decidí hacer para evitar poner en peligro a otros... no fue lo correcto, —Ronald confesó, su voz estaba temblando con la vulnerabilidad que rara vez mostraba—. Me alejé de ti, de tu vida. Al final, no solo se trataba de mí, sino de ti también. Eldric tiene razón, y yo lo he dejado pasar demasiado tiempo.

Esencias Mágicas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora