117.Inseguridades Humanas

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Fargon dejó su hamburguesa un momento, esbozando una sonrisa casi avergonzada.

—No estoy muy orgulloso de esa parte, Gober. No sé... a veces me pregunto si debería haber aprendido a hablar antes que a golpear.

Gober se encogió de hombros, como si la respuesta fuera obvia.

—Bueno, lo estás haciendo ahora, ¿no? Estás en la universidad, tomando clases sobre psicología criminal. Eso es básicamente lo contrario de golpear primero y preguntar después. Pero oye, no puedes negar que era... útil. Cuando la situación se salía de control, tú sabías cómo solucionarlo.

Fargon lo miró por un momento, luego miró hacia el atardecer a través de la ventana, sus pensamientos estaban en el pasado. Gober tenía razón en parte: siempre había sido él quien manejaba las situaciones físicas, pero también sabía que era más complicado que eso. Las peleas no solo habían sido un escape, sino una forma de expresar toda la ira que llevaba dentro.

—Sí, pero ganar peleas nunca fue la solución —respondió finalmente, con la mirada fija en el horizonte—. Tal vez les daba miedo, pero no respeto. Y eso es lo que he estado buscando, supongo... respeto, no solo temor.

Gober lo miró en silencio por unos segundos, sorprendido por la reflexión, antes de romper la tensión con una broma.

—Bueno, tal vez podrías intentar menos golpes y más discursos inspiradores. "¡Fargon el filósofo! ¡El Puño Solitario convertido en el Cerebro Solitario!" —dijo, fingiendo un tono dramático mientras hacía gestos exagerados con las manos.

Fargon no pudo evitar reírse, su habitual seriedad se disolvía un poco gracias a su amigo.

—Cállate, Gober —dijo entre risas, lanzándole una servilleta a la cara—. Pero tal vez tienes razón. Tal vez es hora de cambiar cómo enfrento las cosas. Gober sonrió, contento de haber logrado su objetivo de animar a Fargon.

—Siempre es un buen momento para eso. Y mientras tanto, sigo apoyando tu camino hacia el control de la ira. Porque, vamos, nadie quiere enfrentarse al Puño Solitario otra vez.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, observando cómo el sol desaparecía detrás de los edificios de la universidad. Las palabras de Gober, aunque ligeras, calaban hondo en Fargon. Tal vez esta era la señal de que estaba en el camino correcto, de que, con el tiempo, podría ser algo más que el tipo que resolvía los problemas con los puños. Tal vez podría ser el tipo que los resolvía con palabras... o, al menos, con menos golpes.

Gober, ajeno a los pensamientos más profundos de su amigo, terminó su hamburguesa y se estiró en su silla.

—Bueno, amigo, el atardecer es hermoso, pero nuestras hamburguesas se están acabando. ¿Listo para seguir construyendo tu legado filosófico?

Fargon sonrió, mirando el último bocado de su comida.

—Listo —dijo—. Aunque prefiero empezar con otra hamburguesa antes que con un discurso.

Después de terminar sus hamburguesas, los chicos se quedaron sentados en la mesa, disfrutando del ambiente tranquilo del Burger Queen. El sol ya se había ocultado completamente, dejando que las luces del local iluminaran tenuemente la esquina donde estaban sentados. Fargon, con una expresión pensativa, rompió el silencio.

—Oye, Gober, no me has dicho cómo te va con la búsqueda de empleo. ¿Alguna novedad?

Gober, que había estado jugando con la envoltura de su hamburguesa, dejó de hacerlo y bajó la mirada por un momento, como si el tema lo incomodara. Suspiró, tratando de parecer despreocupado.

—Nah, no mucho, en realidad. He ido a algunas entrevistas, pero... ya sabes cómo es. Es complicado.

Fargon alzó una ceja, claramente no convencido por la respuesta. Conocía a Gober lo suficiente como para saber cuándo estaba evadiendo algo.

Esencias Mágicas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora