Capítulo 18: El Baile de los Guerreros (Conclusión)

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Capítulo 18: El Baile de los Guerreros (Conclusión)

Fénix, aún temblando y con el cuerpo dolorido, reunió las pocas fuerzas que le quedaban. Con una desesperación renovada, se lanzó hacia Roberto desde atrás, sus manos aferrándose al cuello de su enemigo con la intención de romperlo. Sin embargo, Roberto, con un movimiento ágil, logró zafarse y lanzó a Fénix contra la pared nuevamente. El impacto hizo que su cuerpo colisionara con la pared con una fuerza brutal.

Antes de que Fénix pudiera reaccionar, Roberto agarró un escombro cercano y lo levantó con una facilidad sobrenatural. Con un gesto rápido, lo clavó en el estómago de Fénix, abriendo un gran desgarrón. Los órganos internos de Fénix comenzaron a derramarse, su cuerpo colapsando bajo la presión del daño recibido. La sangre y los vísceras se esparcieron por el suelo, mientras Fénix, con dificultad, intentaba mantenerse consciente.

A punto de desvanecerse, Fénix miró a Roberto con una sonrisa débil y una expresión irónicamente desafiante. —Nunca... subestimes... el poder... del sarcasmo... —dijo con voz temblorosa antes de que su cabeza cayera hacia un lado, y el mundo a su alrededor se desvaneciera en la inconsciencia.

Alucard, que se encuentra afuera del hotel, en medio del caos dejado por su reciente enfrentamiento con los policías. Los cuerpos de los soldados están esparcidos por el suelo, y la habitación del hotel muestra signos evidentes de una brutal batalla. Alucard, con su actitud despreocupada y su expresión aburrida, observa el desastre con un leve bostezo.

—Vaya, qué emocionante. —dijo Alucard con su tono sarcástico habitual, mientras se recargaba en una pared, disfrutando de su bebida con una actitud relajada—. No puedo decir que esto haya sido desafiante. Si tuviera que hacer esto todos los días, me daría un gran dolor de cabeza.

Alucard dio un vistazo a su alrededor, asegurándose de que no quedara nadie más para enfrentar. Con un gesto desinteresado, comenzó a limpiar la sangre de su traje con un pañuelo. —¿Qué será lo siguiente? ¿Una tormenta de meteoritos? Aunque, siendo sincero, eso no sería tan aburrido.

Roberto estaba de pie, observando a Fénix tendido en el suelo, los escombros y la sangre alrededor de él. La atmósfera estaba cargada de tensión cuando, de repente, Alucard apareció detrás de Roberto, sin hacer el menor ruido. Su presencia se hizo sentir cuando la sombra de su figura se proyectó sobre Roberto.

—Vaya, Roberto, no esperaba que dejaras a Fénix en ese estado. —Alucard comentó con un tono que combinaba desdén y preocupación fingida, mientras observaba a su oponente caído—. Si vuelvo a Berlín sin él, o peor aún, con solo sus restos en una caja, te aseguro que habrá consecuencias muy desagradables. Y no me refiero solo a lo que le sucederá a mi cuenta bancaria.

Roberto se giró lentamente, mirando a Alucard con sorpresa e incertidumbre. Antes de que pudiera reaccionar o decir algo, Alucard se acercó con un movimiento rápido y letal. Con un solo brazo, atravesó el corazón de Roberto, el impacto siendo tan preciso y violento que el cuerpo de Roberto se desplomó al instante. Alucard retiró su brazo, dejando a Roberto en el suelo con una expresión de shock en su rostro, su vida extinguida en un parpadeo.

Alucard se agachó al lado de Fénix, que yacía inconsciente, su cuerpo todavía en un estado crítico. Lo levantó con cuidado, mostrando una fuerza sorprendente a pesar de la apariencia relajada de su actitud.

—Oh, Fénix, ¿qué vamos a hacer contigo? —murmuró Alucard, su voz cargada de una mezcla de sarcasmo y afecto—. Aunque te encuentres en un estado lamentable, aún tienes que seguir siendo útil para esta travesía. No podemos tener quejas sobre tu desempeño si el destino te mantiene en pie.

Alucard, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, comenzó a cargar a Fénix hacia una salida segura. Se inclinó un poco para hablarle

La oficina de Enid está en un estado de desorden. Papeles esparcidos por el suelo, tazas de café vacías y una gran pantalla que transmite noticias en japonés, mostrando las escenas de caos en Tokio. Enid está sentada frente a su escritorio, su expresión es de frustración y preocupación. El rostro de Enid refleja el agotamiento y la irritación acumulada por los eventos recientes.

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