Infierno en Berlín-7

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Infierno en Berlín-7

Las calles de Berlín se sentían pesadas, el aire cargado de humo y ceniza, como si el mismo infierno se hubiera instalado allí. Fénix y Anna avanzaban con pasos firmes pero silenciosos, sus sombras proyectadas sobre las paredes quebradas. Entre ruinas y escombros, las llamas danzaban a lo lejos, iluminando un callejón estrecho. Fue allí donde lo vieron.

¿Marcus...? —Anna susurró, llevándose la mano a la boca.

Marcus estaba tirado contra la pared, su cuerpo golpeado, la cara hinchada y la nariz rota. Sangre seca manchaba su camisa desgarrada, y uno de sus brazos colgaba torcido en un ángulo extraño. Apenas levantó la cabeza al escucharlos acercarse, sus ojos apagados pero aún con vida.

Parece que viniste al rescate... Qué sorpresa. —Marcus intentó reírse, pero solo consiguió toser sangre.

¿Qué mierda te pasó? —Fénix se agachó a su lado, inspeccionándolo rápido. Su tono era más enojo que preocupación, pero por dentro sentía que cada herida en Marcus era una culpa más sobre sus hombros.

Digamos que me metí en una pelea equivocada. —Marcus sonrió de lado, minimizando la situación como siempre hacía. Evitó mencionar a Marius, pero el eco del encuentro aún lo atormentaba.

Fénix lo miró de cerca, buscando algo en su rostro, alguna pista de lo que realmente había pasado. Pero Marcus solo apretó los dientes y miró hacia otro lado.

Lo importante es que sobreviví... más o menos. —Su tono era sarcástico, pero algo más oscuro se escondía detrás.

Anna se arrodilló junto a él y le revisó el brazo roto. —Tienes suerte de seguir vivo —dijo, intentando mantener la calma.

Marcus dejó escapar un suspiro entre dientes y miró a Fénix con seriedad, aunque disfrazada de desdén.

Hay alguien en el metro. —Marcus lo soltó como si no fuera gran cosa, pero Fénix lo notó enseguida: era un aviso.

¿Alguien? —Fénix frunció el ceño.

Un maldito monstruo, si te soy sincero. No dio más detalles, pero su mirada lo decía todo. Ese alguien era más fuerte de lo que él podía manejar.

Fénix apretó los puños, mordiéndose la lengua para no maldecir más alto. Lo que menos quería era enredarse en otra mierda complicada, pero el deber lo estaba arrastrando otra vez.

¿Siempre tienes que buscar problemas, Marcus? —espetó, con irritación clara en su voz.

Si no lo hago yo, ¿quién más? —Marcus esbozó una sonrisa torcida, como si todavía tuviera fuerzas para burlarse de su propia desgracia.

Fénix soltó un bufido y se puso de pie. Sabía que no tenía opción. Si había algo peligroso allá abajo, tenía que encargarse de ello.

Maldición... Está bien. —Se pasó una mano por el cabello, frustrado. —Voy al metro, pero tú... —miró a Anna— Te quedas aquí con él.

Anna lo miró, sorprendida. —¿Estás seguro? —preguntó, sabiendo perfectamente que no podría convencerlo de cambiar de idea.

Soy un lycan. Tú eres humana. —Fénix fue claro y directo, aunque su tono no era cruel. —Lo mío es lidiar con mierdas sobrenaturales. Lo tuyo es mantenerlo con vida.

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