Infierno en Berlín-17

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Infierno en Berlín-17

Alex, con una expresión frenética y casi extática, comenzó a trazar un nuevo pentagrama en el suelo usando su propia sangre. Sus manos temblaban de emoción mientras recitaba los mismos cánticos que había usado contra Alucard, cada palabra cargada de energía oscura que resonaba como un eco funesto en la estación de metro.

—"Que el pacto se selle, que los destinos se entrelacen, y que el dolor de uno sea el dolor de todos..." —murmuraba Alex, con los ojos brillando de pura demencia, su voz mezclando gozo y violencia.

Fénix, inmóvil y con el cuerpo maltratado, observó cómo los símbolos del pentagrama cobraban vida, irradiando una luz rojiza que parecía devorar el aire a su alrededor. Sabía perfectamente lo que eso significaba. El ritual de dolor compartido iba a activarse de nuevo, pero esta vez no habría escapatoria. No habría margen para errores ni otra oportunidad. Esta era su última estación.

Se resignó. No había forma de ganar, ni de detenerlo. El cansancio le pesaba como una montaña en los hombros. A pesar del dolor en su costado, sintió cómo una pequeña sonrisa se formaba en sus labios rotos. La muerte llegaba, pero no sentía miedo. Era una especie de alivio.

"Así que así acaba..." —pensó, dejándose caer ligeramente hacia atrás, apoyándose en una columna derruida. Respiró hondo, ignorando el sabor metálico de la sangre en su boca, y cerró los ojos por un instante, permitiéndose despedirse de las personas que amaba.

Primero, visualizó a Enid. "Lo siento, Enid... No voy a volver. No puedo cumplir mi promesa. Pero espero que puedas seguir sin mí. Sé que eres fuerte, mucho más de lo que yo jamás fui."

Después, recordó a Marcus. "Marcus, hermano... Sé que siempre me burlaba de ti, pero no porque no te respetara. Sabes que eres más que un compañero para mí... cuida de ellos, ¿vale? Como yo no pude."

Por último, la imagen de Vanessa y Lucían cruzó su mente. "Vanessa Lucían Gracias por estar siempre ahí, incluso cuando yo no lo merecía. Perdónenme."

Abrió los ojos, la sonrisa todavía en su rostro a pesar del dolor. "Supongo que esto es todo, Alucard..." pensó finalmente, recordando a su mentor con una extraña sensación de paz. "Espero que allá donde estés, estés orgulloso de mí, viejo bastardo."

El cántico de Alex llegaba a su clímax, y la energía del pentagrama se intensificó, envolviendo la estación de metro en un resplandor sanguinolento. —"Que el sufrimiento de uno resuene en el alma del otro, que la eternidad se haga eco del tormento..." —Alex cantaba, con una voz cada vez más estridente, como si el dolor fuera poesía para él.

Fénix cerró los ojos por última vez. No le quedaba nada por lo que luchar, solo quedaba esperar el golpe final.

Alex levantó su cuchillo, listo para atravesar a Fénix y beber su sangre, acabando con él de una vez por todas. La sonrisa maliciosa en su rostro anunciaba el final, pero justo en el último segundo, una voz resonó en la oscuridad de la estación.

¡Fénix! —era Anna.

El sonido detuvo a Alex, congelando la escena por un momento. Su sonrisa se ensanchó, llena de una peligrosa emoción. Para él, las posibilidades acababan de volverse infinitas. "Si mato a Anna," pensó Alex, "Fénix se verá obligado a pelear en serio. Esta pelea será gloriosa."

Fénix, sintiendo que algo estaba mal, abrió los ojos al notar que la hoja nunca lo atravesó. Anna estaba ahí, parada a unos metros de distancia. Sus ojos brillaban con determinación, pero su presencia no era más que un faro frágil en ese campo de destrucción.

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