Infierno en Berlín-3

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Infierno en Berlín-3

En la cima de uno de los pocos edificios que aún se mantenían en pie entre el caos, Darem permanecía inmóvil, como una sombra acechante en la noche. Su silueta se recortaba contra el fondo de un Berlín en llamas, mientras las luces anaranjadas y las humaredas negras trepaban hacia el cielo, convirtiendo la ciudad en un infierno sofocante.

A su alrededor se encontraban algunos vampiros de laboratorio, creados con la intención de conservar algo de conciencia para tareas específicas, aunque su humanidad ya era una sombra distorsionada. Estos vampiros miraban a su líder en silencio, esperando órdenes, sus ojos vacíos pero hambrientos. Eran algo más que bestias, pero no por mucho.

Darem observaba con una calma peligrosa, apoyado en la cornisa del edificio. A lo lejos, en las serpenteantes calles, algo llamó su atención: el inconfundible brillo metálico del auto de Enid Corp. La máquina se deslizaba rápidamente por las ruinas, dejando atrás los restos de edificios derrumbados y hordas de vampiros frenéticos.

Una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Darem.
—Míralos... tratando de escapar como ratas —murmuró, sus ojos rojos fijos en el vehículo.

Uno de los vampiros a su lado siseó, su cabeza ladeándose de manera antinatural mientras intentaba comprender por qué ese coche era tan importante. Darem no lo miró, pero la sonrisa en su rostro se ensanchó aún más.

—¿Lo ves? —dijo Darem en tono suave—. Ese coche pertenece a Enid Corp. Y dentro de él... está lo que Antigen más odia.

Los vampiros emitieron un gruñido bajo, anticipando una orden que los desataría sobre ese objetivo. Pero Darem levantó la mano en un gesto pausado, conteniendo su impulso.

—No aún —murmuró. —Déjalos correr un poco más. Dejemos que piensen que van a salir vivos de esto.

El viento azotó los restos de la ciudad, esparciendo cenizas y polvo. Darem se quedó en silencio por un momento, disfrutando de la vista del auto corriendo hacia lo que parecía una ruta despejada.

—No hay salida de Berlín, ya no. —Darem se giró lentamente hacia sus acompañantes, la luz de los incendios reflejándose en su mirada cruel. —Quiero que los sigan. Si logran salir de las calles, los interceptaremos en las afueras. Y si no... bueno, se estrellarán antes de llegar muy lejos.

Los vampiros se movieron con una obediencia silenciosa, preparándose para seguir el rastro del auto. Darem se quedó un segundo más observando el horizonte ennegrecido por el humo, disfrutando del caos que él mismo había ayudado a desatar. La ciudad estaba condenada, y la cacería apenas comenzaba.

—Esta noche será larga —murmuró para sí, dando media vuelta.

El auto de Enid Corp llegó a toda velocidad a lo que se suponía era la última vía de escape de Berlín. Los faros del vehículo atravesaban la oscuridad, iluminando los restos de un enorme derrumbe: camiones volcados, escombros amontonados, y edificios parcialmente colapsados, bloqueando por completo el camino.

—¡Mierda! —exclamó Lucian, golpeando el volante con frustración.
Vanessa, sentada en el asiento del copiloto, apretó los labios en una línea delgada mientras miraba hacia la barrera de concreto y metal que les impedía avanzar.

—No hay salida por aquí —dijo Vanessa, apagando cualquier esperanza que les quedaba.

El motor del auto se apagó cuando todos salieron del vehículo, cada uno cargando una tensión latente en sus gestos. Lucian observó el entorno con nerviosismo, tratando de evaluar sus opciones. Vanessa aferraba su pistola, lista para lo que pudiera venir. 

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