Infierno en Berlín-13

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Infierno en Berlín-13

El aire en el metro era denso, y la batalla entre Alucard y Alex alcanzaba un punto crítico. Alex se preparaba para lanzar otro ataque cuando, de repente, un golpe contundente lo hizo tambalear hacia adelante.

Fénix había despertado.
¿Perdón? —dijo, mientras frotaba su cabeza. El rostro de Alex se convirtió en una mezcla de sorpresa y enojo, girándose para enfrentar a su nuevo adversario.

¡Bienvenido de vuelta, Fénix! —exclamó Alucard, una sonrisa de satisfacción cruzando su rostro.
¿Cómo... cómo lograste regenerar la parte faltante de tu corazón? —preguntó Alucard, su curiosidad genuina brillando en sus ojos.

Fénix parpadeó, todavía aturdido por lo que acababa de suceder.
Uh, bueno... me inyecté un par de cosas y, no sé, me quedé dormido un rato, y... ¡BAM! Estoy de vuelta. —su explicación era torpe, llena de vacilaciones y risas nerviosas. Sin embargo, Alucard parecía conforme con la respuesta, satisfecho de que su amigo aún estuviera en pie.

No importa cómo lo hiciste. Ahora somos dos contra uno, —dijo Alucard, su voz volviéndose más firme y confiada—. Eso cambia el juego.

Con una renovada energía, Fénix se colocó a lado de Alucard, ambos dispuestos a enfrentar a Alex.
Estás en problemas ahora, amigo. —dijo Fénix, una sonrisa desafiante apareciendo en su rostro mientras se preparaba para luchar de nuevo.

Alex, sintiendo que las probabilidades se habían vuelto en su contra, trató de mantener su compostura.
Esto no ha terminado, aún puedo ganar. —protestó, su voz temblando ligeramente al mirar a sus dos adversarios—. No subestimen lo que puedo hacer.

Alucard y Fénix intercambiaron miradas, comprendiendo que la lucha que tenían por delante sería intensa.
Vamos a hacerlo. —dijo Alucard, avanzando junto a Fénix, ambos listos para combatir a Alex con una fuerza renovada.

La batalla que parecía desfavorable ahora se había inclinado decisivamente hacia el lado de Fénix y Alucard, y estaban decididos a no dejar que su oponente se saliera con la suya.

Con el aire cargado de tensión, Alex sonrió de manera siniestra, sabiendo que había llegado al límite de sus opciones.
No me queda más remedio que usar mi técnica. —anunció, con un tono que revelaba tanto nerviosismo como emoción—. Es la primera vez que la uso de esta manera, así que puede que salga un poco mal... pero es mi carta de oro.

Levantando polvo del suelo, Alex se abalanzó hacia Fénix, sus uñas alargadas listas para desgarrar la carne.
¡No, Fénix! —gritó Alucard, lanzándose hacia su compañero. Justo en el momento en que Alex iba a impactar, Alucard colocó su mano frente a Fénix, bloqueando el ataque de Alex con una habilidad sorprendente.

El impacto resonó en el aire, y Fénix se sintió aliviado, pero la lucha no había terminado.
¿Qué planeas, Alex? —preguntó Alucard, su voz grave y seria, mientras evaluaba la situación.

Sin responder, Alex tomó un sorbo de la sangre de Alucard que había manchado el suelo tras sus ataques previos. Con un aire de ritual, se arrodilló y comenzó a trazar un pentagrama con su propia sangre, cada línea brillando con una energía oscura.
¡Oye, escucha! —gritó mientras recitaba cánticos en un tono resonante—.
En este lazo, nuestros destinos se entrelazan,
el dolor compartido es nuestro lazo eterno.
Si uno sufre, el otro también,
y en este pentagrama, tu fin será mi gloria.

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