Capítulo 115: Presagios en el Cielo
16 de diciembre, 10:30 AM
El aire de Nueva York se sentía invernal y pesado. En las puertas del lujoso penthouse, Fénix, Hércules y Marcus se alistaban para salir a patrullar las calles en busca de pistas, mientras Enid, Vanessa y Lucian permanecían en el hotel, esperando señales. La despedida fue breve, casi mecánica, como si la tensión flotante en el ambiente los empujara a moverse rápido.
Fénix ajustó la corbata, como siempre, con un gesto casi automático, y miró a Enid.
—No hagas ninguna locura mientras no esté —le dijo, con un tono más suave de lo habitual.
Enid sonrió ligeramente, una sonrisa que decía más de lo que sus palabras podrían expresar.
—Podría decirte lo mismo.Vanessa lanzó una mirada perezosa desde el sofá, donde estaba recostada con los pies sobre la mesa de cristal.
—Diviértanse allá afuera. No olviden comprar café —bromeó.Lucian, que estaba de pie junto a la ventana, solo asintió con la cabeza, sin decir nada. Había algo solemne en su silencio, pero nadie lo comentó.
Marcus fue el primero en dar un paso hacia la salida.
—Vámonos, antes de que la ciudad nos coma vivos —dijo, tratando de aligerar el momento con humor.Hércules se estiró con un crujido audible en los hombros.
—¿Qué estamos esperando? ¿Una despedida estilo película? Vamos ya.Fénix lanzó una mirada de despedida a Enid, luego a los demás, y finalmente dio media vuelta.
—Nos vemos pronto.El trío se perdió en el ascensor mientras Enid cerraba la puerta tras ellos.
En las calles de Nueva York
El viento helado cortaba los rostros de los tres mientras caminaban por las aceras. Los edificios gigantescos parecían observarlos desde arriba, indiferentes. La ciudad estaba viva, pero había algo... extraño. Algo que se movía en los márgenes de la realidad.
—¿Alguna idea de dónde buscar? —preguntó Hércules, con las manos en los bolsillos y las cuatro maletas ya dejadas atrás.
—El caos siempre deja rastros —respondió Fénix sin mucho entusiasmo—. Solo es cuestión de encontrar el lugar donde empezó.
Marcus caminaba unos pasos detrás, atento a los detalles de la ciudad como un cazador en terreno familiar.
De repente, Hércules se detuvo, frunciendo el ceño mientras miraba hacia el cielo.
—¿Lo ven? —preguntó, señalando hacia arriba.
Los tres levantaron la mirada. El cielo estaba más oscuro de lo habitual, pero no era una simple nube o tormenta. Era como si algo velado e invisible estuviera cerniéndose sobre la ciudad, robando luz del aire. No era normal.
—Es diciembre, ¿no? —comentó Marcus, encogiéndose de hombros—. Puede ser una tormenta de invierno.
—No lo creo —murmuró Hércules, sin dejar de observar—. Algo en esto no me gusta.
Fénix entrecerró los ojos, como si pudiera ver más allá de las nubes, pero no le dio mayor importancia.
—A lo mejor es solo el clima. No tenemos tiempo para preocuparnos por eso.—Como digas, jefe. Pero yo no confiaría en ese cielo —dijo Hércules, aún incómodo.
Fénix resopló, tratando de espantar las sospechas. No podía permitirse distracciones. Había demasiado en juego, y la cuenta regresiva ya había comenzado.
—Sigamos adelante —ordenó, ajustando el paso—. Tenemos un trabajo que hacer.
Marcus y Hércules intercambiaron miradas, pero ninguno dijo nada más. Sin más preámbulos, el trío se internó en las profundidades de la ciudad, sin saber que ese cielo oscuro era solo el primer aviso de lo que estaba por venir.
Darem, con su abrigo negro ondeando al viento helado de diciembre, estaba de pie al borde de un rascacielos, observando la vasta extensión de Nueva York desde las alturas. Sus ojos escudriñaban el horizonte, como si estuviera calculando cada rincón y sombra de la ciudad. A su alrededor, la calma era perturbadora, como la quietud que precede a una tormenta.
Sacó de su bolsillo un antiguo Nokia, con la carcasa rallada pero funcional, y marcó un número. Tras el primer tono, la voz fría y calculadora de Viktor contestó.
—¿Todo en su sitio? —preguntó Viktor, sin preámbulos.
Darem, con una sonrisa apenas perceptible, respondió:
—Todo listo. El tablero está completo, las piezas están en posición.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, seguido por la orden que Darem había estado esperando.
—Entonces... activemos el Crisol.Darem colgó sin decir una palabra más. El eco de esas palabras parecía resonar en el aire, como una sentencia ineludible.
Apenas unos segundos después, un zumbido masivo invadió la ciudad. Cada ciudadano de Nueva York sintió al mismo tiempo una vibración en sus teléfonos móviles. Las pantallas se iluminaron con un mensaje breve pero escalofriante:
"El Crisol del Caos ha comenzado. Bienvenidos al nuevo juego. Las reglas se explicarán a continuación."
Mientras tanto, desde los altavoces ocultos por toda la ciudad, una voz metálica y sin emoción alguna comenzó a anunciar las reglas. El sonido reverberaba en cada rincón: calles, parques, estaciones del metro, rascacielos. Era imposible ignorarlo.
—Atención, ciudadanos de Nueva York. A partir de este momento, el Crisol del Caos está en marcha. Ninguno de ustedes podrá abandonar la ciudad. Los puentes, túneles y aeropuertos han sido sellados. Solo hay una forma de salir: ser uno de los tres últimos sobrevivientes.
La voz hizo una pausa breve, lo suficiente para que la gente asimilara la crudeza de la situación.
—Reglas del Crisol:
Cada participante será evaluado en función de su capacidad para sobrevivir y competir.Aliarse está permitido, pero las alianzas no son vinculantes.No hay restricciones en los medios para alcanzar la victoria. La traición, la violencia y la manipulación son parte del juego.Quedarán solo tres sobrevivientes. Los demás serán eliminados.El Crisol continuará hasta que se cumpla la condición de los tres restantes. Intentar abandonar la ciudad resultará en eliminación inmediata.
El anuncio concluyó con una advertencia ominosa:
—Buena suerte. Que sobrevivan los más aptos.Desde la cima del edificio, Darem sonrió con satisfacción al escuchar el eco de los altavoces envolviendo la ciudad. Sacó un cigarrillo, lo encendió con calma, y exhaló el humo hacia el cielo oscuro.
—Bienvenidos al infierno —susurró, mientras la primera ola de pánico comenzaba a extenderse por las calles abajo.
En cada rincón de Nueva York, el caos se encendía como una chispa en un polvorín. La gente comenzaba a correr, algunos buscando refugio, otros formando grupos, y muchos más intentando comprender las implicaciones del Crisol del Caos.
Desde algún lugar remoto, Viktor observaba los primeros momentos del juego, sonriendo como un dios que acaba de poner en marcha su experimento definitivo.
El Crisol había comenzado, y no habría marcha atrás.
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code/fenix
Werewolffenix un lycan de un ejercito lycan que fue destruido hace unos cuantos años es reclutado por una organizacion para que sirva en el frente de batalla