Capítulo 74: Tegel a las 3:33 AM

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Capítulo 74: Tegel a las 3:33 AM

En lo profundo de Justizvollzugsanstalt Tegel, una de las prisiones más antiguas y notorias de Berlín, la oscuridad reinaba. Las paredes de concreto eran frías y rugosas, el aire denso, y el silencio, sepulcral. A esas horas, incluso los más inquietos prisioneros sucumbían al cansancio, pero en la celda 214, algo rompía la calma.

El reo conocido como Klaus Ritter se despertó de golpe. El resplandor débil de la luna se filtraba entre las barras de la pequeña ventana, iluminando tenuemente el espacio sombrío. La sensación de incomodidad lo invadía, como si algo extraño flotara en el aire. Al girarse en su cama, el brillo digital del reloj en la pared confirmó la hora: 3:33 AM.

Klaus se pasó una mano por la cara, intentando despejar el entumecimiento del sueño, y luego dirigió la vista hacia su compañero de celda, Otto. El hombre, completamente inmóvil, estaba de pie frente a la ventana abarrotada, observando cómo la lluvia fina y persistente golpeaba las rejas metálicas. Los ojos de Otto, abiertos como platos, reflejaban una mezcla de fascinación y temor.

—"Está lloviendo"— murmuró Otto, sin apartar la mirada del exterior. Su voz era baja y monótona, como si hablara en trance.

Klaus frunció el ceño, todavía medio dormido. —"¿Y qué? Siempre llueve en esta ciudad."—

Pero algo en la forma en que Otto lo dijo le puso la piel de gallina. Era como si la lluvia fuese una mala señal, un presagio sombrío.

Antes de que Klaus pudiera responder o levantarse de la cama, sintió un escalofrío recorrerle la nuca. Una mano fría y firme se posó sobre su cabeza, ejerciendo una ligera presión. Al mismo tiempo, otra mano hizo lo mismo con Otto.

Klaus se congeló.

—"¿Qué diablos...?"— comenzó a decir, pero su voz se apagó de inmediato cuando una tercera figura emergió de la penumbra.

Era Alex. Su silueta apenas visible en la oscuridad, pero los ojos de Klaus pudieron distinguir la sonrisa infantil y perturbadora que se dibujaba en su rostro. Alex inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera evaluando a dos juguetes rotos.

Entonces, con voz suave y maliciosa, Alex susurró una única frase:

—"¿Saben? La parte divertida es que todos sabemos lo que pasó después..."

Klaus sintió un vacío indescriptible apoderarse de su estómago. Otto dejó escapar un suspiro corto, apenas un susurro de miedo contenido. La celda se sumergió en un silencio asfixiante, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse.

Y después...

No hubo más ruido. No hubo más palabras. Solo la lluvia cayendo en Berlín.

En su habitación, sumido en la penumbra, Fénix intentaba encontrar una posición cómoda sobre la cama. Pero el dolor en su brazo roto palpitaba sin tregua, haciéndole imposible conciliar el sueño. La férula que lo inmovilizaba era un recordatorio constante de su vulnerabilidad, algo que detestaba profundamente. Intentó girarse una vez más, pero el dolor lo detuvo en seco con una punzada aguda.

Soltó un suspiro frustrado y, tras unos segundos de lucha interna, decidió levantarse.

Con movimientos lentos, se sentó al borde de la cama y miró el reloj digital en la mesilla. Las cifras brillaban en rojo:

3:34 AM.

—"Otra maldita noche..."— masculló, pasando una mano por su cabello despeinado.

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