Capítulo 113: Fantasmas del Pasado

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Capítulo 113: Fantasmas del Pasado

Fénix abrió los ojos completamente, parpadeando mientras se recuperaba de su inquietante sueño. Aún sentía la presencia de Alucard en el fondo de su mente, como si las palabras del vampiro hubieran dejado un peso invisible sobre sus hombros. Se enderezó en su asiento, mirando alrededor. El zumbido bajo del avión y el ligero movimiento de los motores lo trajeron de vuelta a la realidad.

—¿Cuánto falta para llegar? —le preguntó a Marcus, que estaba con los brazos cruzados y la cabeza recostada contra el respaldo del asiento.

Marcus bostezó, revisando su reloj con pereza.
—Unos diez minutos, más o menos. ¿Por qué? ¿Tan emocionado estás por pisar suelo americano?

Fénix esbozó una sonrisa cansada.
—Algo así. —Dudó un momento y se pasó una mano por la nuca, sintiendo un leve mareo, pero decidió no darle importancia. Aún podía sentir el frío del sueño, aunque nadie a su alrededor parecía notarlo. Mejor así. No tenía ganas de dar explicaciones.

Del otro lado de la cabina, Enid hojeaba una revista con la misma concentración con la que alguien resolvería una ecuación imposible. Sin levantar la vista, dijo en tono casual:
—Es hora de tomarte tu medicamento para las cicatrices.

Fénix frunció el ceño.
—No es necesario. Estoy bien.

Enid apartó por un momento la revista y lo miró con una mezcla de desaprobación y paciencia.
—Fénix, no es opcional. Si no quieres que vuelvan a abrirse, toma el medicamento ahora. No voy a discutir contigo por esto.

Fénix bufó, pero no pudo evitar la leve sonrisa que se asomó en su rostro.
—Qué mandona... —murmuró, sacando el frasco de su chaqueta y tomando una dosis rápidamente para no alargar el tema.

Desde su asiento, Hércules observaba la interacción con una ceja levantada. Se giró hacia Marcus, que estaba sentado frente a él, y comentó en voz baja con una sonrisa divertida:
—Esos dos hacen una buena pareja. ¿Así son todo el tiempo?

Marcus soltó una risa breve.
—Oh, sí. Siempre. Créeme, te acostumbras. —Se acomodó en su asiento, como si estuviera listo para contar una historia—. Una vez, durante una misión en París, Fénix se rompió dos costillas saltando de un tejado. Enid estaba furiosa porque no le había avisado del cambio de planes, así que lo arrastró al hospital por el cuello de la corbata. El pobre hombre pasó más tiempo preocupado por sus gritos que por las costillas rotas.

Hércules soltó una carcajada baja.
—Me cae bien esta mujer. Tiene carácter.

Marcus asintió con una sonrisa nostálgica.
—Lo mejor es que a pesar de todo, él no se queja. No lo admitiría ni muerto, pero Fénix la adora. Ella lo mantiene en pie, incluso cuando él no se da cuenta.

Hércules lo miró con curiosidad, como si acabara de descubrir una nueva faceta del enigmático Fénix.
—Eso explica muchas cosas.

Marcus se encogió de hombros con aire cómplice.
—Lo que no explico es cómo lograron casarse sin matarse en el proceso. Pero, hey, si eso no es amor, no sé qué lo sea.

Fénix los observó de reojo mientras guardaba el frasco del medicamento en su bolsillo, fingiendo no haber escuchado la conversación. Sin embargo, la sombra del sueño aún rondaba en su mente. La tranquilidad del vuelo era solo un espejismo, y lo sabía.

El futuro estaba en marcha.

Fénix se levantó de su asiento, estirando los músculos entumecidos por el viaje. Sentía que necesitaba despejar su mente después de las bromas de Hércules y Marcus, así que se dirigió con paso firme hacia la cabina del baño. La puerta se cerró tras él con un leve chasquido metálico, dejando fuera el bullicio del vuelo.

Apoyó ambas manos en el pequeño lavabo, observándose en el espejo por un momento. Su reflejo le devolvía la mirada con ojos cansados pero decididos. La sombra de su sueño con Alucard seguía presente, inquietándolo más de lo que quería admitir.

Sacudió la cabeza y abrió el estuche negro que llevaba siempre con él. Dentro estaban sus inyectables de Uber Lycan, cuidadosamente alineados en sus compartimientos. No podía permitirse bajar la guardia, especialmente con lo que se venía.

—No quiero confiarme... —murmuró para sí mismo, sacando una de las ampollas y cargando la jeringa con un líquido ámbar brillante.

Tomó aire profundo, miró la dosis preparada y, en lugar de detenerse en la dosis estándar, añadió otra inyección más. El doble de la cantidad usual. Sabía que era un riesgo, pero también sabía que su cuerpo estaba preparado esta vez. No sería como la vez anterior.

Apretó la mandíbula, recordando ese error del pasado: el exceso de la sustancia había hecho que su regeneración acelerada se volviera en su contra, desarrollando un tumor cerebral en cuestión de días. Y luego, como si las cosas no pudieran complicarse más, surgió el desastre de Tharos... una historia que prefería no revivir.

Inyectó ambas dosis en su brazo sin pestañear, sintiendo el ardor familiar extendiéndose por sus venas. Cerró los ojos por un momento, esperando la oleada de energía que le aseguraría estar listo para lo que viniera. El Uber Lycan ya no lo aterrorizaba como antes. Había aprendido a convivir con ese poder, y ahora, controlarlo era la única forma de sobrevivir.

Guardó la jeringa en el estuche, respiró hondo, y se lavó las manos. Miró una vez más su reflejo en el espejo. Estaba tranquilo. Esta vez no habría errores. Nada se saldría de control.

—Vamos a por todas... —susurró, apretando los puños antes de girar sobre sus talones y salir del baño.

Al volver a la cabina, se sentía más ligero, aunque una pequeña parte de su mente le advertía que con el poder siempre venía el riesgo. Pero no importaba. En este viaje, no había espacio para miedos o arrepentimientos.

Alucard (desde el más allá, con un tono burlón pero melancólico):
"Ah, pobre Fénix... Sigues corriendo hacia la tormenta, ¿eh? No tienes ni idea de lo que te espera. Si tan solo dejaras de cargar el peso del mundo en esos hombros rotos... Pero no, siempre el héroe, siempre el mártir. Me daría risa si no supiera lo jodido que vas a terminar. Qué desperdicio... Al final, ni tus promesas ni tu amor podrán salvarte de lo inevitable. Y cuando llegue el momento... desearás no haber despertado nunca de ese maldito sueño."

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