Code Fénix-Blood of the Fallen

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Code Fénix-Blood of the Fallen

1 de diciembre del 2000 – Berlín
El viento frío se cuela por las pequeñas grietas de la ventana. Afuera, la ciudad está cubierta de una fina capa de nieve, y las luces navideñas parpadean en las calles que lentamente vuelven a la vida. La fachada perfecta de una ciudad que intenta olvidar, como si el 31 de octubre nunca hubiese pasado. Pero Fénix sabe la verdad. Se apoya en el marco de la ventana, sintiendo el cristal frío en su frente. Todavía lleva vendas cubriendo la herida que va desde su ceja izquierda hasta abajo del ojo derecho, formando una cicatriz incompleta en forma de X, y su labio aún está abierto, dejando entrever parte de sus dientes cada vez que intenta hablar. A pesar de los meses que han pasado, el dolor es el mismo.

Fénix mira la ciudad con una expresión vacía.

Fénix (en su mente):
"Berlín ya está de pie otra vez... y yo, apenas. Me pregunto cómo carajo lo hacen... Pretender que nada pasó. Ver gente caminando, comprando regalos, riendo. Como si esto fuera normal."

Su respiración empaña ligeramente el cristal frente a él. Se queda allí, inmóvil, dejando que los minutos pasen. No hay sarcasmo en su mente esta vez, ni el habitual cinismo que solía ser su escudo. Solo vacío.

Fénix (pensando):
"Yo no estoy bien. No después de lo de Anna. De Alucard... Ni siquiera sé cuántos murieron ese día. Doscientas personas vivas en una ciudad que albergaba millones. ¿Eso se supone que es una victoria?"

Afuera, la nieve sigue cayendo, lenta y silenciosa. Como una manta sobre los escombros invisibles que dejó el Infierno de Berlín. No importa cuánto limpien las calles o reconstruyan los edificios: los fantasmas siguen ahí, en cada rincón que nadie ve.

Fénix pasa una mano por su rostro, notando el tacto áspero de las vendas.

Fénix (en su mente):
"¿Cuánto tiempo más voy a tener que usar estas vendas? No es que las cicatrices me molesten. Lo que me jode es lo que representan: fracaso. No pude salvar a nadie... Ni a Anna, ni a Alucard, ni siquiera a los malditos transeúntes atrapados en esa pesadilla. 

Se aparta de la ventana, sus manos tensas a los costados. Siente la ira hervir bajo la superficie, pero no tiene energía para dejarla salir. Es solo otro recordatorio más de su impotencia.

Fénix (pensando):
"Viktor. Darem. Antigen... Todo lo que hicieron y nadie lo sabe. Taparon todo, con dinero, con mentiras. Un maldito ataque terrorista, dicen. Como si los monstruos y la sangre que derramaron fueran parte de un cuento inventado. Y yo... No tengo nada. Solo las cicatrices. Solo los recuerdos."

Cierra los ojos por un momento y se pasa una mano por el cabello mojado por la humedad del ambiente. El sonido distante de la ciudad le llega como un eco amortiguado, lejano, como si no perteneciera a este mundo.

Fénix (susurrando para sí):
"Anna... Perdóname."

El peso de la culpa es insoportable, pero Fénix sabe que no puede permitir que lo aplaste. No mientras Viktor y Darem sigan vivos. No mientras Antigen siga operando en las sombras.

Fénix llegó a la clínica interna de Enid Corp bajo la luz pálida de una mañana invernal. El Dr. William lo recibió con su expresión tranquila y profesional, el tipo de serenidad que solo alguien acostumbrado al caos sabe manejar. El olor a desinfectante impregnaba la sala, mezclándose con el pitido suave de los monitores en reposo. William lo hizo pasar, señalando la camilla con un gesto despreocupado.

—Siéntate, Rogers. Vamos a quitarnos esto de encima.

Fénix se dejó caer sin decir nada. El doctor comenzó a trabajar con precisión, cortando los puntos con unas tijeras quirúrgicas mientras retiraba lentamente las vendas que cubrían su rostro. A medida que las capas se deshacían, quedaron al descubierto las cicatrices recientes.

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