Infierno en Berlín-18

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Infierno en Berlín-18

Alex cargó contra Fénix con una ferocidad inigualable, sus puños listos para desatar el caos. Con un movimiento ágil, Fénix esquivó el ataque, dejando a Alex con un vacío en su golpe. Sin perder tiempo, Fénix utilizó su mano derecha para agarrar la coraza endurecida de la cabeza de Alex, desgarrándola con fuerza y dejando su rostro expuesto, vulnerable.

Con una velocidad letal, Fénix conectó un rodillazo en el estómago de Alex, haciéndolo retroceder. Alex, aturdido pero con una chispa de emoción en sus ojos, pensó para sí mismo: Finalmente, esta es la pelea que he estado esperando tanto tiempo. Su corazón latía con alegría mientras intentaba recuperarse, ansioso por seguir luchando.

Sin embargo, Fénix no se detuvo allí. Aprovechando la oportunidad, se lanzó hacia Alex, agarrando su mano con una fuerza descomunal. Sin compasión, le arrancó la mano de un solo tirón, dejándolo gritando de dolor y sorpresa.

Alex se quedó paralizado, mirando su muñón, donde una vez había estado su mano, incapaz de procesar la realidad de lo que acababa de suceder. La rabia se mezcló con su dolor, y en su mente surgió una nueva determinación: Esto no terminará así.

Fénix, con una expresión de desafío, se preparó para continuar la pelea, sintiendo que por fin estaba tomando el control de la situación. Pero sabía que Alex no se rendiría tan fácilmente. El verdadero combate apenas comenzaba.

Fénix se lanzó hacia Alex con una furia renovada, conectando un golpe tras otro, cada puñetazo resonando en la estación de metro como un tambor de guerra. Alex retrocedía, incapaz de defenderse de la avalancha de ataques. Fénix parecía más rápido, más fuerte; cada movimiento estaba lleno de precisión y determinación.

Mientras Alex intentaba recuperar el control, Fénix bloqueaba y esquivaba cada uno de sus ataques, como si estuviera anticipando sus movimientos. La frustración y la rabia comenzaron a apoderarse de Alex, quien se dio cuenta de que estaba perdiendo terreno en esta batalla. En su mente, la incredulidad se mezclaba con el reconocimiento de su propia debilidad.

Fénix, notando la expresión de desánimo en el rostro de Alex, se detuvo un momento para mirarlo a los ojos. "No quiero admitirlo," dijo con una sonrisa desafiante, su respiración agitada pero firme. "Pero tienes razón. En cierto modo, somos muy parecidos. Ambos llevamos esta carga, esta rabia... esta necesidad de luchar."

Alex frunció el ceño, confundido por el reconocimiento de su adversario, pero también incapaz de negar la verdad en las palabras de Fénix. ¿Cómo podían ser similares? Se sentía atrapado entre su deseo de destruir a Fénix y la nueva revelación de que, en el fondo, compartían algo más profundo.

Fénix, aún con el ímpetu de la batalla en su voz, continuó, "Tal vez eso es lo que te asusta, Alex. Sabes que, al final, ambos estamos buscando lo mismo... aunque de formas diferentes."

Con esa declaración, Fénix lanzó otro golpe, y Alex, aturdido, apenas logró esquivarlo. La lucha no era solo física; ahora se convertía en una confrontación de identidades, de deseos y de destinos entrelazados.

Fénix, con un grito de determinación, lanzó un fuerte golpe que resonó en el aire, destrozando sus nudillos en el proceso. El impacto fue tan potente que, por un instante, hizo temblar la estructura misma del metro. La coraza endurecida de Alex se desvaneció bajo el asalto brutal, dejando su cuerpo expuesto y vulnerable. Alex cayó al suelo, jadeando, mientras el dolor surcaba su cuerpo, incapaz de levantarse de inmediato.

Fénix se inclinó hacia él, una mezcla de desafío y resolución en su mirada. "Contare hasta diez," dijo con voz firme. "Después de eso, te cazaré, y será tu fin."

Sin pensarlo dos veces, Alex salió corriendo, el pánico impulsándolo a escapar. Mientras sus pies golpeaban el suelo, la adrenalina llenaba su cuerpo, y la cuenta regresiva de Fénix resonaba en su mente. "Uno... dos... tres..." Fénix comenzó a contar en voz alta, su tono grave reverberando en los túneles oscuros del metro.

Alex se adentraba en los túneles, esquivando las sombras y los restos de lo que había sido un mundo lleno de vida. La oscuridad lo rodeaba, pero su mente solo podía concentrarse en una cosa: sobrevivir. Sabía que no tenía mucho tiempo.

"Cuatro... cinco..." La voz de Fénix continuaba, cada número sintiéndose como una campanada que se acercaba a su destino. Alex sentía el sudor correr por su frente, su corazón latiendo con fuerza mientras corría por los túneles, su mente tejiendo planes de escape.

"Seis... siete..." Con cada cuenta, el terror de ser cazado se volvía más palpable. Tenía que encontrar una salida, una forma de recuperar el control antes de que Fénix llegara a él.

"¡Ocho... nueve!" Alex giró en una esquina, su mente buscando cualquier atisbo de esperanza en la oscuridad. Sabía que no podía dejar que Fénix lo alcanzara. El fin estaba cerca, y la caza había comenzado.

Fénix llegó al diez con una voz imponente que resonaba en el aire helado. En ese instante, el paisaje cambió drásticamente: Alex ya no estaba corriendo por los túneles del metro, sino que se encontraba en un bosque cubierto de nieve. El frío mordía su piel, y el aire gélido dificultaba su respiración.

Los pies de Alex se hundían en la nieve, cada paso lo hacía jodidamente lento, y la sensación de desesperación comenzaba a invadirlo. Mirando a su alrededor, se dio cuenta de que no estaba solo. Entre los árboles, los rugidos de otros lycan resonaban, llenando el aire con una mezcla de temor y ferocidad.

De repente, una sombra oscura comenzó a rodearlo, moviéndose rápidamente entre los árboles, asemejándose a la forma de un lycan. El terror se apoderó de él, y la desesperación lo llevó a gritar. "¡Fénix! ¡Por favor, ayúdame!" Su voz temblaba, sonando como una súplica desesperada.

Alex se detuvo por un momento, mirando en todas direcciones mientras el frío lo envolvía. "¡No quiero morir aquí! ¡No así! ¡Déjame salir! ¡Te prometo que lo intentaré, que seré mejor!" Su súplica se llenó de un tono de desesperación, intentando captar la atención de Fénix, que sabía que estaba cerca.

Las sombras continuaron acercándose, y el rugido de los lycan resonaba más fuerte, como si disfrutaran de su tormento. Alex, con cada palabra, trataba de apelar a la humanidad que quedaba en Fénix, consciente de que el fin podría estar más cerca de lo que imaginaba. "¡No me dejes solo! ¡Tú también eres un monstruo! ¡Sabes lo que se siente!"

Mientras la presión aumentaba, la risa burlona de Alex resonaba en su mente, convirtiéndose en una mezcla de pánico y desafío. "¿Es este tu plan? ¡¿Acabar conmigo aquí?! No puedes ser tan cruel, Fénix. ¡Esto no es una batalla, es un sacrificio!"

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