Infierno en Berlín-20

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Infierno en Berlín-20 

Darem sonrió de manera sarcástica, disfrutando del desenlace de su encuentro. "Lamentablemente, Fénix, por órdenes de mi jefe, esta vez no me toca pelear. Solo estoy aquí para entregarte un comunicado."

Con un movimiento despreocupado, Darem sacó un teléfono móvil, un nokia y lo encendió. La pantalla parpadeó antes de que comenzara a grabar una nota de voz. Fénix lo observó, su expresión feroz, pero la curiosidad lo dominaba.

Cuando Darem presionó "play", la voz de Viktor resonó, clara y fría. "Fénix, debo admitir que el Uber Lycan me ha sorprendido. Sin embargo, esto no termina aquí. No pienso volver a Berlín, y necesitarás buscarme si deseas respuestas. Por el momento, consideramos esta ciudad como un terreno de caza. Así que ten cuidado."

La grabación se cortó abruptamente, dejando un silencio denso en el aire. Darem miró a Fénix, su sonrisa burlona aún en su rostro. "Buena suerte, Fénix. Espero que encuentres lo que buscas."

Sin más palabras, Darem dio media vuelta y desapareció en las sombras de las calles de Berlín, dejando a Fénix solo, con el eco de las palabras de Viktor resonando en su mente. La incertidumbre de su situación y la amenaza latente de un nuevo desafío comenzaron a formar una tormenta en su interior.

Fénix apretó los puños, decidido a enfrentar lo que vendría, sabiendo que cada vez estaba más cerca de la verdad detrás de su destino.

Fénix se dejó caer al suelo, el impacto resonando en el pavimento de Berlín como un eco de su fracaso. Su pecho se agitaba, y una sensación de vacío lo invadía mientras la realidad se asentaba en su mente. Alucard estaba muerto, Anna también. La sangre de sus amigos estaba en sus manos, y ahora solo quedaban recuerdos desgarradores de lo que solía ser su vida.

Con los ojos llenos de lágrimas, Fénix comenzó a golpear el suelo, cada golpe un grito silencioso de rabia y desesperación. "¡No! ¡No puede ser así!" bramó, su voz temblando. "No pude salvar a nadie... ¡Nadie!" Las palabras salían de su boca como un veneno, una mezcla de dolor y impotencia.

Se detuvo, la mano adolorida contra el asfalto, y miró al horizonte, donde la ciudad se alzaba desierta y sombría. "En Berlín, seguramente quedan menos de 200 personas vivas... ¡Todos han muerto!" gritó, la tristeza convirtiéndose en furia. ¿Cómo había dejado que esto sucediera? ¿Cómo había fallado tan estrepitosamente?

La pérdida de Alucard lo devastó, pero la muerte de Anna fue un golpe mortal. "¿Por qué? ¿Por qué no pude hacer más?" La rabia se transformó en llanto, su cuerpo temblando mientras las lágrimas caían libremente. La realidad de su fracaso lo aplastaba, y el peso de la culpa se volvió insoportable.

En ese momento, sintió que todo lo que había luchado por proteger se desmoronaba. El mundo que había conocido se había desvanecido en un mar de caos y muerte, y Fénix se sintió completamente solo, atrapado en una oscuridad que parecía no tener fin.

Días después, en un estudio de noticias iluminado, la presentadora se sentó frente a una pantalla que mostraba imágenes desoladoras de Berlín. La ciudad, una vez vibrante, ahora aparecía como un paisaje post-apocalíptico, con edificios destruidos y calles vacías.

"Bienvenidos a 'Actualidad Global'. Hoy nos enfocamos en la tragedia que ha caído sobre Berlín. Informes recientes indican que el número de supervivientes es alarmantemente bajo, con estimaciones que sugieren que apenas quedan 150 personas vivas en la ciudad", dijo la presentadora con una expresión grave.

Las imágenes cambiaron a escenas de rescate y evacuación, con los pocos sobrevivientes visiblemente traumatizados. "Lo que inicialmente se consideraba un incidente aislado se ha revelado como un ataque terrorista, aunque la verdadera magnitud de la tragedia es difícil de comprender. Las autoridades han estado investigando, pero hasta ahora, no han encontrado pruebas concretas que indiquen quién o qué está detrás de esta devastación", continuó.

La presentadora hizo una pausa, su mirada profunda y seria. "Los rumores sobre criaturas misteriosas y experimentos clandestinos han comenzado a circular, pero nada de esto ha sido confirmado. La situación es caótica, y la población busca respuestas en medio de un velo de incertidumbre."

Los analistas en el estudio comenzaron a discutir el impacto de la tragedia. "El hecho de que tan pocos hayan sobrevivido a este ataque es devastador. Berlín era un centro cultural y económico, y ahora parece estar sumido en el caos. Las autoridades están trabajando arduamente para investigar y recuperar la seguridad, pero se enfrentan a un desafío monumental", dijo un analista con tono sombrío.

"Los ciudadanos de Berlín merecen respuestas, pero en este momento, la prioridad es ayudar a los que quedan y reconstruir lo que se ha perdido", concluyó la presentadora, mientras la cámara hacía un paneo de las ruinas de la ciudad. Las palabras resonaban en el aire, como un eco de la desesperación que se había apoderado de lo que una vez fue una próspera metrópoli.

En Dresde, la lluvia caía sin piedad, creando charcos que reflejaban las luces de la ciudad. Fénix, encapuchado y empapado, se encontraba de pie frente a una tienda de televisores, observando las imágenes del informe sobre Berlín que parpadeaban en la pantalla. La presentadora hablaba con seriedad, su voz se mezclaba con el sonido del agua golpeando el pavimento, pero Fénix apenas escuchaba. Su mirada estaba vacía, fija en el brillo del televisor, aunque su mente estaba lejos, atormentada por las pérdidas recientes.

"Así que esto es lo que queda", murmuró para sí mismo, su tono carente del sarcasmo habitual que solía caracterizarlo. La desesperación lo había envuelto como un manto oscuro, y cada palabra que salía de su boca era un recordatorio de la impotencia que sentía. "Nadie sabe la verdad sobre Antigen... ni sobre lo que realmente ocurrió. Todos piensan que fue un ataque terrorista, pero no hay mención de lo que realmente hay detrás de esto".

Se pasó una mano por el rostro, sintiendo las gotas de lluvia mezclarse con las lágrimas que había estado reprimiendo. "Y Darem... sigue vivo. Ese maldito sigue allí, junto a Viktor y Antigen, mientras yo... no pude salvar a nadie", continuó, su voz quebrándose. "Alucard, Anna... todos están muertos, y yo... yo solo miré.

La imagen en la pantalla cambió, mostrando rescates y algunos sobrevivientes, pero para Fénix, eran solo sombras de lo que había sido. "¿Cuántas veces más tendré que perder a alguien que amo? Esto no se detendrá... nunca".

Con un gesto de frustración, apretó los puños y se dio la vuelta, alejándose de la tienda. La lluvia seguía cayendo, pero esta vez, no era un símbolo de renovación o limpieza; era una manifestación de su tristeza, su desesperanza. "No puedo dejar que esto se quede así", murmuró con determinación. "Si hay algo que puedo hacer, lo haré. Darem y Viktor no se saldrán con la suya. No puedo permitir que más personas sufran por su culpa".

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