Infierno en Berlín-16

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Infierno en Berlín-16

Fénix y Alex se separaron, ambos jadeando por el esfuerzo pero sin perder la compostura. Fénix miró su traje hecho jirones; solo quedaban fragmentos desgarrados de la parte superior. Con un resoplido de frustración, se arrancó los restos del tejido, dejándose el torso desnudo para moverse con mayor libertad.

Alex, con su personalidad cargada de cinismo y sadismo, no pudo evitar un comentario burlesco.

—Vaya, Fénix... —dijo con una sonrisa torcida, observando su cuerpo—. ¿Así que al final te animaste a mostrar un poco de piel? Creí que solo te desnudabas para el trabajo nocturno.

Fénix le dedicó una mirada gélida. —Bastante hablas para alguien que está a punto de quedar inconsciente.

Alex soltó una carcajada, pero, de repente, su expresión cambió. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y sus ojos se abrieron con sorpresa, como si sintiera algo despertar en su interior. Levantó las manos hacia su cara, sus uñas temblando mientras una energía desconocida lo recorría.

Fénix entrecerró los ojos. Algo estaba mal. —¿Qué demonios...?

Los músculos de Alex comenzaron a crecer, hinchándose mientras su cuerpo sufría una transformación brutal. Su piel adquirió una tonalidad más oscura y rígida, como si se recubriera con una armadura natural de placas gruesas. Sus facciones se distorsionaron en algo monstruoso, con colmillos más afilados y ojos inyectados en sangre. Sus manos se alargaron en garras como cuchillas, y cada movimiento hacía crujir los huesos de su nueva forma, ahora más robusta y aterradora.

—¡Oh, mierda! —murmuró Fénix, retrocediendo un paso al darse cuenta. —Este bastardo evoluciona en medio del combate...

Antes de que pudiera reaccionar, Alex rugió con una voz gutural y se lanzó hacia él, su velocidad incrementada. Con un golpe devastador, le propinó un puñetazo al pecho de Fénix, enviándolo a volar como una bala a través de los escombros del metro. Fénix se estrelló contra una pared, que se agrietó bajo el impacto, y cayó al suelo con un gemido.

Fénix apretó los dientes, forzándose a ponerse de pie a pesar del dolor que recorría su cuerpo. —Está bien, está bien... Solo otra pelea normal.

Se lanzó de nuevo hacia Alex, encajando su puño directo contra la nueva coraza que cubría el cuerpo del vampiro. Pero fue como golpear una pared de granito. Un crujido sordo resonó en su mano, y un dolor punzante le recorrió los nudillos.

—¿Eso es todo lo que tienes, Fénix? —rió Alex con burla, su voz ahora más profunda y resonante por la transformación.

Fénix retrocedió, sacudiendo su mano adolorida. Sus ojos brillaban con determinación, aunque en su mente comenzaba a calcular las pocas opciones que le quedaban.

Alex, ahora en su forma bestial y cubierto por su grotesca armadura de carne endurecida, comenzó a atacar a Fénix con una brutalidad despiadada. Cada golpe era como ser arrollado por un tren. Fénix intentaba devolver los golpes, pero cada puño que conectaba se estrellaba contra la superficie rígida del cuerpo de Alex sin causar daño alguno. Era como golpear una muralla, mientras que Alex apenas se tambaleaba.

—¿Eso es todo lo que tienes, Fénix? —murmuró Alex con una sonrisa sádica, su voz resonante y llena de crueldad.

Alex lanzó un golpe directo al rostro de Fénix, cortando su labio con las garras afiladas. Sin detenerse, tiró hacia abajo con sus uñas, arrancando un trozo de piel del lado izquierdo de la boca de Fénix. La carne se desprendió, exponiendo sus dientes y la encía, dejándole un rastro sangriento que mostraba los huesos de su mandíbula. La sangre brotó, y el dolor fue tan intenso que el propio Fénix apenas pudo contener un grito.

—¡Argh! —gruñó, llevándose una mano a la herida, sintiendo la carne desgarrada mientras la sangre le empapaba el rostro.

Pero Alex no le dio tiempo para recuperarse. Agarró a Fénix por la cabeza, sus dedos enredándose en su cabello, y lo estampó contra la pared con una fuerza devastadora. El impacto resonó con un crujido, y la pared de concreto se partió detrás de Fénix, formando una telaraña de grietas. Fénix sintió como su cráneo vibraba por el golpe, y su visión se nubló mientras el dolor se propagaba por todo su cuerpo.

—Ves, Fénix... tú y yo somos iguales, —susurró Alex, acercando su rostro al de Fénix mientras lo mantenía aplastado contra la pared—. Ambos somos monstruos que no tienen lugar en este mundo. Pero yo... yo acepto lo que soy. Tú todavía intentas luchar contra eso.

La presión sobre su cabeza aumentaba, y Fénix luchaba por mantenerse consciente, pero la brutalidad del ataque de Alex le dejaba pocas opciones para escapar.

Fénix, a pesar del dolor que recorría su cuerpo y la sensación de derrota, reunió lo poco que le quedaba de fuerza y conectó un derechazo en el rostro de Alex. Su puño chocó contra la grotesca armadura que cubría la piel del vampiro, pero el impacto fue inútil. Era como golpear granito. Alex apenas parpadeó, su rostro deformado manteniendo esa sonrisa maníaca, mientras una carcajada baja y gutural emergía de su garganta.

—¿Eso es todo, Fénix? —rió Alex, su voz resonando como un eco macabro en la estación vacía.
—Sabes... esto ya no es divertido.

Sin previo aviso, Alex lanzó un rodillazo al abdomen de Fénix, que lo hizo doblarse en dos, expulsando sangre entre sus labios rotos. Alex no perdió el ritmo y le siguió con un gancho al rostro que lo lanzó hacia atrás, estrellándolo de nuevo contra una pared. Esta vez, un par de ladrillos cayeron alrededor del cuerpo de Fénix, que jadeaba con dificultad.

—¿No lo entiendes todavía? —Alex avanzó lentamente, su voz teñida de un tono casi melancólico.
—En esta forma puedo usar mi técnica de dolor compartido... cuantas veces quiera.

El vampiro dejó escapar una risa seca y amarga. —Es irónico, ¿verdad? Lo único que necesitas para vencerme es tiempo. Pero a ti ya no te queda nada.

Fénix, apoyado contra la pared y con la vista nublada, intentaba levantarse, pero sus piernas temblaban. Alex se agachó ligeramente, observándolo como si fuera una obra de arte rota. En su rostro había algo nuevo: decepción. Como si la rabia y la locura dieran paso a una especie de tristeza incomprensible. De repente, los ojos de Alex se llenaron de lágrimas, aunque su sonrisa seguía fija.

—Quería tanto una buena pelea... —susurró Alex, las lágrimas bajando por su rostro. —No te imaginas cuánto.

Por un momento, parecía que su risa se quebraba en llanto genuino. —Yo no solo quiero masacrar humanos y lycan, Fénix... —continuó, con una sinceridad extraña, como si se estuviera confesando—. Lo que realmente quería era encontrar... alguien que pudiera resistirme. Alguien que me diera una batalla que valiera la pena.

Alex se secó los ojos con el dorso de la mano, su sonrisa persistiendo como una máscara de locura. —Y ahora me doy cuenta de que ni siquiera tú... ni siquiera tú eras suficiente.

Levantó lentamente su brazo, preparándose para dar el golpe final. —Es una lástima, Fénix... Porque realmente esperaba más de ti.

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