Capítulo 106: Promesas que no se Rompen

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Capítulo 106: Promesas que no se Rompen

Marcus se alejó de ellos, dejándolos solos entre el bullicio de la fiesta. Las luces brillaban tenuemente, reflejando los adornos navideños, mientras la música suave se deslizaba por la atmósfera. Fénix y Enid permanecieron de pie junto a la barra, aislados del resto del mundo, como si esa celebración no significara nada para ellos. Enid jugueteaba con su anillo nuevo, observando con cierta nostalgia la expresión seria de Fénix.

—¿Sabes? Podríamos olvidarnos de todo esto, Fénix —murmuró ella, con un tono de esperanza en su voz—. Antigen, Viktor, Darem... todo eso puede esperar. No necesitas cargar con más. Solo vuelve a ser tú. Vuelve a ser la persona que solía sonreír.

Fénix la miró en silencio, sus ojos oscuros y cansados reflejando una profundidad insondable. Por un momento, la idea lo tentó: dejarlo todo atrás, vivir sin el peso de las pérdidas que lo aplastaban día y noche. Pero las imágenes de Berlín volvieron a su mente. El humo, las explosiones, los gritos. Alucard cayendo, Anna sin vida. Las miles de almas inocentes tomadas por la crueldad de Antigen. La sensación de impotencia lo asfixió de nuevo, como una sombra que nunca se disipaba.

—No puedo, Enid. No puedo dejarlo así —dijo finalmente, su voz baja y tensa—. Hay demasiadas vidas que ya no están. Prometí que los haría pagar. No puedo olvidarlo... no después de Alucard.

Enid lo miró con tristeza, sabiendo que ninguna palabra aliviaría su tormento. Acarició su mejilla con suavidad, como si ese simple gesto pudiera devolverle algo de paz.

—Dame una razón, Fénix. Solo una. Déjalo todo de lado, por mí. Por nosotros —le pidió, susurrando, casi como un ruego.

Fénix apretó la mandíbula y bajó la vista. Sentía el peso de esas palabras, el deseo de Enid de vivir una vida más simple, de dejar de correr tras la venganza. Pero ese camino no era para él. No mientras aún tuviera una misión que cumplir.

—No puedo. Le hice una promesa a Alucard. Y yo... yo no rompo mis promesas.

Las palabras colgaron en el aire, pesadas e irrevocables. Enid suspiró, derrotada, pero no sorprendida. Sabía que esa batalla interna en Fénix no se ganaría tan fácilmente. Él era un hombre marcado por su pasado, por sus pérdidas, y por las promesas que se había hecho a sí mismo.

En silencio, Enid dejó caer su cabeza en el hombro de Fénix, aceptando que tendría que acompañarlo en ese camino, sin importar lo que costara. Y, por ahora, eso era suficiente para ambos.

Fénix la miró en silencio por un momento más, sintiendo el peso de todo lo que había pasado, de todo lo que todavía quedaba por hacer. Luego, sin decir nada, envolvió a Enid en sus brazos. Era un abrazo fuerte, como si en ese instante quisiera sostenerla a ella y a sí mismo al mismo tiempo. Un calor extraño se encendió en su pecho, como si por fin pudiera encontrar un fragmento de calma en medio del caos.

—Te lo prometo —murmuró junto a su oído—. Cuando todo esto termine, cuando Viktor y Darem estén muertos... Viviremos la vida que quieres. Una vida en paz. Algo simple. Sin más peleas, sin más guerras.

Enid cerró los ojos por un momento, disfrutando la calidez de ese momento fugaz. Pero Fénix, incluso en ese pequeño atisbo de vulnerabilidad, no pudo evitar agregar con un tono seco:

—Aunque... bueno, habrá que adaptarse. Ya no soy exactamente el mismo tipo atractivo que conociste, ¿no? —dijo, refiriéndose a sus cicatrices con una leve amargura.

Enid sonrió con una mezcla de ternura y picardía. Lo miró de cerca, inspeccionando cada marca en su rostro, como si las cicatrices no fueran más que detalles insignificantes.

—¿Sabes qué? Ahora estás más interesante —comentó, provocando una sonrisa minúscula, apenas visible, en la comisura de los labios de Fénix.

Antes de que él pudiera contestar, Enid lo miró fijamente, como si estuviera trazando un plan.

—Quiero que me hagas otra promesa, Fénix. Una más —dijo, su tono suave, pero firme.

Fénix arqueó una ceja, ya anticipando que no podría escapar de lo que ella estaba a punto de pedir.

—¿Qué tipo de promesa?

Enid lo sostuvo por el cuello de la chaqueta y lo atrajo un poco más cerca.

—Que no importa lo que pase, no vas a desaparecer de mi vida. Que cuando esto termine, estarás aquí. Conmigo. Y no volverás a perderte en tus demonios.

Fénix la observó en silencio, notando la seriedad en su mirada. Sabía que esa promesa era más difícil de cumplir que cualquier otra. Sabía lo complicado que era encontrar paz cuando había perdido tanto. Pero también sabía que, si alguien podía mantenerlo atado a esa promesa, era ella.

—Te lo prometo, Enid —dijo al fin, su tono bajo y sincero.

Ella sonrió, satisfecha, y volvió a abrazarlo con fuerza, como si en ese instante las guerras, las cicatrices y las batallas por venir no importaran en absoluto. Por unos segundos, solo estaban ellos dos, entrelazados en un mundo que parecía detenerse momentáneamente.

Fénix dejó escapar un suspiro, y aunque su rostro seguía marcado por el cansancio, hizo un esfuerzo por sonreír, solo un poco, apenas una curva discreta en sus labios. No era mucho, pero era suficiente para Enid, quien lo miró con los ojos brillando de emoción.

—Está bien —murmuró Fénix con suavidad, apartando un mechón de cabello del rostro de Enid—. Entonces, ¿cuáles son tus planes para Navidad?

Enid sonrió ampliamente, como si ya hubiera tenido todo planeado desde hace días.

—Quería hacer algo simple, nada extravagante. Solo nosotros. Podríamos ir a esa cabaña cerca del lago que compré hace años. Alejarnos de la ciudad, de Enid Corp, de todo por un tiempo. Decorar un árbol, beber chocolate caliente, cocinar algo que probablemente salga mal pero igual nos lo comamos —dijo con una risa ligera.

Fénix escuchaba con una tranquilidad extraña. El mero hecho de que ella hablara así, como si por un momento todo pudiera ser tan normal, le daba un destello de esperanza. Asintió despacio, considerando la idea, y por primera vez en mucho tiempo, no le pareció imposible.

—Suena bien —dijo finalmente, su tono bajo y sincero.

Enid se acercó más, con una expresión radiante que contrastaba con el ambiente frío y calculador de la empresa.

—¿De verdad? ¿Lo dices en serio?

Fénix le devolvió una mirada tranquila y asintió.

—De verdad.

—Entonces es un trato —respondió Enid con entusiasmo, dándole un pequeño apretón en la mano—. Nada de misiones, nada de Antigen, nada de peleas por un par de días. Solo tú, yo, y la Navidad.

Fénix esbozó una sonrisa más sincera esta vez, pequeña pero auténtica, sintiendo por un momento que, tal vez, algo de normalidad aún era posible.

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