Infierno en Berlín
El eco del tren se desvanecía mientras Fénix y Anna aguardaban en la fría y oscura estación del metro de Berlín. Las luces titilantes reflejaban una atmósfera tensa y cargada de expectativas.
—¿Y si no llega? —preguntó Anna, inquieta, revisando su reloj por enésima vez.
—Llegará, —respondió Fénix, con su tono habitual de calma, mientras observaba el andén. —Es solo cuestión de tiempo.
Anna no se detuvo. —¿Qué pasa si se encuentra con el grupo de Antigen? ¿Crees que será peligroso? ¿Cuál es el plan B? ¿Y si...
—¡Anna! —interrumpió Fénix, manteniendo su mirada fija en las vías. —Simplifica: espera la señal, actuamos. Si no hay señal, nos vamos.
La joven asintió, aunque su nerviosismo seguía palpable.
Mientras tanto, en la oficina de Enid Corp, el ambiente era muy diferente. Enid estaba sentada en su oficina, rodeada de pilas de documentos y formularios. Sus dedos se movían rápidamente sobre el teclado, llenando papeleo esencial para la misión. Su mente estaba enfocada, aunque una sombra de preocupación cruzaba su rostro.
Cerca de ella, Marcus se movía sin rumbo. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras reflexionaba sobre la inminente misión y los peligros que acechaban en cada esquina. Conocía bien a Fénix y sabía que, aunque se mostraba fuerte, la carga que llevaba era pesada.
En otro rincón de la oficina, Lucian y Vanessa observaban la ciudad de Berlín desde una ventana. La noche se cernía sobre la ciudad, iluminada solo por las luces de los edificios y las farolas. Vanessa rompió el silencio.
—¿Crees que lo lograrán? —preguntó, con un tono de inquietud en su voz.
—Fénix siempre logra salir adelante —respondió Lucian, aunque su expresión era seria. —Pero en esta ocasión, hay algo diferente en el aire.
La noche en Berlín había caído como una manta oscura, y un viento helado arrastraba ecos de inquietud por las calles desiertas. En las profundidades de Antigen, Viktor miraba con satisfacción cómo se activaban los tanques llenos de vampiros modificados. La pantalla frente a él parpadeaba, mostrando rostros pálidos y ojos hambrientos. A su lado, Darem y Alex sonreían, listos para presenciar el caos que pronto se desataría.
—Esta noche, Berlín conocerá el verdadero terror —declaró Viktor, con una risa fría que resonaba en el aire.
Los tanques se abrieron de golpe, y los vampiros, liberados de su prisión, se lanzaron a las calles como un torrente oscuro. Se movían con una velocidad sobrenatural, dejando atrás el olor a sangre y muerte. En un abrir y cerrar de ojos, el pavimento de Berlín se convirtió en un escenario de pesadilla.
Gritos desgarradores llenaban el aire mientras los vampiros se abalanzaban sobre sus víctimas. Sus garras desgarraban carne, y la sangre manaba como un torrente en cada esquina. Los desprevenidos ciudadanos, atrapados en la rutina nocturna, no tuvieron tiempo de reaccionar. Algunos, al verse rodeados, intentaron correr, pero la velocidad de los vampiros era implacable.
"¡Ayuda! ¡Por favor!" gritaban los inocentes mientras eran alcanzados por las criaturas sedientas de sangre. La ciudad se sumió en el caos absoluto: coches volcando, luces de emergencia parpadeando, el eco de pasos desesperados resonando en los adoquines. Los gritos se convirtieron en un coro de terror.
Un grupo de amigos salió de un bar, riendo y bromeando, cuando se encontraron con un vampiro frente a ellos. Con un movimiento rápido, el ser los despojó de su humanidad; una mordida en el cuello, un alarido de dolor, y la vida se escurrió de sus cuerpos como un suspiro.
"Es solo una broma, ¿verdad?" gritó uno de ellos, con horror reflejado en sus ojos, mientras su amigo caía al suelo, el cuerpo sin vida ya siendo devorado.
Las calles de Berlín se llenaron de sombras danzantes. Las criaturas se movían en un frenesí voraz, cada una buscando su próxima víctima. En los bares y restaurantes, el sonido de risas y charlas fue reemplazado por el clamor del pánico. Los dueños intentaron cerrar las puertas, pero los vampiros, con su fuerza sobrehumana, las rompieron con facilidad.
"¡No! ¡No!" se oía a alguien suplicando desde dentro de un café, solo para ser respondido por un grito ahogado, seguido de un silencio que helaba la sangre.
En el corazón del desastre, Viktor observaba con deleite. "¿Ven? La humanidad se devora a sí misma en el caos. Cuando termine esto, todos culparán a Enid Corp."
Los rostros de los vampiros estaban cubiertos de una mezcla de sangre y locura. Eran sombras de lo que alguna vez habían sido, transformados en meras herramientas de destrucción. Gente enloquecida corría, buscando refugio en las alcobas de edificios, solo para encontrar que no había escape.
La noche continuó su danza macabra, iluminada solo por los fuegos de los coches en llamas y el brillo de las farolas que titilaban como estrellas moribundas. Los cuerpos yacían en el suelo, despojos de la vida que alguna vez habitaron las calles.
"Esto es solo el comienzo," murmuró Darem, disfrutando del espectáculo.
Mientras tanto, en las sombras, Fénix y Anna se preparaban para entrar al frenesí, ajenos al horror que se desataba en las calles, ignorantes de que el infierno ya había comenzado.
El estruendo del tren resonó en el aire, y las luces del vagón parpadearon, proyectando sombras inquietantes en la estación vacía. Fénix y Anna se miraron, la tensión palpable entre ellos.
—Esto es lo que estábamos esperando —dijo Anna, con un tono decidido, aunque su mirada delataba un leve temblor de miedo.
El vagón se detuvo con un chirrido ensordecedor, y la puerta se abrió lentamente, revelando un oscuro interior. Pero lo que descendió del vagón no eran los aliados que esperaban. Vampiros emergieron de las sombras, ojos rojos como brasas, sedientos de sangre y con una furia desatada. Sin previo aviso, se lanzaron sobre los ciudadanos que aún estaban en la estación.
Gritos llenaron el aire cuando los vampiros masacraron a quienes se encontraron. La escena era un caos absoluto: cuerpos caían al suelo mientras las criaturas se movían en una danza grotesca de violencia.
Fénix apretó los dientes. La situación era mucho más grave de lo que habían anticipado. Anna retrocedió instintivamente, pero Fénix la sujetó por el brazo, su mirada fija en el tumulto.
—¡Es una emboscada! —gritó Fénix, su voz resonando por encima del clamor—. ¡Tenemos que movernos, ahora!
Más vampiros comenzaron a surgir de la entrada del metro, como sombras que se arrastraban desde el abismo. No había escapatoria. El aire se llenó del hedor de la sangre y el pánico, y Fénix sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho.
"La única opción viable es el túnel," pensó Fénix, evaluando la situación. Con cada momento que pasaba, la multitud de vampiros aumentaba, su sed insaciable era evidente.
—¡Sígueme! —ordenó, mientras se dirigía a la entrada del túnel del metro. Anna no dudó y lo siguió de cerca, ambos sabiendo que cualquier otro camino podría significar su fin.
Los vampiros se abalanzaron sobre los que quedaban en la estación, y Fénix sintió un escalofrío recorrer su espalda. Eran más de lo que habían imaginado. Pero el túnel oscuro ante ellos ofrecía una promesa de seguridad, un camino hacia lo desconocido, lejos del horror que se desataba a sus espaldas.
Mientras corrían por el túnel, el sonido de la muerte resonaba a sus espaldas. Los ecos de gritos y el chocar de cuerpos contra el suelo se desvanecían, reemplazados por el retumbar de sus propios pasos. La oscuridad se cerraba a su alrededor, pero la luz de sus linternas cortaba la penumbra, guiándolos hacia lo desconocido.
Fénix sabía que no podían detenerse; cada segundo contaba. Los vampiros estaban desatados, y Berlín se había convertido en un campo de batalla. Ahora, su única esperanza residía en lo que se encontraba más allá de las sombras.
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code/fenix
Werewolffenix un lycan de un ejercito lycan que fue destruido hace unos cuantos años es reclutado por una organizacion para que sirva en el frente de batalla