Infierno en Berlín-8

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Infierno en Berlín-8

Marius se lanzó hacia Fénix sin advertencia, como una bala negra surcando el aire. Fénix apenas tuvo tiempo de levantar los brazos en un reflejo automático, cubriendo su rostro del golpe directo que Marius apuntó hacia su mandíbula. El impacto fue brutal, tanto que el bloqueo de Fénix apenas logró evitar que el puño lo dejara inconsciente en el acto.

El suelo bajo los pies de Fénix crujió al absorber la fuerza del choque. Se tambaleó hacia atrás, todavía en shock, su mente atrapada entre la incredulidad y la necesidad de reaccionar. Cada movimiento de Marius era perfecto, limpio, calculado. Había algo hipnótico en la precisión de sus golpes: como si Fénix estuviera presenciando una obra maestra de violencia pura.

¿Qué pasa, cachorro? ¿Perdiste el filo? —rió Marius, dando un paso más, listo para seguir con su brutal embestida.

Marius atacó de nuevo, rápido como un relámpago. Fénix apenas lograba seguirle el ritmo. Cada golpe era como un cuchillo afilado: cortaba el aire y golpeaba con una fuerza devastadora, sin espacio para errores. El sonido de los puños golpeando carne resonaba en el túnel vacío como tambores de guerra.

Fénix, con los reflejos de un guerrero curtido, logró finalmente encontrar una apertura. Con un gruñido de esfuerzo, giró su cuerpo y lanzó un puñetazo directo al estómago de Marius. El impacto fue seco, haciendo que el torso de Marius se encorvara levemente por la fuerza.

Pero la sonrisa de Marius nunca desapareció.

Bien. Por fin un poco de espíritu.

Antes de que Fénix pudiera retirar su brazo, Marius lo agarró por la muñeca con una fuerza inhumana.

¿Sabes qué es lo mejor de los huesos? —dijo Marius, apretando con fuerza. El crujido llegó antes de que Fénix sintiera el dolor.

Siempre se rompen igual.

El brazo izquierdo de Fénix cedió con un estallido seco y violento. El dolor fue inmediato, disparándose por todo su cuerpo como una descarga eléctrica. Fénix soltó un grito ahogado, sintiendo cómo su hueso se partía en dos. Marius soltó su brazo como si no fuera más que un juguete roto, dejándolo colgar inútilmente a su costado.

Fénix retrocedió tambaleándose, jadeando mientras trataba de procesar el dolor. Su mente era un torbellino de pensamientos, pero una cosa estaba clara: Marius no había perdido ni un ápice de su brutalidad.

Vamos, cachorro, no me decepciones tan pronto. —dijo Marius, mirándolo con la misma calma arrogante que había tenido toda su vida. —¿Así es como vas a recibirme?

Fénix apretó los dientes, tratando de ignorar el dolor en su brazo destrozado. Sabía que esta pelea apenas comenzaba, y si no se levantaba rápido, Marius acabaría con él sin dudarlo.

Fénix cerró los puños y, sin perder más tiempo, lanzó su brazo derecho hacia adelante con toda la furia acumulada. El puño impactó en el rostro de Marius con la fuerza de un tren descarrilado, el sonido de hueso chocando contra hueso resonando en el túnel como un trueno.

Marius salió disparado hacia atrás, volando por el aire como una marioneta sin cuerdas. Su cuerpo atravesó el espacio y se estrelló violentamente contra una pared de concreto con un estruendo seco, levantando una nube de polvo y escombros. Por un breve instante, todo quedó en silencio.

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