Capítulo 61:El Incidente en Washington-13

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Capítulo 61:El Incidente en Washington-13

La oscuridad es sofocante. Es un abismo sin fondo donde el aire es pesado y denso, y el olor a azufre y sangre quemada lo impregna todo. Fénix se encuentra de pie en lo que parece ser una vasta llanura desolada, donde el suelo es negro como la obsidiana, agrietado y quebradizo. No hay cielo visible, solo una eternidad de penumbra que se cierne sobre él. El silencio es profundo, interrumpido únicamente por el crujido ocasional de las grietas bajo sus pies y los murmullos distantes de lamentos de almas perdidas.

De repente, una figura oscura emerge de las sombras frente a él, como si siempre hubiera estado ahí, aguardando. La figura es alta, imponente, y su presencia parece hacer que el aire alrededor de Fénix se torne aún más denso. No es necesario preguntarse quién es; su esencia es inconfundible. Es el mismísimo Diablo. Su rostro, parcialmente cubierto por la sombra, muestra una sonrisa que no es más que una burla cruel.

Diablo: (Con una voz que resuena desde todas partes, profunda y cargada de malicia) "Bienvenido, Fénix... a tu infierno personal."

Fénix observa con sus ojos afilados, su postura desafiante a pesar del lugar en el que se encuentra. Su tono es burlón, como siempre, incluso ante esta entidad primordial.

Fénix: "Supongo que esperabas verme tarde o temprano, ¿eh? Pero siento decepcionarte; no pienso quedarme."

Diablo: (Con una risa que sacude los cimientos de la tierra) "Siempre tan desafiante, mi hijo. Pero este lugar no es un simple infierno; es tu infierno. Y estás aquí porque hay cosas que necesitas entender."

Fénix frunce el ceño al escuchar la palabra "hijo". El Diablo da un paso adelante, y el suelo se retuerce bajo su peso. Alza una mano con garras negras que parecen absorber la poca luz que hay, señalando a Fénix.

Diablo: "¿Te sorprende? Los humanos siempre han tenido una tendencia a olvidar de dónde provienen sus verdaderos dones. Hace mucho, mucho tiempo, yo les concedí a los hombres el poder de los lycan y los vampiros, una muestra de mi generosidad. Y tú, Fénix, eres uno de los pocos afortunados que lleva este don en su sangre."

Fénix mantiene su expresión impasible, pero sus ojos reflejan su interés. El Diablo comienza a caminar lentamente alrededor de Fénix, como un depredador acechando a su presa, su voz resonando con cada palabra.

Diablo: "Todo comenzó con el primer hombre y la primera mujer: Adán y Eva. Cuando Dios los creó, les dio libre albedrío, pero les faltaba poder. Eran frágiles, vulnerables... simples juguetes en un jardín. Yo, en mi infinita sabiduría, les ofrecí algo más. Una elección. Una chispa de mi propia esencia para elevarlos más allá de su mera existencia."

La escena a su alrededor cambia, y Fénix ve un jardín hermoso, exuberante y prístino: el Jardín del Edén. Los colores son tan vibrantes que parecen surreales. Adán y Eva están de pie bajo el Árbol del Conocimiento, y la Serpiente, con ojos que brillan con astucia, los observa desde las ramas.

Diablo: "La fruta del conocimiento del bien y del mal no era solo un símbolo; era la puerta de entrada a un poder más grande. Cuando la tomaron, sus cuerpos cambiaron. Despertaron. Y con ese despertar, nacieron los primeros de los tuyos."

La imagen del Jardín del Edén se desintegra, y son reemplazadas por figuras de hombres y mujeres, sus cuerpos cambiando y transformándose: algunos desarrollan colmillos afilados y ojos rojos como la sangre, mientras otros adquieren garras y un pelaje que cubre sus cuerpos, sus ojos brillando con el fuego de la luna llena.

Diablo: "Así nacieron los vampiros y los lycan. Los vampiros, aquellos que bebieron más profundamente del fruto, adoptaron mi inmortalidad, mi hambre insaciable. Los lycan, quienes lo rechazaron en parte, se ataron a la luna, cambiando su carne y huesos a mi imagen, la imagen del cazador eterno."

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