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Jimin y Yoongi se habían despertado muy temprano ese día para aprovechar al máximo su primer día de luna de miel. Después de un vuelo algo agotador y un largo viaje en coche hasta el hotel, finalmente llegaron a su destino: una preciosa villa costera escondida en una pequeña bahía, lejos del bullicio de las grandes ciudades. El lugar era perfecto, justo como lo habían imaginado, un refugio idílico rodeado por naturaleza exuberante y una playa de arena blanca que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

Al entrar en su suite, ambos se quedaron sin palabras. La habitación era enorme, decorada con tonos cálidos y materiales naturales, y la pared frontal estaba hecha completamente de cristal, permitiéndoles ver la playa y el océano desde casi cualquier rincón. Pero el verdadero lujo estaba en el balcón. Era espacioso, con una hamaca colgante, una mesa de madera para cenas al aire libre y una pequeña piscina privada donde el agua cristalina reflejaba el cielo despejado.

Después de un día lleno de emociones, habían decidido que el mejor final sería simplemente quedarse allí, contemplando la belleza que les rodeaba. Las palabras sobraban, ambos sabían lo que significaba ese momento. Estaban empezando una nueva vida juntos, en la que cada día sería una oportunidad para construir más recuerdos.

Jimin, apoyado contra la barandilla, sentía cómo la brisa del mar jugueteaba con su cabello, despeinándolo ligeramente. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde el sol comenzaba a sumergirse lentamente en el mar, pintando el cielo con tonos anaranjados, rosados y violetas. La paleta de colores cambiaba cada segundo, como si el cielo estuviera regalándoles un espectáculo privado solo para ellos. Yoongi se acercó por detrás, envolviendo a Jimin con sus brazos. No dijeron nada, pero el silencio compartido era cómodo, casi necesario, como si las palabras no pudieran capturar la magnitud de lo que sentían en ese momento.

—Es increíble. —murmuró Jimin después de un rato, su voz apenas un susurro en la brisa nocturna.

Yoongi asintió suavemente, sin apartar la vista del océano.

—Nunca imaginé que estaríamos aquí juntos, después de todo. —Yoongi asintió suavemente, sin apartar la vista del océano. —Es surrealista.

Jimin sonrió y se recostó contra el pecho de Yoongi, sintiendo el calor familiar de su cuerpo y el latido constante de su corazón.

—Es justo como debería ser. —respondió con tranquilidad. —Tú y yo, el mundo fuera de aquí puede seguir girando, pero en este momento, solo somos nosotros dos.

Permanecieron así durante lo que pareció una eternidad, inmersos en la calma que traía la puesta de sol. No tenían prisas, ni horarios que cumplir. Solo el presente importaba. De vez en cuando, las risas de algunas parejas que caminaban por la playa les llegaban a lo lejos, pero en su pequeño rincón del mundo, todo estaba en paz.

Cuando el sol desapareció completamente en el horizonte, el cielo se llenó de estrellas, una por una, como si estuvieran siendo colocadas manualmente para crear un espectáculo celeste. Jimin levantó la cabeza para admirarlas, asombrado de cuán claras se veían desde allí.

—Mira, se ven como si estuvieran justo sobre nosotros. —comentó maravillado.

Yoongi sonrió y lo apretó más fuerte entre sus brazos.

—Quizá lo estén. —respondió con suavidad. —O quizás, este es solo nuestro pequeño universo, donde todo está a la distancia perfecta, y nosotros somos las únicas dos estrellas que importan.

—Si este es nuestro universo, entonces no quiero que termine nunca. —Jimin rio suavemente, emocionado por la poesía en las palabras de Yoongi.

Con esa promesa no dicha, se quedaron allí, bajo el manto de estrellas, sabiendo que esa luna de miel no sólo celebraba su unión, sino que marcaba el inicio de muchas más puestas de sol, noches bajo las estrellas y momentos que compartieron juntos, más allá del tiempo y del espacio.

Money [YM][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora