FRANCISCA X

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¡Raimundo estaba en Puente Viejo! Una alegría desbordante junto al miedo y el rencor se apoderaron de ella. ¿A qué diantres había venido?

Leonor y Enrique habían advertido en su mirada ese brillo de antaño que ahora sólo asomaba cuando hablaba de su futuro hijo. Antes de que pudieran seguir con su explicación, Francisca se les adelantó.

- ¿Y qué quería ese impresentable? - Procuró sonar idiferente, pero su tono de voz no le acompañó con su propósito.

- Hablar contigo. A nosotros poco nos relató. Insistía en hablar primero contigo. Decía que tenía muchas cosas que explicarte.

- Poco me importa lo que quiera decirme. - Esta vez su tono era firme. Se recordó a si misma que la había dejado tirada y embarazada y ninguna explicación podría justificar eso.

- Pero señorita, debería dejarle explicarse. - Le sugirió Leonor.

- Leonor, ¡no eres nadie para decirme qué debo hacer! - Le gritó. - Además, tanto él como yo hemos rehecho nuestras vidas, así que nada queda por decirnos.

- Te equivocas hija. Raimundo finalmente no se desposó.

¿Cómo? ¿Raimundo no se había casado? ¿Por qué? Decenas de preguntas le sobrevinieron.

En medio de esa incertidumbre sonó el timbre. Leonor se levantó del sillón rápidamente para cumplir con sus obligaciones y abrir. Era Salvador.

- Hola querida. Don Enrique. - Dijo mientras se quitaba el sombrero. - He venido a buscarte para que no vuelvas sola a casa. No es conveniente en tu estado que te vayas sóla. - Dijo mientras le acariciaba el vientre y le daba un beso en la frente.

- Hola Salvador. Francisca nos estaba contando lo bien que había ido la Luna de Miel. - Dijo Don Enrique viendo que Francisca no era capaz de reaccionar.

- Así es, lo pasamos de guinda. ¿Verdad amor mío?

- ... Maravillosamente. - Alcanzó a contestar Francisca que aún seguía perturbada.

Finalmente decidieron quedarse a cenar por insistencia de Don Enrique. Francisca lo agradeció en gordo, necesitaba tiempo para asimilar todo lo que le habían contado.

Mientras cenaban, un mozo llamó a la puerta preguntando por Salvador. La sorpresa fue mayúscula cuando les relató lo que había acontecido.

- Salvador ¿qué sucede? - Preguntó con preocupación, pues su marido traía el rostro desencajado.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora