PRÓLOGO FRANCISCA

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Querida Francisca,
Supongo que ésta carta te cogerá de nuevas, pero no podía aguantar más sin decirte que no nos vamos a desposar.
Hemos pasado grandes momentos juntos, y por ello veo justo decirte la verdad.
Voy a casarme con mi verdadera prometida. Reside en Madrid y allí la conocí durante mis años de carrera. La amo como nunca he amado a nadie: con toda mi alma y con todo mi ser.
Por el aprecio que siento hacía , me veo en la obligación de confesarte que nuestra relación ha sido una farsa de la familia Ulloa para derrocar a los Montenegro. Por mi parte te pido disculpas, pero bien sabes que solo somos y seremos enemigos, nada más.
Espero que encuentres un hombre que te corresponda como mereces. Lo lamento de todo corazón.
Cuídate mucho.

Raimundo Ulloa

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No puede ser. No podía ser cierto aquello que estaba leyendo. Raimundo, su Raimundo, aquel que le prometía amor eterno cada día ahora le confiesa que era todo ¿una farsa?.

Las lágrimas no cesaban de surcarle las mejillas. Gritó de impotencia mientras volvía a releer la carta por enésima vez.

No. No creía lo que aquellas líneas relataban. Raimundo no era tan buen actor ni ella tan estúpida. Se amaban. Ambos lo hacían. Y él era incapaz de haberla engañado con otra. No podían vivir el uno sin el otro.

Rápidamente se vistió, cogió la carta y salió del chozo en dirección al hogar de los Ulloa. No iba a irse de allí sin una explicación convincente.

Acababan de dar las nueve en el reloj del campanario de la iglesia. Era demasiado pronto para ir a casa de nadie, y menos para ir a la de los Ulloa. Por un momento se le pasó por la cabeza ir a la Casona, asearse y volver cuando la mañana estuviera más avanzada. Pero no, necesitaba hablar con Raimundo más que respirar, así que se armó de coraje y llamó al timbre.

Apenas pasaron treinta segundos hasta que la criada le abrió, pero durante ese tiempo su mente no paraba de pensar en la peor de las pesadillas: ¿Y si Raimundo le ha contado la verdad? ¿Y si todo ha sido una burda venganza entre familias?

La criada le hizo pasar al salón mientras iba a avisar a Raimundo. Al cabo de unos escasos 5 minutos, la criada entró en el salón muy agitada.

- Rosaura, ¿Qué te sucede? ¿Dónde está Raimundo? ¿Le ha pasado algo? - La idea de que a Raimundo podría haberle pasado algo comenzó a rondarle la cabeza.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora