FRANCISCA Y RAIMUNDO III

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Francisca estaba acabando de vestirse para la ocasión. Había decidido ponerse un vestido azul oscuro, de manga larga y con encaje en la zona del cuello y en los brazos. Leonor le había hecho un semirecogido precioso, adornado con un recogedor de plata.

Raimundo estaba esperando a que su padre terminara de arreglarse. Se había vestido con un tarje negro de talle recto, un chaleco del mismo color con un suave estampado color burdeos y una camisa de seda blanca.

Los primeros invitados comenzaron a llegar, todos alababan la belleza de Francisca y la felicitaban por el embarazo. Estaba nerviosa, finalmente los Ulloa no habían rechazado la invitación, eso significaba que en pocos minutos acudiría Raimundo. Y Ramón.

Acababan de llegar a la Casona, unas sirvientas les abrieron las puertas. Raimundo estaba histérico y de pronto comenzó a temblar, Ramón supo de inmediato porqué: frente a ellos estaba Francisca, con un radiante vestido que marcaba su espléndida figura, en la que se vislumbraba su incipiente barriga.

Allí estaba Raimundo, tan guapo como siempre. Intentó apartarle la mirada, pero no pudo. Necesitaba mirarle, nada le gustaba más que contemplar cada rasgo de su cara. Poco a poco fue acercándose a ella, hasta que un escaso metro les distanció.

- Enhorabuena, tanto por el enlace como por vuestro futuro hijo. - Pronunció Ramón con una sincera frialdad.

- Gracias Señor, lamento que el enlace de su hijo se frustrara. - Contestó Salvador con esa malicia que no podía esconder.

Ramón le clavó una mirada cargada de desprecio. Salvador no sabía con quien estaba hablando. Decidió no contestarle ahora para hacerlo más adelante. La venganza es un plato que se sirve frío.

Mientras Ramón entraba al comedor para hablar con otros terratenientes, Raimundo seguía allí parado, sin poder evitar dejar de mirarla.

- Les reitero mi enhorabuena. - Dijo con la voz entrecortada.

- Muchas gracias Don Raimundo. Tanto mi esposa como yo nos alegramos de que finalmente hayan podido acudir. - Dijo mientras abrazaba por la cintura a Francisca y le daba un beso en la mejilla.

Francisca no supo como reaccionar. Notó la desilusión de Raimundo al comprobar esa escena y como marchó con la cabeza gacha hacía el interior.

Finalmente ya habían llegado todos los invitados, el comedor estaba repleto de gente ilustre que formaba diferentes grupos mientras bebían y comían.

Raimundo se encontraba charlando con Don Anselmo, que, como autoridad eclesiástica del pueblo, estaba invitado al evento. A ellos se les acercó Pedro Mirañar, el alcalde del pueblo. Francisca decidió acercarse a ellos, sabía que no era lo más prudente, pero necesitaba estar cerca de él.

- ¿Se lo están pasando bien, Señores? - Preguntó Francisca mientras se situaba entre el alcalde y el cura, en frente de Raimundo.

- ¡La fiesta está siendo todo un éxito! La felicito Señora Castro. - Respondió el Mirañar.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora