RAIMUNDO Y FRANCISCA XI

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La herida del labio no cesaba de sangrarle, era evidente que ese malnacido se lo había partido. Raimundo se encontraba en el dispensario, trantando de rellenar todo el papeleo que tenía pendiente.

Por más que intentaba concentrarse, no podía. Necesitaba ver a Francisca, saber como estaba. Era evidente que su plan había funcionado, ahora debían seguir con lo demás. Mañana mismo tenía una reunión con el investigador privado y otra reunión con un falsificador para encargarle dos cédulas de identidad falsas.

Salvador había decidido irse a ver a su hijo Carlos, le preguntó si deseaba acompañarle, pero Francisca se negó, alegando que no se sentía muy bien tras el encontronazo con Raimundo.

Y no le mentía. Desde entonces un oscuro pensamiento le rondaba por la sesera sin dejarla tranquila. Salvador se despidió de ella, diciéndole que haría noche allí y volvería al día siguiente para comer. Francisca no pudo sino alegrarse. Cierto era que el comportamiento de Salvador había mejorado con creces, pero eso no significaba que le agradara un comportamiento.

Tras leer por enésima vez los documentos y darse cuenta de que era imposible concentrarse, Raimundo decidió ir a la Casona a ver a Francisca o, al menos, a hablar con Leonor.

Leonor y Don Enrique se encontraban en la cocina, él, con la excusa de ir a tomarse una tila, podía disfrutar de un poco de intimidad junto a ella.

Los suaves besos inciales dejaron paso a otros mucho más pasionales. No podían dejar de besarse y acariciarse, el deseo que sentían era superior a ellos. A los 40 se sentían como zagales de 20, con las hormonas disparadas.

Raimundo llegó a la Casona, para evitar encontrarse con Salvador decidió entrar por la cocina. Abrió la puerta sin llamar, confiando en que sólo podría toparse con Leonor o Rosario.

- Buenos días Leo... - No pudo continuar al ver la escena que tenía delante de él: Don Enrique y Leonor se estaban besando con una pasión desmedida. Se sintió culpable por haber roto ese momento de intimidad.

Al escuchar una voz, tanto Enrique como ella se separaron. En cierto modo, su temor disminuyó al comprobar que era Raimundo y no otra criada o la misma Francisca.

- Ra... Raimundo ¿qué haces aquí? - Preguntó Don Enrique mientras trataba de recomponerse.

- Yo... Yo lamento haberles importunado. Lo lamento. - Trató de disculparse Raimundo. - Había venido a ver a Francisca, confiaba en que Salvador estuviera a estas horas en la finca.

- No, Salvador no está en la finca. Se ha ido a visitar a su hijo Carlos. - Le contestó Don Enrique tratando de quitarle importancia a lo que había acontecido. - Leonor, ¿te importa ir a avisar a Francisca?

Leonor se limitó a asentir. Estaba acalorada y nerviosa por la situación, Raimundo no pudo sino alegrarse. Apreciaba a ambos y le llenaba de dicha que pudieran ser felices, y más juntos.

- Raimundo, te ruego que no le comentes nada a Francisca. Me gustaría aue lo supiera por nosotros.

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