RAIMUNDO Y FRANCISCA XII

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Tras pasar varios dias más en Oviedo, Raimundo y Don Ramón volvieron a Puente Viejo. El viaje había resultado más productivo de lo que habrían podido imaginar.

Por un lado, Don Ramón había cerrado varios tratos con Juan Escobar y había comprobado la buena química que existía entre su hijo y Ángeles.
Por otra parte, Raimundo había logrado, gracias a la ayuda de Natalia y Zacarias, hacerse con una casita cercana a Oviedo. Le había costado menos de lo que valía y había podido pagarla al contado. Para no levantar sospechas no iba a su nombre, sino al de Natalia. También había mostrado un interés fingido por Ángeles para despistar a su padre.

 También había mostrado un interés fingido por Ángeles para despistar a su padre

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Francisca sabía que Raimundo había regresado a Puente Viejo gracias a Rosario. No podía evitar sentirse más animada y feliz al saberle de vuelta pero, por otra parte, no entendía porque no había acudido aún a verla.

- Buenas tardes Francisca. ¿Qué estás haciendo? - Le preguntó Don Enrique al sorprenderla ensimismada en el sillón del despacho.

- Buenas tardes padre. Nada, iba a leer un libro pero lo cierto es que no hayo el modo de concentrarme. - Respondió mientras dejaba la novela que había cogido en la mesita de al lado.

- ¿Y eso? - Preguntó mientras se sentaba al lado de su hija.

- Pues verá, Rosario me ha contado que Raimundo ya está aquí. José Castañeda le ha visto esta misma mañana por los caminos.

- Bueno, eso es una buena noticia ¿no?

- Sí, claro que lo es. Pero me escama que no haya venido aún a visitarme. - Dijo sin poder evitar su tristeza.

- Cariño, lleva varios dias lejos de aquí, debe estar organizándose. Además, bien sabes que no puede plantarse aquí como si nada. Hay mucho en juego. - Don Enrique trató de tranquilizar a su hija. - Estoy convencido de que cuando tenga la ocasión vendrá a verte. Ese Ulloa te quiere demasiado. - Sentenció con una sonrisa pícara.

- Tiene razón padre. Debo parecerle una tonta. Por cierto, ¿Salvador cuándo vuelve?

- Esta misma mañana ha enviado un telegrama, disculpa Francisca, se me había pasado por alto. - Don Enrique se levantó y se dirigió hacía la mesa del despacho, sacó un pequeño papel para, acto seguido, entregárselo.

Francisca lo leyó y le contó a su padre que Salvador aún estaba en Madrid junto a su hijo y que no volvería hasta el sábado.

- Aún estamos a jueves, ¿qué te parece si hago llamar al doctor del pueblo para que te haga un reconocimiento? - Le preguntó irónico a su hija.

- Pues creo que en mi estado, todas las revisiones médicas son pocas. - Afirmó irónica Francisca sin poder evitar estallar en una sonora carcajada.

Tras la comida, Raimundo se despidió de su padre y se dirigió a atender el dispensario. De camino a él, no pudo sino encauzar sus pasos a la Casona. Estaba ansioso por contarle las buenas nuevas a Francisca. Mientras se dirigía hacía allí, un mozo le salió al paso.

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