RAIMUNDO Y FRANCISCA IX

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- Quieta ahí, ya lo recojo yo. - Le dijo Raimundo a Francisca cuando esta se disponía a levantarse para ayudar a Leonor.

- Raimundo, estoy embarazada no enferma. - Contestó Francisca levantándose y, viendo el mohín en el rostro de este, le dio un suave beso en la mejilla. - Leonor, permítenos recoger a nosotros y sube junto a mi padre al comedor y vais sirviendo los licores.

- Pero Señora, ¿cómo van a recoger ustedes? - Replicó Leonor.

- Con las manos ¿cómo si no? - Bromeó Raimundo. - No te preocupes Leonor, yo me encargo, de verdad.

Leonor, nada convencida con dejarles a ellos dos allí abajo con la vajilla buena, subió al comedor junto a Don Enrique.

En la cocina, Raimundo y Francisca ya habían recogido la mesa y él se disponía a lavar los platos. Francisca, sigilosamente, le abrazó por la cadera dejándole un sendero de besos por la espalda.

- Creo que voy a venir todos los días a lavar los platos. - Chanceó Raimundo mientras giraba el cuello para verla. - Te amo Francisca.

- Y yo a Raimundo. - Contestó mientras lo giraba hacia ella para poder besarle. - Esto va a salir bien ¿verdad?

- Por supuesto. No cuánto tiempo tardaremos en solucionar todo, pero lo lograremos. Pienso dejarme la vida en lograrlo. - Respondió Raimundo mientras la besaba.

Poco a poco esos besos cálidos y tiernos, fueron convirtiéndose en besos pasionales. Raimundo comenzó a darle besos por el cuello y mordisqueándole las orejas. Francisca no se quedó atrás, comenzó a desabrocharle la camisa y a acariciar su pecho. Las manos de Raimundo bajaron de la cadera a sus muslos, levantándola con suavidad y sentándola sobre la mesa. Francisca gimió ante aquel contacto, Raimundo, al escucharla, prosiguió con sus caricias. Esta vez comenzó a desabrocharle el vestido, pudiendo acariciarle los pechos, primero con las manos y luego con su boca. Francisca se sentía desfallecer, era tan distinto como la trataba Raimundo a Salvador. Se tensó al pensar en él y Raimundo lo notó.

- ¿Sucede algo amor? - Le preguntó sin dejar de mirarla a los ojos y atrapando sus manos con las de ella.

- Nada Raimundo. Sólo que... Deberíamos subir arriba, mi padre y Leonor nos esperan. - Raimundo, al escucharla, frunció el ceño. - No te enfades amor. - Le dijo mientras le besaba la frente con ternura.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora