RAIMUNDO Y FRANCISCA VI

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Francisca se tumbó en la cama siguiendo las indicaciones de Raimundo. Se habían encontrado con Don Enrique en el pasillo que había subido a buscar unos documentos y este insistió en acompañarles.

Don Enrique se sentó en el borde de la cama, cogiéndole de la mano a Francisca. Notó como ésta sudaba y temblaba sin poder evitarlo.

Raimundo dispuso todo lo que iba a necesitar al pié de la cama, procuró tranquilizarse pero era imposible. Los nervios le recorrian por dentro. Procuró mentalizarse de que era una paciente más y poco a poco fue retomando la calma.

Al notar las cálidas manos de Raimundo sobre su vientre, un escalofrío recorrió el cuerpo de Francisca. Raimundo lo notó y no pudo sinó ruborizarse.

Después de tantas semanas, volvió a rozar su piel, tan suave como siempre. La acarició más rato del necesario, no podía dejar de hacerlo. Aunque sabía que no era correcto, necesitaba volver a sentirla.

Francisca trataba de contenerse, ver a Raimundo acariciándole el vientre con esa dulzura era superior a ella. Allí, en esa habitación, en ese instante, estaba su familia. Unas lágrimas inundaron sus ojos.

- ¿¡Te estoy haciendo daño!? - Preguntó Raimundo altamente preocupado al verla llorar apartando sus manos de su vientre.

- No... Es sólo... Es sólo que aún no me creo que aquí dentro. - Pronunció mientras se acariciaba su vientre. - Haya una personita.

Tanto Raimundo como Don Enrique esbozaron una sonrisa.

- Pues así es. El embarazo sigue su curso normal. Está todo bien. - Dijo Raimundo mientras recogía los utensilios. - Aunque debes mantener reposo, Francisca. Los primeros meses son los más delicados.

- No te preocupes Raimundo, yo me encargaré de que haga lo mínimo posible. - Dijo Don Enrique mientras le daba un tierno beso en la mano a su hija. - Aunque la tenga que atar a la cama.

Raimundo rió. Y no pudo evitar pensar en Salvador, en la suerte que tenía ese malnacido por tener a Francisca. Y un hijo suyo.

Don Enrique notó como le había mudado el rostro a Raimundo. Francisca también. Padre e hija intercambiaron una mirada y al instante Don Enrique marchó. Dejándoles solos.

- Entonces... ¿Va todo bien de verdad? - Preguntó Francisca tratando de iniciar la conversación mientras terminaba de vestirse.

- , tranquila. Te haré revisiones todas las semanas para hacerte un control más exhaustivo. - Dijo Raimundo mientras la ayudaba a incorporarse. - Bueno, si no tienes inconveniente, claro.

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