FRANCISCA XIV

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Habían pasado varios días desde que sacó de la cárcel a Salvador. Su comportamiento con ella había mejorado indudablemente e incluso le había regalado flores y pastas.

Acababa de despertarse. Salvador se había levantado hacía media hora más o menos, para marcharse a trabajar con su padre a los campos.

Se aseó y bajó a desayunar, Leonor ya tenía dispuesto su desayuno y Rosario ya se había incorporado al trabajo.

- Buenos días Señora, ¿cómo se encuentra?

- Buenos días Rosario. Bien, bastante bien. ¿Y Alfonso?

- Muy bien Señora, le he dejado al cargo de mi suegra. El otro día lo llevé al dispensario para que Don Raimundo lo viera y me dijo que, a pesar de tener unas rojeces normales, está perféctamente.

- Me alegro muchísimo. Y... ¿Cómo está Raimundo? - Le preguntó sin poder evitarlo.

- Bien, lo bastante bien. Debería haberle visto con Alfonso, tiene una maña propia con los niños que ya la quisiera más de una madre. De seguro que será un padre maravilloso. - Sentenció Rosario mientras recogía el salón.

Leonor, que había escuchado toda la conversación, al ver la cara de Francisca decidió intervenir.

- Rosario hija, ya me encargo yo de esto. Tu baja a la cocina y ves preparando la comida, que aún estás convaleciente.

Rosario aceptó de buena gana, prefería mil veces cocinar que limpiar, así que no rechistó y cumplió con los designios de su tía. Leonor se acercó a Francisca, aún con el rostro trsite por las últimas palabras de Rosario.

- misma comprobarás dentro de unos meses si Raimundo será un buen padre o no. - Le susurró al oído mientras de laba un tierno beso en la mejilla.

- ¿Y si no sale bien Leonor? ¿Y si nos resulta imposible comenzar una nueva vida lejos de aquí?

- Mi niña, eso no va a ocurrir. Raimundo y vais a formar una familia y vais a ser felices. No puede ser de otro modo. - Trató de tranquilizarla Leonor. - ¿Qué tal con Salvador?

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora