RAIMUNDO Y FRANCISCA X

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Era de buena mañana y Raimundo ya había marchado al dispensario. Había quedado con su padre a las 11 para almorzar en la taberna que está situada en la plaza. Para almorzar y para algo más.

No podía dejar de pensar en Francisca. Estaba nervioso, sabía que debía ser especialmente cruel con ella y, aunque supiera que lo que decía no era verdad, temía que se lo tomara en serio.

Cierto era que cuando se enteró de que Francisca se había casado y estaba embarazada, pensó barbaridades de ella. Pero más cierto era que ahora, conociendo por qué lo hizo, no podía culparla. Él la había dejado plantada para casarse con otra y ella, presa de la rabia y de la furia, se lanzó a los brazos de Salvador.

Miró el reloj que había colgado en la pared, era la hora. Recogió todo y se dispuso a salir. Allí, en la plaza, sentado en una mesa de la taberna, se encontraba su padre tomándose un café.

- Buenos dias padre. - Saludó Raimundo. - Por favor, cuando pueda, sáqueme un café. - Le pidió a la muchacha que trabajaba allí.

- Buenos dias hijo. ¿Qué tal la mañana?

- Bien, bastante bien. Hoy no he tenido mucho trabajo.

- Me alegro entonces. Ya he preparado nuestro primer viaje.

- Vaya, veo que usted no pierde el tiempo. Cuénteme.

Don Ramón comenzó a relatarle los por mayores y por menores del viaje. Raimundo no podía escucharle, no cesaba de pensar en lo que estaba a punto de ocurrir. Miró disimuladamente a los callejones que daban a la plaza y, de pronto, la vió.

Allí estaba Raimundo junto a su padre. Salvador también les había visto, ya que rápidamente la rodeó por la cintura con firmeza. No fue necesario inventarse nada para acercarse a ellos, Salvador les tenía ganas y se dirigió hacia donde estaban.

- Buenos dias señores. ¿Están pensando a que inocente van a encarcelar hoy? - Preguntó irónico Salvador.

- Buenos dias Señores Castro. No, lo lamento, hoy aún no nos han dado motivos para encarcelar a nadie. - Respondió Don Ramón. Y añadió. - ¿Ha venido a darnos motivos?

- No creo que sean necesarios dichos motivos para que ustedes abusen de la ley. - Resaltó Salvador.

- ¿Le parece a usted poco motivo golpearme hasta dejarme al lado de la muerte? - Respondió Raimundo. - A la próxima espero que no sea tan inútil y consiga el resultado que se proponga. - Le retó.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora