RAIMUNDO Y FRANCISCA XXI

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Habían pasado dos meses desde el nacimiento de Tristán. Salvador ya se había recuperado de la paliza y, según la explicación "oficial" había sufrido un asalto por los caminos a causa de unos maleantes. Ahora, ya restablecido, había decidio marchar a Madrid a visitar a su hijo.

Raimundo seguía viviendo en la casa del dispensario y, al igual que el resto de vecinos, pensaba que lo acontecido a Salvador había sido un atraco. Con el paso de los dias había aprendido a cocinar, aunque, para ser sinceros, seguía yendo algunos días a la casa de comidas.

Había vuelto a ver a Francisca y a Tristán pero sólo de pasado, tan solo habían podido intercambiarse miradas cargadas de amor mientras ella paseaba a Tristán por el pueblo.

Tuvo que contenerse en más de una ocasión, se moría por poder besarles y abrazarles. Necesitaba saberles bien. Gracias a Leonor, la cual le visitaba de vez en cuando, sabía que ambos estaban bien.

Sin embargo, había recibido la visita de su padre durante éste tiempo. Vino a traerle una caja llena de libros de medicina, bueno, esa es la excusa que puso.

No discutieron ninguna de las veces. Apenas se cruzaron cuatro palabras. Y eso a Raimundo le sorprendió. Incluso le dió un generoso cheque para la fundación.

Francisca, tras despedir al alba a Salvador, subió a la alcoba para darle el pecho a Tristán y bañarle. Se encontraba totalmente restablecida y quería aprovechar el buen día que hacía para dar un paseo por Puente Viejo con Tristán. Y así, intentar ver a Raimundo para hacerle saber que podían verse.

Tal y como esperaba, Leonor se ofreció a acompañarle. Sutilmente, Leonor se acercó al dispensario con la intención de comprobar si Raimundo estaba allí o en la casa. Se lamentó al corroborar que no era así, pero aprovechó que no había nadie alrededor y le pasó una nota bajo la puerta.

Al mediodía, Raimundo terminó la ronda por las casas de los enfermos más graves. Al entrar en el dispensario para subir a casa a comer, vió una nota en el suelo.

Está usted invitado a comer, rogamos su asistencia.

Rápidamente se fijó en el borde superior de la nota, allí estaba el escudo de los Montenegro. Sin pensárselo dos veces, cogió su maletín y fué raudo hacia allí.

De camino lamentó su premura. Pues ni siquiera se había cambiado ni llevaba un presente para Francisca ni Tristán. Pero ya no había marcha atrás y se encontraba en la puerta de la cocina. La abrió sigilosamente y allí estaba Leonor preparando la comida.

- ¡Ésto huele que alimenta! - Dijo Raimundo mientras la levantaba en brazos.

- ¡Raimundo! Ya pensaba que no ibas a venir. - Le respondió dándole dos besos.

- ¿Y perderme uno de tus guisos? ¿Me crees tan alunado? - Chanceó Raimundo mientras le robaba una patata a Leonor. - ¿Dónde están?

- En la alcoba. - Le contestó Leonor mientras le guiñaba un ojo y veía como Raimundo subía raudo las escaleras.

Francisca acababa de darle el pecho a Tristán, el cual terminaba de dormirse. Aprovechó para ponerse un antiguo vestido que desde el embarazo no usaba.

Raimundo entró en la habitación y allí estaba Francisca, tratando de subirse la cremallera del vestido. Con cuidado se acercó y se situó tras ella.

- ¿Necesitas ayuda? - Le preguntó mientras sujetaba sus manos para apartarlas de la cremallera y así poder subirla él.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora