RAIMUNDO Y FRANCISCA XX

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Tristán había terminado de tomar el pecho y, aún entre los brazos de su madre, Raimundo y Francisca observaron embelesados como, poco a poco, iba cerrando los ojitos, quedándose finalmente dormido.

Tras darle un beso en la sien a Francisca, Raimundo se apartó de su lado. Volteó la cama y cogiendo con suma delicadeza a Tristán, lo depositó en la cuna.

- Dulces sueños, hijo mío. - Susurró antes de darle un cálido beso. Se giró para mirar a Francisca, tras el duro parto aún no había descansado y su rostro así lo transmitía. - Y ahora te toca a tí.

- Raimundo... - Susurró mientras alargaba la mano para coger la suya y tratar de convencerle.

- No repliques y haz caso al doctor. - Le respondió mientras le ayudaba a tumbarse en la cama. - Tómate este caldo. - Le dijo mientras le acercaba la taza. - Verás que te sienta bien.

Francisca cogió la taza y bebió. Estaba agotada y, a pesar de desear con toda su alma aprovechar el tiempo perdido con Raimundo, su cuerpo no podía más. Se acabó el caldo y le entregó la taza.

- Raimundo, acuéstate aquí conmigo, por favor. - Le rogó ya con los ojos semicerrados. - Si se despierta Tristán, avísame.

- Tú descansa, no te preocupes por nada, yo me encargo. - Le contestó mientras se tumbaba junto a ella, rodeándola con sus brazos. - Buenas noches cariño. - Le deseó dándole un tierno beso, notando como Francisca acababa de quedarse dormida en ese instante.

En la habitación de enfrente Don Enrique y Leonor acababan de tumbarse en la cama.

- Enrique, no creo que deba pasar la noche aquí. ¿Y si nos descubre alguien?

- Leonor, se han ido todas las doncellas a casa, son las dos de la madrugada. Además, Francisca ya lo sabe y tampoco creo que ni ella ni Raimundo estén pensando ahora en nosotros. - Le contestó mientras la apretaba aún más fuerte hacia él, colmándola de besos. - ¿No será que no quieres pasar la noche con este abuelo?

- Me has descubierto. - Respondió mientras no cesaba de reír, devolviéndole los besos. - Y ahora, abuelo, vamos a dormir un rato.

- Creo que este abuelo prefiere celebrar el nacimiento de su primer nieto. - Le susurró al oído mientras iba despojándola del camisión.

El suave gimoteo de Tristán le despertó. Con sumo cuidado, Raimundo salió de la cama, procurando no despertar a Francisca. Se acercó a la cuna y cogió en brazos al pequeño intentando que volviera a dormirse, pero no lo consiguió, así que decidió salir al pasillo para jugar con él y permitirle descansar un poco más a Francisca.

El reloj que presidía la alcoba acababa de dar las seis. Leonor y Enrique se estaban vistiendo, radiantes de felicidad. Decidieron bajar a preparar algo de desayuno para Francisca y Raimundo. Al abrir la puerta, Enrique le hizo un gesto a Leonor, la cual se acercó lentamente hacia él. Ninguno de los dos pudo evitar sonreir.

- A ver Tristán, escúchame y repite conmigo: pa pá, pa pá, pa pá. - Repetía una y otra vez mientras le colmaba de besos. Tristán, el cual estaba despierto y encantado con el juego, no cesaba de emitir pequeños gritos. - Shhh. No podemos gritar, chiquitín, que vamos a despertar a mamá y a los abuelos.

Francisca se despertó sobresaltada al no encontrar en la alcoba ni a Raimundo ni a Tristán. En ese instante le pareció escuchar la voz de Raimundo fuera y decidió abrir la puerta para ver que sucedía.

Y allí estaba Raimundo, sentado en el suelo en calzoncillos y con la camisa desabrochada, tratando de enseñarle a Tristán a decir "papá". También vio a su padre y Leonor contemplar la escena, los cuales le guiñaron un ojo al verla.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora