Faltaban tres semanas para casarse con Natalia. Todo estaba organizado ya: los trajes, los invitados, las flores, el banquete... Sólo les faltaba la ilusión y el amor.
Con el paso de los días y gracias al peso de la convivencia, Raimundo y Natalia gozaban de una fuerte complicidad y no les importaba pasar tiempo juntos. Aún no habían compartido ningún momento de intimidad, ni siquiera un beso que no fuera en la mano o en las mejillas como forma de saludo o despedida.
Tanto él como ella no deseaban dar un paso más allá y preferían disfrutar de esta amistad que les haría más llevadero todo.
Esa misma mañana había recibido una carta de Leonor, Natalia se la había entregado nada más llegar a casa sin hacerle ningún tipo de pregunta. Subió a su alcoba y comenzó a leerla.
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Raimundo,
Tal y como me dijo usted no tenía obligación alguna de contestarle, pero si lo he hecho es porque no me creo que no haya amado a Francisca durante todos estos años.
Sé que algo ocurre. Que algo se me escapa. Y espero que me lo cuente antes de que cometa una locura y se case.
Francisca está desolada. Le ama. Tanto como usted a ella.
Se lo ruego, no cometa una insensatez hipotecando la felicidad de ambos. Déjeme ayudarle.
Cuídese.
Un afectuoso saludo,Su amiga Leonor.
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Había releído la carta decenas de veces. ¿Y si le contaba la verdad a Leonor? ¿Y si ella pudiera encontrar una solución? Imposible. Había barajado todas las opciones posibles y bien sabía que para salvar la vida de Francisca tenía que casarse con Natalia.
La desesperación se apoderó de él sin poder evitar estallar en un llanto inconsolable. De pronto llamaron a la puerta y, sin tiempo a recomponerse, Natalia asomaba por la puerta.
- Raimundo, la cena ya está casi prepara... ¡¿qué te ocurre?!
Al verla trató de disimular, pero el dolor que sentía su corazón era más grande que su voluntad y no pudo dejar de llorar.
Natalia, al verle, no pudo sino acercarse y abrazarle. Sabía que, en ocasiones, un gesto valía más que mil palabras de consuelo, y más si no sabía que le ocurría.
Permanecieron varios minutos abrazados. Poco a poco, Raimundo bajó la intensidad de su llanto, recomponiéndose casi del todo.
- Muchas gracias, ya me encuentro mejor. - Le dijo mientras se despojaba de su abrazo.
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Raimundo y Francisca
RomanceRaimundo, con 24 años, acaba de terminar la carrera de Medicina y ha vuelto a Puente Viejo para quedarse. Francisca, de 22, se dedica a administrar sus tierras junto a su padre, Enrique Montenegro. Ambos se conocen desde niños y la amistad inicial s...